En memoria de Carlos Monsivaís
Hacía tres meses que no salíamos de la casa. Finalmente decidimos caminar por el bosque de Chapultepec, que da justo frente al departamento. Equipados con guantes, anteojos, cubrebocas y un ánimo espléndido, caminábamos por entre los árboles, agradecidos por sentirnos con hijos y nietos sanos. Todo nos llamaba la atención: perros paseando con sus amos, niños jugando, y deportistas haciendo jogging. “Si esto es la nueva normalidad, me gusta”, pensé contenta. Pero, nada más pasar el Museo Tamayo cuando, de pronto, empezamos a escuchar, muchos claxonazos: “¡¡¡Tata, ta, ta, ta!!! Aceleramos el paso para ver de dónde venía tanto escándalo. Se trataba de la segunda manifestación de automóviles, cuyo claxon tocado insistentemente por el conductor (todos llevaban cubre bocas), era como un grito de protesta contra el Presidente Andrés Manuel López Obrador: “Tata ta ta ta!!!”, se escuchaba por todos lados. Los coches, avanzaban lentamente por los tres carriles del Paseo de la Reforma; muchos de ellos, con el techo cubierto con la bandera mexicana; otros, mostraban pancartas en las ventanillas y puertas, o pegadas en el cofre: “Estás dividiendo a México”, “Ni chairos, ni fifis”, “AMLO, vete ya”, “Las afores, el ahorro del pueblo”,, “Reconoce, no puedes. Líbranos de ti”, etc. Por algunos “quema cocos” , se asomaba la mitad del cuerpo de jóvenes que dirigían el ruido que provocaban los cláxones, como si se hubiera tratado de una orquesta sinfónica muy desafinada. Así mismo protestaban muchos conductores de motocicletas, ondeando la bandera mexicana. Todo parecía como una de las escenas de la película “Mecánica Nacional”, de Luis Alcoriza, con la diferencia de que los que participaban en la caravana de protesta, no pertenecían a los de abajo, sino a la clase media y media alta. Cuánto enojo e impotencia salían de esos claxonazos de los vehículos muchos de ellos comprados a crédito, contra un mandatario sin un ápice de empatía, hacia millones de familias mexicanas endeudadas. Cuánta gana de expresarse, aunque sea en plena contingencia, e incluso con el semáforo de riesgo epidemiológico, en ¡¡¡rojo!!! contra un presidente que no los ve ni los escucha. Y cuánta rabia expresaban los escritos de sus pancartas rechazando a un jefe de Estado enajenado por el poder cuya única preocupación no son las víctimas de COVID-19, sino las elecciones del año que viene.
A esa misma hora, se estaban llevando a cabo otras caravanas de automóviles de protesta contra AMLO: en Jalisco, en Morelia, en Chihuahua y en las ciudades de Camargo, Ciudad Cuauhtémoc, Ciudad Jiménez. También en Quintana Roo, en Mérida, en Acapulco, en Aguascalientes, Puebla, Chihuahua, Tamaulipas, el Estado de México, Pachuca, Guanajuato y Durango.
Después de una hora de observar kilómetros y kilómetros de coches de conductores furiosos por su pasado, presente y futuro tan incierto, nos regresamos a la casa sin hablar. Cada uno con sus pensamientos y sus miedos. Era evidente nuestra desesperanza, pero sobre todo, nuestra angustia por vivir en una país tan dividido por un presidente tan insensible. Un presidente que hace sus giras en plena epidemia sin importarle el protocolo de la OMS; un presidente que rehúsa ponerse cubre bocas porque él es muy macho y todo poderoso; un presidente que quiere que todo México, sea pobre como sus seguidores y en donde nada más secuestren a los que tienen; un presidente que invita a la población a salir por las calles en pleno semáforo rojo porque hay que “decidir por nosotros, con base a lo que hemos aprendido”; un presidente que lanza un decálogo cursi y absurdo para salir del coronavirus y cuyo sexto punto consiste en “defender el derecho a gozar del cielo, el sol, aire puro, la flora, la fauna y toda a naturaleza”, en la décima recomendación pide practicar alguna religión y creencia; un presidente anticuado, que nadie respeta en el extranjero y cuyo prestigio está por los suelos.
Por último diré que por culpa de AMLO, sus mañaneras, sus declaraciones, su ignorancia y actitudes, yo, que voté por él, y que siempre voté por la oposición, me estoy volviendo totalmente de derecha. Temo que muy pronto, quizá, saldré en mi coche y tocaré el claxon, como un grito de protesta y desesperanza.