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Adrian Ferrero

Tetralogía de Argentina

Habitada por aborígenes. Violaciones, masacres, saqueos, robos. Evangelizaciones en las que se despejó por violencia simbólica un patrimonio cultural riquísimo. Atravesada por guerras civiles. Atravesada por dictaduras carnívoras. Atravesada por neoliberalismos. La corrupción de ciertos civiles en el poder. Puñaladas. Toda esta constelación ha arrinconado a Argentina. La guarida perfecta para que tus artistas más letales se recluyan en sus rediles para escribir como depredadores aquello que nadie se atreverá a escuchar. O despreciará. O ignorarán como una señora de barrio elegante a un cartonero. El sufrimiento también nos persigue, nos invade como una serpiente ponzoñosa: villas miseria. Basurales donde la gente escarba para encontrar algo que vender o algo que comer. Cartoneros que recorren la ciudad en busca de materiales para la venta. Bandos enfrentados de modo implacable. Deudas con capitales extranjeros extranjero. FMI. Recursos naturales que en un drenaje sin piedad, son hurtados. Recursos humanos que emigran en señal de adiós. La serenata para la tierra de uno, duele quedarse, pero uno muere si se marcha. Una colonia inglesa en las Islas Malvinas que supuso una Guerra atroz. Jovencitos que de modo demencial o sobreviven como pueden, arrinconados por traumas, o están enterrados con cruces que no eligieron. Pero afortunadamente existe el arte. Un autor para adultos, cierto día escribe los cuentos que les refería a sus hijos de pequeños, a propuesta de ellos mismos: ahora será un escritor para niños. También es un carpintero profesional, combativo. Una cantautora, escritora, en fin, tantas cosas, tantos oficios que abruman, da vuelta la cultura argentina como un guante. Una rebelde. Por esos mismos arrabales, otra escritora/maga está en medio de sus dólmenes. Desde allí digita el destino de dos bandos, que evocan ecos del continente en épocas de dolor. Una insumisa. Un autor aún joven, que ha partido luego de devorar toda Inglaterra en sus libros. Todo su Shakespeare leído en inglés. Toda la literatura concebible. Mujeres como lectura de cabecera. En fin. Un disidente. En tanto yo asisto azorado a toda esta riqueza. Esta galería de talentos. Me formulo preguntas. Preguntas, preguntas, preguntas. En mi propio país, una importante: “¿dónde estoy?” “¿qué lugar me está destinado?” “¿cómo dibujar el contorno de todos estos retratos en sepia que a su vez ya están dibujados pero a la vez parecen disiparse?” Vuelan las palomas. Vuelan los dragones, Próspero traza su hechizo en el aire, el Cisne de Stratford-on-avon les regala a ellos cuatro una chispa de su magia. Se abre el telón a una Argentina ignorada por el saber institucionalizado de la academia. Pero esta es la Argentina invicta.

 

Liliana Bodoc

La tierra de los confines

De La Señora de los Dragones
puedo decirte unas pocas cosas.
Salvo que se retiró del mundo,
rumbo a un pueblo de San Luis,
el Trapiche.
La Señora de los Dragones
concibió allí sus llamaradas
(fogatas sin leños)
El resultado fue salvarnos.
El don
de las hogueras
esa parte de la sabiduría
que todos ignoramos.
Ella recibió revelaciones.
Las calló luego. Y concibió otras a cambio.
Copiosas. Lozanas.
Para no confesar las primeras.
Plasmó con ellas
una poética lujosa, humilde sin embargo.
Fue una virtuosa en la escritura
tanto como en la vida:
“la vida es una moneda”.
reza una cierta canción argentina profana
seguramente despreciada
por los expertos.
Convengamos que la canción popular
no goza de los favores
de los especialistas.
Con la literatura pasa algo parecido.
Si es leída y admirada por muchos
se sospecha de ella.
De este lado de la literatura
no había otro lado para la vida.
La Señora de los Dragones es entera.
Vida, magia, moneda,
violencia, hallazgo, poesía.
La palabra justa
en el lugar más oportuno.
La Señora de los Dragones habla.
Yo callo. Callamos.
La pureza en ocasiones
hace partir a la gente precozmente.
De los alquimistas,
aprendió el arte de los adjetivos.
De los hechiceros,
adoptó el ritmo de la frase.
De la Dragona blanca
los más originales Argumentos.
Las batallas épicas
fueron su temido escenario.
No hizo nada más que armar
el gran teatro del mundo.
El choque entre poderes
no fue otra cosa
más que la perfecta metaforización
de la batalla del bien contra el mal.
Ese que está teniendo lugar
todo el tiempo
en la tierra. Probablemente también
en otros lugares, espacios, tiempos,
que no percibimos.
Tenía el don
Se lo llevó con ella.
Queda preservado
en el mejor lugar

