Si algo ha emergido a través de la triste situación que ocupa a los venezolanos, es una clara intuición de búsqueda por lo que es verdaderamente suyo. Sinceramente, me solía generar risa y ahora malestar, que la gente se definiese a sí misma como hija de una patria que ostenta al Salto Ángel y al Archipiélago de los Roques por igual. No porque sea ciego, ni pesimista, sino porque ambas (a toda vista, maravillas naturales) no son fruto de la virtud ni el esfuerzo de ningún habitante de la república. Es más, para alguien con poca fe, no cabría siquiera la tesis de que son “regalos” de dios alguno.
Por otro lado (necesito decirlo) somos mucho, pero muchísimo más que gente bochinchera y definitivamente más que nuestras típicas groserías. Por último, es importante decir que somos venezolanos como Simón Bolívar, pero también como Andrés Bello, Teresa Carreño, Aldemaro Romero, Margot Benacerraf y Armando Reverón. La nuestra no es ninguna tierra de héroes, o mejor dicho, no es más tierra de héroes que cualquier otra.
Comienzo estas líneas con las que fueron, precisamente, algunas de las reflexiones que su santidad Laureano Márquez invitó a tener el pasado jueves, en el SoHo PlayHouse de Downtown, en Nueva York. Decía su colega Claudio Nazoa que ese tono pedagógico y taimado de Laureano no era fruto de su estancia y estudios en el seminario sino una forma de velar al depravado y perverso ser que es. Lo cierto es que esa lentitud, ese esmero por darse a entender de Márquez no es sino (curiosamente) una representación de la urgencia que lo embarga. Buena parte del show radicó en decir las cosas que cada vez menos líderes o políticos dicen: las que no complacen y las que por cierto, parecen querer ser omitidas de la historia nacional.
Politólogo, humorista e intelectual, no llegó para despejar a nadie de la “mala racha” y mucho menos distraer de la misma. Sabe que es portador de un espacio en el que se reflexiona sin piedad. Lo curioso es que esa impiedad, da risa. Todo lo grandilocuentes que son o fueron los recientes apelativos del presidente Chávez (Líder intergaláctico, Gigante Eterno, etc) pasaron por la lupa antigua de aquel Ilustre Americano de Guzmán Blanco o el Benemérito Juan Vicente Gómez durante su show. Laureano quiere que pensemos en que somos lo que somos por cómo hemos sido y eso es algo que encuentro fundamental. El germen del presente no es algo reciente ni inédito.
En El Código Bochinche, libro abiertamente paródico, el mismo Laureano decía que aquel “Miranda en la Carraca” debía tener fuertes dolores en el cuerpo, porque la pose del cuadro es francamente incómoda. Quepa acotar que dicha pose es la de un cuerpo extendido, con un pie en el piso y una mano en el mentón, típicamente pensativa. Cerraba con un magistral: “esa posición duele porque pensar duele”. Hago esta observación porque “Sit Down” fue un monólogo con dos pretextos: el del evento mismo, que reunió en ese espacio a un centenar de venezolanos que viven en la ciudad y el de camuflar con humor, las profundas reflexiones que la situación de Venezuela y del venezolano ameritan.
Desde Cristóbal Colón hasta el desabastecimiento de leche en los supermercados, durante dos horas asistimos a un maravilloso examen de la realidad actual del país. Laureano, que padeció un secuestro express en Caracas no hace mucho tiempo, que ha sido multado, insultado y perseguido por decir lo que dice no desaprovechó la ocasión para recordar que la libertad es algo que se conquista no fuera, sino dentro de cada quien. Un pueblo que permita con toda severidad ser oprimido, será oprimido con toda la severidad posible. No podemos ser libres si no queremos serlo.
Laureano empezó el show recordando que su padre lo obligaba a comerse toda la arepa porque “En España hubo una guerra civil y se pasó mucha hambre”. Posteriormente, la conciencia de lo que aquello implicaba le permitió recordar aquellas sesiones férreas en la mesa con comprensión. Así deberá ser defendida la libertad en un futuro, porque costó mucho, incluyendo vidas.
Con esa imagen, que abrió el show quisiera traer a colación las últimas, por cierto, citadas de un discurso del número uno de la televisión venezolana, Renny Ottolina: “Es imposible pretender que otros países de América determinen cual debe ser el camino de Venezuela cuando hace doscientos años, fue Venezuela la que señaló el camino a seguir”. Yo creo que cada país debe buscar su camino propio, como cada uno de nosotros, en nuestros actos, en nuestros ámbitos y hasta nuestros gestos, debe buscar la forma no solo de ser (por derecho natural) venezolano sino autentica, honesta y libremente venezolano. Gracias Laureano por desistir de la alharaca y el éxtasis de la bulla y obligarnos a sentarnos con tu Sit Down en Nueva York.