Ombligo del mundo, rascacielos, hoyo profundo, 9/11, caleidoscopio, aeropuerto, de kilómetros a millas, desgarre, esperanzas que aterrizan, nostalgias que se enraízan, espacio físico que se encoge, subterráneo, subir escaleras, bajar escaleras, ratas insolentes, ratas resueltas, ratas urbanas, olores que ofenden, grúas, alcantarillas que fuman, ruido, ambulancias, bomberos, policías, pobreza desesperada, riqueza infinita, tribus tatuadas, trabajo, ojeras, sueño, sueño que agota, sueño que despierta, morir de visa, garras,casas compartidas, anhelos compartidos, camas compartidas, encuentros fugaces, amores que nacen, amores que se apagan, culturas, vibraciones, música, vivir sin límites, prejuicios que se desmoronan, libertad a ras de piel, arte que nutre, innovación, movimiento, tesoros escondidos, bares, soledad, amistades, raíces arrancadas y vueltas a reanudar.
Nueva York es eso y mucho más…
LOS NIÑOS LOGRAN UNA CONEXIÓN PROFUNDA CON LA MÚSICA
Encajado en el corazón turístico de Manhattan, allí donde las luces de los neones no dejan espacio para las sombras de la noche, The New Victory Theatre mantiene intacto el encanto de esos lugares que han logrado desafiar el tiempo. Construido en 1900 por Oscar Hammerstein, fue el tercer teatro de la 42nd Street. En los años tuvo momentos brillantes y otros oscuros. Cambió dueños y nombres, hospedó a grandes actores como Caroline Louise Dudley, famosa por sus actuaciones en las películas mudas, George Arliss primer actor británico que ganó un Academy Award, Mary Pickford y muchos otros. Con el tiempo y dependiendo de los propietarios, su programación pasó del teatro clásico al “burlesque”, hasta llegar a su época más oscura de sala en la cual se proyectaban películas pornográficas.
Finalmente, en 1990 fue restaurado. Volvieron a construir su característica escalera doble que había sido eliminada y hoy es el único espacio off Broadway con programación exclusiva para niños y familias.
“Aquí me siento en casa y vengo cada vez que puedo. Es un lugar que me ha regalado momentos maravillosos”. Sonia De Los Santos mira con orgullo a su alrededor, las butacas de terciopelo rojo, el escenario en el cual están montando una escenografía. Respiramos la magia de un teatro que mantiene en su interior el eco de las voces, las risas, los aplausos, de una vida que superó los cien años.
Sonia es una llama de alegría en medio de tanta austeridad. Vestida con un colorido traje típico mexicano, país en el cual nació y creció, lleva puesto un sombrero negro de alas anchas y carga una jarana, guitarra típica de su tierra. Es cantautora y sus canciones están dirigidas a un público infantil. En los últimos Grammy latinos su disco Alegría tuvo una nominación como mejor música para niños.
“Mis primeros tiempos aquí no fueron nada fáciles. Asistí a un curso breve de teatro musical en una escuela que se llama Circle in the Square y desde ese momento supe que quería vivir en esta ciudad. Volví a México, pero era tanto mi afán por regresar a Nueva York que vendí lo que tenía y me fui. Llegué en diciembre. No pensé ni en el invierno ni en la soledad que iba a ser más dura a medida que se acercaban las fiestas navideñas. Aturdida por las luces de Times Square, la multitud y diversidad de las personas, en la víspera de Navidad me sentía más sola que nunca. Vi que un coro iba a cantar en la iglesia de San Patrick. Quise entrar, pero me dijeron que había que pagar la entrada. La tristeza me venció y me senté en una esquina a llorar. En ese momento entendí que, si bien en esta ciudad cada persona camina ensimismada, metida en su mundo, también hay mucha solidaridad. Una señora americana, al verme llorar, empezó a hablar conmigo. Le conté las razones de mi tristeza y me dijo que tenía un boleto de más que podía regalarme. Entramos juntas. Fue un verdadero ángel de la guarda. Entendí que no podía dejarme vencer. Tenía que luchar para conseguir lo que quería. Y así lo hice”.
Sonia De Los Santos empezó a trabajar en lo que podía y paralelamente hacía audiciones porque lo que quería de verdad era cantar y tocar guitarra. “Crecí entre la música, mi mamá canta muy bonito y mi tío toca guitarra. En las fiestas familiares siempre hubo música. Yo tomé clases de canto y mientras estudiaba comunicación en la Universidad TEC de Monterrey, participé en todas las actividades relacionadas con la música y el teatro”.
Finalmente, tras cantar ocasionalmente en algunos locales de Manhattan, le llega el primer contrato para trabajar en SEA un teatro latinoamericano especializado en obras para niños. Esa experiencia marcará su futuro. Después de casi un año recibe otro contrato que le permite dedicarse únicamente a su pasión: la música.
