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Soñar con asesinos

No es el sueño mas agradable. Es un sueño ciertamente angustioso. Aunque no era a mí a quien perseguía ni mataba el asesino y no desperté bañada en sudor, desperté condolida y triste. ¿De dónde provenía ese sueño, esa tristeza?

Lo mas rápido, por acceder al saber sin complicaciones, es apelar a Google, “soñar con asesinos” fue la búsqueda, … indica que muy posiblemente pronto habrá una reunión con los parientes más queridos. No, no era harina de ese costal. Dejé la flojera o el miedo y decidí entonces buscar en el único sitio donde podía encontrar alguna respuesta: mi inconsciente. Menuda tarea.

Sé que descifrar lo que es esencia y está escondido, y que por eso sucede en forma de sueño, es materia de sicoanálisis que puede durar años de valiente entrega. Pero me invadía la desazón del sueño, no lograba emprender el día con optimismo. Iba de una cosa a la otra sin lograr evadirme, como también sucede en los sueños que poco transcurren de formal lineal. En mi sueño el asesino no era uno, cambiaba de rostro, primero era una amiga muy querida, que tiene problemas financieros graves, ¿será por eso? Luego resultó que el asesino era mi marido y su víctima, una vecina gorda, a la que “las autoridades competentes” le cerraron el expendio bachaco y quedó devastada, ¿será por esto otro? De pronto la asesina era mi mamá. Todos los asesinos eran gente que quiero y me quiere, mi gente, mi madre, mi tierra, ¿mi país? ¿victimarios? ¿No eran víctimas?

Eso sí, sin una sola gota de sangre, el crimen había sido cometido a puertas cerradas, la víctima desconocida -salvo en el caso de mi querida vecina-, cambiante, cada vez otra y otra mas. Mi relación no era sin embargo con la víctima sino siempre con el victimario. Pero ¿por qué no había sangre? Será que es tanta la sangre que consumimos en las noticias, en las películas y series de televisión, que ¿para qué más? ¿La omisión tal vez no significaba más que hartazgo, entonces? ¿O era una supresión del detalle por elegancia de estilo, hasta en sueños, en el sentido de la búsqueda de originalidad que pesa sobre los artistas? El sueño expresaba un tormento, sin duda. Aunque la sangre que circula a mares en la cotidianidad de nuestros días, como si no fuera nada grave ni extraordinario, pareciera que no mortifica a nadie, sino que más bien aburre, el tormento de los 15 muertos violentos por cada 10 días en Caracas es la pesadilla en números, que mal dormimos todos. Porque la amenaza cada vez que salimos a la calle o que entramos en nuestras casas, es real, cercana, y no pareciera pasajera.

De pronto el asesino volvía a ser otro, ¿mi hermana tal vez? ¿Cómo fue capaz? Fui convirtiendo en asesinos a todos los míos. Pero ¿cómo pude hacer de mi familia una banda de asesinos? Y aunque yo no llegué a matar a nadie en mi sueño, ¿estaba yo verdaderamente exenta de culpas?¿De qué estaba hecha entonces la desazón que me embargaba desde que alcancé el estado de vigilia? Porque al encubrir yo al asesino, era cómplice y de alguna manera también culpable. Digamos que mi solidaridad con los asesinos, obligada por el afecto más íntimo, no era sin embargo suficiente para justificar el móvil del crimen. Pero aunque no comprendía los motivos que llevaron al asesino a matar, no era mi asunto juzgarlo, no estaba ese aspecto incluido en la ética del sueño. Lo que sí estaba claro es que yo era responsable de callar, de no acusar. ¿Así como terminamos resignados a callar porque es tanta la injusticia y el dolor, regada a diestra y siniestra la impunidad en mi país, que sólo nos queda tratar de salvarnos? ¿Cómo defendernos? ¿El que mata para que no lo maten, no tiene la culpa?

Lo más inquietante de todo el sueño, es que ninguno de los asesinos tenía culpa alguna en la mirada. Los miraba fijamente y de cerca, buscando alguna razón, en el sueño, tal vez mis razones mas ocultas. Pero no se les veía el peso de la muerte por ninguna parte, el muerto bien muerto estaba y no importaba. El brillo de sus miradas inquietas sólo enunciaba la urgencia por escapar de la justicia, de la cárcel, ¿de su asesino? 