 

Leopoldo Brizuela

¡Hágase tu voluntad, William Shakespeare!

Leopoldo Brizuela
tiene en su mano derecha
La tempestad de Shakespeare.
Próspero no ha roto su varita
aun
y le dicta su secreto.
Pero lo hace al oído
(es un mago discreto).
De modo milagroso
el prodigio se consuma.
La novela emerge, victoriosa,
magnífica como un eclipse de luna
plateado.
Inglaterra será una patria
que visitará tan solo
para desafiar al poder imperial.
El mundo se rinde a sus pies,
me atrevería a decir
que también a sus encantos,
como todo dios que ha despertado
después de que le habían hecho creer
que era un hombre
de desmerecida atención.
Llega por fin
la pócima de las palabras perfectas.
Sin embargo, una nostalgia lo embarga
¿Para que nombrarla,
a estas horas, en este día?
¿tiene sentido acaso
ponerle nombre
a un desafiante atributo?
Ya en algún momento lo harás.
Tan solo bastan esas obras espléndidas
que suelen ser la clave certera
para ponerle nombres a los silencios
y de ese modo revisar
tradiciones.
El navío se desplaza,
atraviesa océanos y corrientes.
¿Llamarías a eso
literatura universal?
La Argentina era un pago
demasiado pequeño, era chiquito
para un hombre que se movía entre signos
de modo tan audaz, dando siempre en el blanco.
La Plata era un paraje mezquino
desmesuradamente incapaz, rapaz,
pueblerino para apreciar
a un ciudadano del mundo.
La gema irradia envidias,
ofensas, chismes, cizaña.
(lo digo porque debo
enfrentarme a menudo con ella).
Te entiendo.
Tus libros perfectos
han asombrado al mundo
que solo sabían de varones
hablando en su argot
de machos.
Ahora bien:
Sara Gallardo te suministra la prosa lírica.
Griselda Gambaro
te restituye la hazaña
de la actitud desafiante.
Luisa Valenzuela, cómplice en estas cosas,
conocedora de ciertas ceremonias
con sus máscaras te alecciona
para que burles de una celada
que ciertos personajes impresentables
suelen tenderle a lo talentos.
En tanto una antología
causa revuelo
entre ciertas almas beatas.
Leopoldo Brizuela
cierra La tempestad.
Se escucha un estruendo.
(¿será un rayo o un puente levadizo
que se cierra?).
Cierra La tempestad
luego de haber sentido el aroma
de sus páginas más prístinas.
Está convencido
de que las palabras de Miranda
son las más sinceras.
Abre ahora otro libro,
Allí sí encontrará
otra clase de sabiduría.
Una advocación más modesta
que las del Cisne de Stratford-on-avon
pero que también conoce de astucias.
Esas necesarias
para urdir la trama colosal
de una pieza maestra.
Elemental como el mar,
sutil como la arena de un reloj.
Transparente como el ojo de cristal
de las esferas celestes.
Un archipiélago de libros habla
hasta que Leopoldo Brizuela
pone el punto final
a su fábula
inmarcesible.
Isak Dinesen.

