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Terrorismo, crimen y redes sociales

Antes del desarrollo de la escritura, las sociedades de la ‘oralidad’ basaban su idea de la ‘verdad’ en la memoria colectiva. Algo era ‘cierto’ o ‘falso’ en la medida en que fuera recordado por una o varias personas. La escritura desplazó a la oralidad en los sistemas legales de occidente y desde la aparición, y popularización de la imprenta, cada vez más se exigía que lo acordado o sucedido estuviera escrito. Sólo lo escrito era cierto. Una versión actual de esa práctica se mantiene en la necesidad de guardar todos los correos electrónicos y mensajes de texto en caso de que se llegue a una disputa legal. El desarrollo de los medios audiovisuales en el siglo XX hizo que los locutores de radio y presentadores de televisión se convirtieran en los portadores de la ‘verdad’. Si algo era mencionado en uno de esos medios, muchos asumían que debería ser cierto. Una noticia que no aparecía en los noticieros era vista como un ‘simple rumor’. De la misma manera que la fotografía reemplazó a la pintura como forma de representación más verosímil de la realidad, lo audiovisual reemplazó a lo escrito como forma de corroboración de la verdad. ‘Una imagen dice más que mil palabras’ decía el adagio popular.

Con el desarrollo vertiginoso del internet y las redes sociales en el siglo XXI creo que lamentablemente estamos asistiendo al desarrollo de un nuevo paradigma de ‘veracidad’ que puede ser tan democrático como peligroso. Los terroristas de ISIS han desarrollado una estrategia de terrorismo mediático que invade las redes sociales con imágenes macabras de asesinatos cada vez más crueles. Su actitud desafiante es una invitación abierta a la confrontación con todos aquellos que los repudian. De la misma manera se aprovechan de las redes sociales para reclutar militantes alrededor del mundo. La indignación global contra actos de terrorismo en el medio oriente y en países como Francia y los Estados Unidos no se ha extendido a los actos de crueldad comparable que suceden en países como Colombia y México. ¿Por qué? Hay varias respuestas parciales a esta pregunta. Una de ella es que la mayoría de los crímenes de los paramilitares en Colombia se desarrollaron durante la década de los 90s y que los ‘falsos positivos’ (sucedidos durante el mandato de Álvaro Uribe) tuvieron lugar en zonas en las que la internet y las redes sociales no habían penetrado. No obstante, ISIS opera en zonas del planeta donde la penetración del internet es también limitada.

En varias ocasiones cuando he mencionado algún crimen atroz, como la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa o el homicidio de 4 niños en Caquetá –Colombia-, mis interlocutores me preguntan sin falta: ¿Dónde está el video? Frente a mi incapacidad para presentar un video de los criminales cometiendo cada uno de estos crímenes de lesa humanidad, mis contertulios parecen sentirse defraudados. La falta de un video que muestre a los criminales en el acto mismo del homicidio casi que les garantiza la impunidad dentro de la opinión pública. ¿Por qué no hay videos de lo ocurrido en Ayotzinapa y Caquetá? Dentro de las razones debe contarse que a diferencia de la actitud desafiante y abierta de ISIS, los criminales y terroristas paraestatales de Colombia y México buscan la impunidad y manipulan las redes sociales de manera inversa para lograrlo. Los terroristas y criminales en Colombia y México han desarrollado una macabra poética del silencio y de forma inversa son el correlato del terrorismo mediático de ISIS. 

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