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Leopoldo Gonzalez Quintana

Todo el poder al pueblo

El domingo de la cita electoral, con un listado nominal integrado por 93.5 millones de electores, el pueblo de México nos dio grandes lecciones a todos.

Desde luego, las lecturas de estos días sobre el reciente proceso electoral, harán énfasis en lo que pasó y en sus posibles consecuencias para el país.

Morena triunfó en 11 de 15 gubernaturas y la alianza “Va por México” en ninguna, pues la victoria en cuatro de ellas correspondió al PAN, a Movimiento Ciudadano (MC) y al Partido Verde-PT.

Un denominador común de los triunfos de Morena en las gubernaturas, fue la mano tenebrosa y la mancha oficiosa del crimen organizado induciendo o inhibiendo el voto, como ocurrió en Michoacán y otros estados del Noroeste del país. Por esta u otras razones, las elecciones para gobernador de Michoacán, Campeche y SLP terminarán resolviéndose en los terrenos de lo contencioso electoral.

Priva en ciertos rumbos y sectores del país inquietud y preocupación por lo que ocurrió, y es natural: en tiempos como los que vive México no avanzar es ya retroceder. No obstante, conforme se vayan despejando los humos de la batalla se irán viendo y asimilando algunos de los grandes logros de la cita de las urnas.

Lo que vivimos el 6 de junio no fue una revolución, pero sí un despertar cívico para poner límites al “país de un solo hombre” y devolver poder y fueros a la intemperie democrática del país de todos.

Ese voto cambió los equilibrios que venían de 2018: creó un nuevo balanceo de poder en el país y vino a oxigenar y a ampliar los filtros del pluralismo democrático con una distribución de pesos y contrapesos que ataja cualquier tentativa autoritaria por parte del presidencialismo mesiánico.

La gran duda de la cita electoral eran en realidad dos grandes dudas: la de si se otorgaría una nueva mayoría parlamentaria a Morena, dándole más de 250 diputados, y la de qué partido se alzaría con el resto de las mayorías en juego: en congresos locales, en gubernaturas y ayuntamientos.

Como el Tribunal Electoral, vía sus magistrados más dignos, canceló en mayo la sobrerrepresentación legislativa que daba una mayoría artificial y artificiosa al partido del gobierno, y como un electorado informado y crítico dio a Morena menos de 170 diputados, ese partido no tiene ya mayoría absoluta y tendrá dificultades para armar mayorías calificadas que acompañen desde la Cámara de Diputados la necedad y el capricho presidenciales.

Con sólo este aporte, la elección del 6 de junio tiene hoy y tendrá mañana el valor de un referente histórico, por dos razones: frenó la caída de México en el precipicio del autoritarismo unipersonal y contribuyó a oxigenar y a dar nueva vida a nuestra democracia.

De 29.3 millones de votos que lo llevaron a la presidencia en 2018, Morena ahora sólo obtuvo 16 millones, lo que significa una pérdida de casi 14 millones de sufragios en 30 meses de gobierno.

Incluso en entidades donde ganó la gubernatura, Morena no tendrá la mayoría legislativa que nutre al Constituyente Permanente de la República. Uno de esos casos, al margen del litigio que viene, es Michoacán.

Aparte de Morelia, Cuernavaca, Puebla, Toluca, Hermosillo, Tuxtla Gutiérrez, Campeche y otras, Morena perdió trece capitales importantes de las diecinueve que logró capturar en 2018.

Y de los 1 926 municipios en contienda, la alianza PRI-PAN-PRD conquistó el mayor número y Morena se quedó con la minoría.

Según los números fríos, el electorado prefirió a Morena en once gubernaturas, pero achicó su voto y su poder en la composición de la Cámara de Diputados, en las legislaturas de los estados y en las presidencias municipales.

Con estos números, quiebres y enfoques, las lecciones del 6 de junio son más o menos claras para todos: la sociedad inició o reanudó procesos de transición regionales y locales, ejerció un voto experimental para inducir nuevas experiencias de gobierno y mandató a todos los actores a hacer de la política un espacio de tolerancia y de negociación en la pluralidad.

Algo más: si Morena sucumbe a los dictados del resentimiento y el odio, echará a perder la gran oportunidad de gobernar que le dieron los ciudadanos. Por tanto, lo que ahora se impone es una agenda orientada a la reconciliación, a la construcción de nuevos consensos y a la búsqueda de un arreglo político en el que la racionalidad se sobreponga a los tambores de guerra. Gobiernos de neuronas y no de vísceras urgen en cada centímetro del territorio nacional.


Pisapapeles

Depurar el ejercicio de gobierno requiere cabeza fría, no sudar calenturas ajenas, una visión clara de hacia dónde ir y rodearse de consejeros que funden sus enfoques en ideas, no en intereses y creencias.

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