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Sobreprotección en la pandemia

Epidemias y plagas, como las de Egipto que cuenta la biblia, han ocurrido a lo largo de la historia. Con la diferencia que, en la Pandemia del Coronavirus, Covid19 la información fluye en tiempo real. La enfermedad es el prototipo de la globalización, ningún país ha quedado blindado, el contagio se ha extendido rápidamente por todo el planeta, casi como si lo hubiesen regado con drones.

Parece increíble que en pleno siglo XXI, con todos los adelantos científicos y tecnológicos nadie logre parar el contagio. ¡Que vulnerable es el ser humano!, ha podido conquistar la luna y viajar a otros planetas y, ahora, un virus microscópico nos mantiene aterrados.

Para evitar que la infección se propague utilizaron el nacionalismo y el cierre de fronteras, los países se han blindado negando la entrada a los extranjeros; sin embargo, el virus no necesita pasaporte, no hace distingos, ni respeta países.

La crisis sanitaria ha puesto en evidencia la debilidad de los sistemas de salud, sobre todo el de nuestro país, México, afectado por tantos recortes de la nueva administración y viejas prácticas de corrupción. El confinamiento en el que estamos inmersos presenta graves consecuencias sanitarias, economícas y de salud mental. El encierro en pequeños espacios con varios miembros de familia y carencia de recursos, genera conflictos. El confinamiento y la abundancia de noticias alarmistas tienen a las personas en alerta. El miedo es un mecanismo de defensa, real e imaginario que los mensajes y las autoridades se han encargado de incrementar.

Las autoridades no se asesoran con profesionales en psicología, actúan con el argumento de preservar la salud. No toman en cuenta, a la hora de hacer las campañas, que incrementan el miedo y que dejan a los ciudadanos en un estado de indefensión. Las clases en línea son apenas un experimento que dejó ver la inequidad del sistema educativo, ya que muchas escuelas no están acostumbradas a trabajar con la tecnología. La falta de recursos en las zonas marginadas deja a los estudiantes fuera de la posibilidad de recibir clases ya que no cuentan con internet, celular, ni televisión. Los niños de la clase media y alta están más acostumbrados al uso de dispositivos, sin embargo, no ha sido fácil tampoco para ellos adaptarse a la nueva modalidad y al encierro. Sin contar que, además, deben respetar las exigencias de los maestros, que les urgen terminar el programa, y quienes también son víctimas de mucha ansiedad. Lo más importante para no afectar sus defensas es permanecer relajados.

La falta de certeza de cuando termina el confinamiento genera incertidumbre, los gobiernos incluso en Estados Unidos no se atreven a dar una fecha oficial, pero al Presidente Trump le urge reactivar la economía a pesar de que ha sido uno de los países con mayor número de contagios y muertos. Al presidente López Obrador pareciera que nada le importa, en sus conferencias mañaneras hacen todo lo contrario de lo que piden en las campañas, no utilizan cubrebocas y los funcionarios no respetan la sana distancia. El secretario de Educación anunció que en junio se volverá a las aulas, un mes para ponerlos al corriente. Las opiniones se dividen entre quienes sí aceptan y quienes no desean exponer a los hijos al contagio.

Vamos a seguir conviviendo con el reino mónera, organismos formados por una célula: virus y bacterias. Estas se encuentran en todas partes, en el estómago como microbiota, otras descomponen la leche, para preparar yogurt. Las parásitas causan enfermedades: caries, neumonía, tuberculosis, lepra, sífilis. Los virus son capaces de atravesar membranas, virus es sinónimo de veneno.

La sobreprotección no es buena consejera, no olviden las leyes naturales: el que se adapta crece, es la ley del más fuerte. Preocúpense por criar hijos fuertes, bien alimentados, contamos con un sistema inmunológico y un instinto que nos defienden de los peligros. Una madre temerosa cría hijos débiles, inseguros, dependientes que no los deja crecer y son incapaces de enfrentar las adversidades. Una madre segura de sí misma, está consciente que las carencias son una buena manera de educar, enseña a pensar a sus hijos, a tomar decisiones, respeta su personalidad, pone límites y lo educa para la autonomía, independencia, seguridad y confianza en el mismo.

Un hijo sobreprotegido será presa fácil de enfermedades y de toda clase de abusos.

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