“Me llamaron de la compañía Dan Zanes and Friends, un grupo que presenta música para niños. Estaban buscando a una cantante guitarrista que pudiera cantar en inglés y español. Habían apenas ganado un Grammy y estaban preparando un álbum con canciones en español. Participé en una audición y me contrataron. Fue una época muy feliz. Con ellos canté por primera vez en este teatro. El show se llamaba Holidays House Party y lo llevamos a diferentes ciudades de Estados Unidos y también en Australia, Inglaterra, España, y Bahrein en los Emiratos Árabes. Fue como un sueño. Gracias a ellos mi vida cambió totalmente”.
Si bien en sus comienzos no pensó en que se iba a dedicar a música para niños, tras estar en ese mundo con SEA, antes, y Zanes and Friends, después, fue descubriendo sus muchos matices, la seriedad que requiere crear canciones para los más pequeños y se enamoró de ese género que no volvió a dejar. Más todavía cuando recibía el feedback de los niños en general y, cuando cantaba en español, sobre todo de los hispanos.
“Viajando por todo el país conocí a muchas familias. Me decían que se necesitaba más música en español para los pequeños. Fueron sembrando una semillita dentro de mi. Después de algunos años comencé a trabajar en un proyecto personal en el cual muchas de las canciones son en español. Fue un trabajo de hormiguita y en 2015 saqué mi primer disco. Luego en 2019 estrené, en este mismo teatro, un show que se llama Fiesta con Sonia De Los Santos. Nos presentamos durante una semana con mucho éxito. En mi banda hay cinco músicos principales, pero contamos con el aporte de varios invitados especiales provenientes de diferentes países. Es como una fiesta de música y cada uno llega con su instrumento y toca. En una ocasión participaron también dos niños con sus instrumentos. Fue muy emotivo ver cuán inspirador puede resultar para unos pequeños ver a otros de su misma edad tocar unos instrumentos, participar en un show. Es algo que los llena de ilusión y esperanzas”.
Sonia De Los Santos ha viajado por todo el país con este mismo show y pudo conocer las diferencias que hay entre las comunidades hispanas y también entre una ciudad y otra del país.
“Lo que me alegra es que las personas están recuperando el orgullo de su idioma. Son siempre menos las familias que obligan a los hijos a hablar solamente un perfecto inglés para evitar discriminaciones. Cuando terminaba el show muchos niños se acercaban para decirme que ellos también hablaban español. A veces eran niños de familias norteamericanas que estaban aprendiendo nuestro idioma y venían para decirme las dos o tres palabras que se conocían. Sentí que la música estaba creando puentes, que rompía miedos y recelos. Es algo que me llena de satisfacción”.
Consciente del momento tan difícil que están viviendo los inmigrantes y en particular los latinoamericanos, De Los Santos pone particular atención tanto a la música como a los textos de sus canciones.
“A veces en los textos utilizo metáforas y analogías para hablar de temas delicados como por ejemplo la emigración. Una canción está dedicada a la mariposa monarca y otra a la golondrina. Hablo de sus migraciones y de la necesidad que tienen de encontrar lugares donde les den cobijo. No es fácil escribir para un público infantil. No me gusta hablarles como si no entendieran nada. Ellos reconocen la buena música y logran una conexión profunda tanto con la letra como con la melodía. La retroalimentación que me llega al finalizar cada concierto me enriquece enormemente. En ocasiones cuento mi propia historia, hablo de mi emigración para que puedan identificarse. A través de la música muestro la belleza de todas las culturas latinoamericanas, de nuestros colores, de lo que somos. Trato de crear un espacio en el cual todos puedan sentirse orgullosos de sus raíces”.
La canción Alegría que fue nominada a los Grammy latinos, es un ejemplo de ese trabajo. “Cuando recibí la nominación no podía creerlo. Fue como un sueño. La escribí porque mi mamá me dijo una vez que yo había nacido sonriendo. Sentí tanta ternura que me embargó el deseo de recuperar esa alegría en mi vida adulta. Los niños también tienen días difíciles, tristes, y entonces con esa canción invito a todos a buscar en su memoria los momentos felices y a traerlos de vuelta cada vez que lo necesitan. La canción comienza así: Dice mi mamá que nací sonriendo/ y que desde niña una luz tengo”.
Sonia De Los Santos sigue sumergida en su música y está trabajando en un nuevo disco. Sin embargo, también encuentra tiempo para colaborar con un proyecto de impacto social de Carnegie Hall que se llama The Lullaby Project.
“Es un proyecto muy hermoso. Voy a las clínicas y centros en los cuales atienden a las mujeres embarazadas y las ayudo a crear su propia canción de cuna para el niño que les va a nacer. La componemos juntas, yo la grabo y se las mando”.
Trabajó también en un centro en el cual hay menores indocumentadas que están en espera de ser deportadas o entregadas a algún familiar. “Son muy jovencitas y están embarazadas o tienen a bebés pequeños. Yo hago canciones con ellas. Es casi una terapia que por un momento las aleja de la angustia que viven. Son experiencias que nutren, no solamente a ellas, sino también a mi”.