Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Guadalupe Loaeza

Te queremos tanto, Martha

No conozco persona más agradecida con la vida que Martha Chapa. Ignoro a qué se deba. Seguramente tiene que ver con haber encontrado su verdadera vocación: la pintura. Lleva 50 años pintando. Es decir, desde que tenía 20 pinta con una absoluta entrega.

Todos sabemos que su tema predilecto, además de los volcanes, cactus, magueyes y de la Virgen de Guadalupe, son las manzanas. Éstas han sido, a lo largo de 50 años, sus verdaderas protagonistas.

Como infancia es destino, cuentan que desde que Martha era una niña tenía una conexión sumamente especial con su señor padre.

A pesar de su complicidad, debido al trabajo de él, cuando llegaba a su casa, su hija ya estaba dormida. Sin despertarla, le ponía una manzana en el buró. Sin necesidad de recurrir a las palabras, era una forma de decirle: pensé en ti y te quiero mucho.

Seguramente el señor Chapa nunca se imaginó que gracias a su gesto tan delicado, andando el tiempo, Martha se convertiría en la pintora de manzanas más famosa de México.

Estas manzanas han sido exhibidas en más de 250 exposiciones individuales y más de mil 800 colectivas tanto en México, como en el extranjero.

En una de sus tantas entrevistas dijo: «Siempre he sido muy precoz; fui madre a los 17 años, estudié en la Prepa número 6, luego estudié medicina. Luego estudié pintura en La Esmeralda. Luego me casé, luego tuve a mis hijos. Luego… Bueno mi vida siempre ha sido muy intensa y precoz…».

Cuando pienso en Martha, más que imaginarla mientras pinta sus manzanas, la veo en medio de una cocina muy semejante a la que tenía Frida en la Casa Azul de Coyoacán. Ella misma ha dicho: «Soy una pintora de cocina».

De allí que la vea preparando unas deliciosas enchiladas. Para ello, basta con que la pintora recuerde una de sus 32 recetas que comprenden su libro titulado precisamente «Enchiladas».

Qué razón tiene Martha cuando afirma que: «No se puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no se ha comido bien». Como dice de ella José Iturriaga: «la pintora y escritora asume la cocina como un acto de creación». No en balde fue reconocida con el Premio Gourmand en el 2007.

Martha es una mujer creadora, auténtica y generosa. En cualquiera de sus múltiples disciplinas se entrega de todo corazón. Así como es entregada en cada uno de sus libros y en sus pinturas, así suele ella entregarse en lo que se refiere a la amistad. Si tienes la fortuna de ser su amigo o amiga, lo serás para siempre.

Martha Chapa es de las amigas a las que se les puede llamar a las 3 de la madrugada para pedirle ayuda. A pesar de la hora, allí estará, con una sonrisa en los labios, para ayudar y solidarizarse contigo. Y eso que vive hasta el fondo del Pedregal de San Ángel y seguido se pierde en la Ciudad de México. Para sus amigos no hay imposibles. Especialmente si se trata de una vieja amiga.

Algo que siempre me ha llamado mucho la atención de Martha es su constante lucha por la causa de las mujeres. Escribe sobre ellas, si hay que organizar una manifestación a propósito de las mujeres, allí está Martha; si hay que recabar firmas, allí está Martha; si hay que donar una de sus obras para recaudar fondos, allí está Martha.

Hace unos días recibí una invitación para asistir al homenaje que le rindió la Secretaría de Cultura a través del Instituto Nacional de Bellas Artes, con motivo de los 70 años de vida de Martha Chapa y 50 como pintora.

«Es grande el entusiasmo y la satisfacción que me embargan, pues encarna una síntesis de mi biografía y muchos esfuerzos personales y afanes en la plástica contemporánea de mi país», agregó en el correo.

Repito: más agradecida que Martha no hay. He allí un don, el cual seguramente la estimula hasta la médula para seguir pintando sus manzanas, para imaginar otros libros de cocina de otros Estados, para disfrutar del amor de su compañero, Alejandro Ordorica, y para fundirse con su México que tanto quiere.

Me pregunto si cuando despertó Martha esta mañana no encontró en su buró una manzana traída por su padre del más allá. La imagino como el corazón de la pintora, de oro y muy brillante.

¡Gracias, querida Martha, por todo lo que nos has dado a lo largo de cinco décadas!

Hey you,
¿nos brindas un café?