La realidad en Venezuela es de una violencia de sálvese quien pueda que pareciera no tener coto. No sólo crece el número de asesinados sino la crueldad de los crímenes. Cuerpos desmembrados y ocultos en bolsas negras y maletas, cadáveres descuartizados y restos humanos en la vía pública, en barrios y urbanizaciones, terrenos baldíos y cunetas de todo el país, crueldad que incluye niños, mujeres y ancianos… Por el último estudio del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), se sabe que por cada 100 mil habitantes en Venezuela, se cometen 79 homicidios. ¿Cómo dormir tranquila a sabiendas?

Según las estadísticas en el 2013 se cometieron 24 mil 763 muertes violentas. A juicio del director de la OVV, Roberto Briceño León, “hay dos factores que inciden en que se estén cometiendo crímenes atroces. Uno es cómo la violencia es interacción en la medida en que las personas están ejerciendo violencia y reciben violencia, para responder hay que hacer algo más grave y mayor (…) nosotros interpretamos que esto forma parte de una tendencia que vimos hace unos años en el que se aumentó el número de balas para matar a una persona, se pasaron de dos a cinco, de cinco a diez, hasta que esa interacción se va pasando hasta que llega el descuartizamiento”.

En un país tan farandulero, de tan alto consumo cosmético, ¿cómo se puede llegar a lo más horrible? Pues justamente, por lo mismo: “vivimos en una sociedad del espectáculo. Estos crímenes son mensajes que se envían a la sociedad, a la policía, a las otras bandas. Es un mensaje que quiere enviar quien lo cometió y lo hace público, por ello es que se observan restos humanos en las vías públicas”.

Llegados al asunto del mensaje, ¿cuál es el mensaje de mi sueño? ¿Cuál el que quiero hacer llegar con esta diatriba? ¿Que la violencia cuando se duerme no se acalla? ¿Que se combate… con más violencia? Llegados a este punto, ¿te mato para que no me mates? Aunque no se diga abiertamente, de alguna manera eso es lo que está en el aire y tal vez por eso se mete en mis sueños desprevenidos. Me niego a militar en la violencia por estar en contra de la violencia. ¡Ni en sueños!

Para el criminólogo Luis Izquiel, “estos crímenes se producen por la impunidad. De los homicidios con cadáveres desmembrados en los últimos meses en Caracas no se ha capturado a ningún responsable, es decir que siguen en libertad (…) Esa impunidad que existe en el país propicia la reproducción de los hechos delictivos y que cada vez sean cometidos con mayor ensañamiento, ya que el culpable nunca es sancionado o muy pocas veces es castigado con la ley”.

Según el estudio del OVV, por cada 100 homicidios se aprehenden sólo 8 o 9 responsables. Quiere decir que el 91% de los crímenes quedan impunes.

“El segundo factor por el que se cometen estos crímenes atroces es por el sistema carcelario inhumano que tenemos en el país, los primeros casos de crímenes con descuartizamientos ocurrieron en las cárceles pero después se trasladó hasta las calles, esas violaciones de derechos humanos que se cometen tras las rejas son trasladadas a la sociedad”.

Mucho se habla de la impunidad, el discurso violento, el elogio a la violencia y los violentos, las campañas mediáticas o la destrucción institucional, la opresión, el imperio, la dictadura o la revolución… el caso es que Venezuela cerró el primer semestre de 2015 con la admisión, por parte del Gobierno, de que la tasa de homicidios oficial es de 62 por cada 100 mil habitantes. Esa cifra nos convierte en el segundo país más violento del mundo, después de Honduras. Oficialmente. La delincuencia ahora tiene además altos niveles de organización. “El delincuente perdió cualquier tipo de respeto hacia la policía y las autoridades, y los policías han decidido que no van a actuar, porque no tienen apoyo moral ni de sus superiores. Esos son los dos ejes en los que hay que analizar el problema de la violencia”, según explica Briceño León.

Es tan enredado escribir sobre los sueños, como es complicado tratar de entender lo que pasa en Venezuela. Hay versiones, opiniones, intereses, militancias y sueños de sueños, y hasta delirios. Lo que sí es definitivo es que a los venezolanos, ni que vivan lejos, nos sirve contar ovejas para conciliar el sueño, ni armarse sólo de las ideas propias indiscutidas para encontrar una solución. No hay somníferos ideología ni distancias que curen el malestar de saber que en los primeros seis meses que van del 2015 fallecieron de manera violenta 2.647 personas, sólo en Caracas: 8% mas que el año pasado. Son cifras que nos atañen y que nos escaldan de una urgencia que nos roba el sueño, los sueños.

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