 

María Elena Walsh

Juglaresa del buen modo

María Elena Walsh
parte de Maryland
luego de un primer otoño imperdonable
cuyas hojas han caído,
desangeladas como una alfombra de hojas
que al crujir lucen como escarcha.
Desengañada como una novia
que ha conocido a un canalla.
Es el mismo ruido de un témpano
partiéndose contra la costa rocosa.
Se trata de un hielo ardiente,
en verdad.
Regresa de EE.UU., de la casa
de Juan Ramón Jiménez
con zozobra en la mirada.
Entonces se acomoda
la festiva guitarra, como una mandolina.
No cesa de cantar.
lo que no resulta conveniente oír.
Se celebra
una ceremonia secreta.
Sus novelas dejan el aroma
de ciertas frases inolvidables
(¿el café de las mañanas?
¿un libro nuevo recién comprado?
¿la magnolia que se abre?)
Quizás una letra escrita al alba
cuando nace una canción
que desconcierta tanto
que promete poner el mundo del revés.
Ahora bien: ¿en qué consiste
un mundo del revés?
Es de todos conocido
que el mundo ya lo está.
De modo que se trata
de un juego sencillo.
Un póker que se ha ganado
de antemano.
Las historias nacen de modo espontáneo.
Los versos se recopilan, se escriben
como los cuentos
con ese revoloteo de palomas
de mariposas en un campanario
al que regresan solo por cobijo.
O sueño en el crepúsculo.
Guardo sus libros como tesoros
de esa etapa de cristal
en que éramos tan frágiles
que una canción podía hacernos estallar
de risa o de congoja
o bien hacernos sentir la nostalgia
de un castillo habitado por soledades.
María Elena Walsh ha recopilado
un libro de poemas a la madre.
Ha escrito ensayos, canciones, poemas,
novelas para todas las edades,
ha traducido historias y poemas,
ha hecho periodismo,
ha trabajado en tareas gremiales.
Ese jirón que deja
ha discutido con censores
y señores de levita tan solemnes.
Deja abiertas sendas.
Otros proseguirán respetuosos
el camino de esa mujer invencible
como las primeras fotografías
de un viaje en el descubrimos
por primera vez el mundo
que no fue nuestro.
El mundo inaugural.

 

Gustavo Roldán

Una cierta porfía por las palabras del monte

Desordenado de ropas
en Sáez Peña, en el Chaco
miraste el Bermejo.
Horas meditando
a su vera.
Río de aguas opacas
(decías)
como un día nublado.
Aprendiste a morar entre animales
y plantas salvajes
al mismo tiempo que a leer.
De modo que las historias
copiosas como una enredadera
brotaron, irrigadas por el Bermejo.
Sostenías
las crines del alazán.
Las siestas te encontraron sin alpargatas
trepando a los árboles.
Mirando al bicho colorado,
al sapo mentiroso, a la pulga preguntona,
al oso hormiguero, al caimán,
al piojo, al puma y el zorro.
Los animales saltaron
para introducirse
del monte a tus historias.
Te leo y escribo sobre tus maderos
cuando te consagraste
a la carpintería
profesional (había que huir
de la dictadura)
e hiciste girar los tiempos
de la madera
con la música de una cajita.
De adulto
llevabas trompos a los colegios
para la sorpresa, el gozoso encanto
de las cosas que azoran
sinfín.
Te internaste en el Alto Chaco
para recopilar las historias
de matacos, guaraníes y tobas.
Escribiste un libro con ellas.
Tengo la certeza
de que esos aborígenes
lo agradecen con gesto ceremonial:
se parece mucho
a una inclinación de respeto.
Antes, esas historias,
ahorcadas por el silencio
de la indiferencia o la masacre
no existían.
Las hiciste libro.
Cuando escribo artículos
sobre tus libros
te escribo secretas cartas
en las que la gratitud se mezcla
con el regalo
de haber encontrado por fin
a un alma amiga.
Solo tu pluma
fue capaz de concebir
una arquitectura
en la que el monte fue el mundo.
Mi mundo se vio de pronto
transportado a una geografía
que no hubiera sospechado jamás
me rozaría tan de cerca.
Ilimitado carcaj
capa de guerrero.
Sin señal de adiós.

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