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Sin regla

El pasado 18 de Octubre me tropecé sin querer con un artículo en el New York Times, escrito por Katie Rogers, que me reveló una tendencia que me resultó simplemente abominable: resulta que ahora el tema es suprimir la menstruación. Dicho en dos platos: dejar de ser mujer. Para… poder ser mejor hombre, supongo.

Como los dolores de vientre, cuando nos viene la regla, pueden ser tan fuertes como para postrarnos en una cama; el dolor de cabeza también alcanza niveles que no nos dejan ni pensar; la debilidad, el llanto, el sudor y hasta los vómitos… como nos ponemos tan susceptibles cuando menstruamos… somos vulnerables, menos eficientes, nada confiables, menos competitivas, menos… menos…; incapaces en el trabajo, en la escuela…. en la vida, según apunta Rogers, Katie, mujer que escribe… y menstrua.

Quiero decir que ella sabe lo que es sangrar una vez al mes, le sucede en todo el cuerpo y el alma, esa alteración que le recuerda su capacidad de ser madre. Todos los meses, toda ella es movilizada por la aptitud generadora de vida que es la misma que nos habita a todas las mujeres como una latente posibilidad. Para decirlo en palabras sencillas, pues.

Justamente, Katie Rogers habla desde su experiencia personal, de su migraña, de sus calambres y de su ibuprofeno. Cuenta que a los 20 años conoció al médico que le ofreció la posibilidad de dejar de sentir todas las molestias que vienen con menstruar y ella a partir de ese momento fue feliz.

El tratamiento fue y sigue siendo sencillo: consiste en confundir a las hormonas, traicionar al cuerpo con la supresión de sus milagrosas capacidades, a través de la ingesta continua de píldoras anticonceptivas. El cuerpo desorientado, se equivoca, se cree embarazado, y se despista la regla que no viene. Katie Rogers dice que su calidad de vida mejoró de manera significativa en apenas dos meses.

Aparentemente son muchas las mujeres que están en eso de deponerse, en favor de los rigores que impone una sociedad que no respeta el cuerpo de la mujer, sino en los casos en que se puede manipular como materia de consumo, tipo bistec o milanesa o a la pimienta. Porque si se ponen profesionales las mujeres, se tienen que poner el traje y lo mejor es quitarse la regla. Las atletas suprimen sus períodos porque no quieren quedarse atrás en la carrera; las novias porque no quieren manchas en su fantasía nupcial; las turistas no quieren perderse ni una atracción después que pagaron los pasajes…

Dícese de investigadores (los que nombra Rogers, todos machos), que están estudiando diversas formas de supresión del período, adecuadas a cada caso, para las mujeres que padecen síntomas molestos al menstruar y que necesitan optimizar su rendimiento laboral. Por mejorar la calidad de vida de las mujeres en situación de empleo extremas, tipo militares, astronautas… porque a nadie le gustaría que le viniera la regla en pleno espacio, comprenden los estudiosos esmerados en este horror: una esterilización más de lo femenino, como si fuera poco lo que aún cargamos a cuestas las mujeres que queremos ser mujeres plenas en estos tiempos.

Según el artículo, en el 2005, la Asociación de Profesionales de la Salud Reproductiva encuestó a más de 1.100 mujeres: 55% dijo que “estarían interesadas en saber más acerca de la supresión de la regla”. Este simple interés en saber más acerca del asunto, lo resalta la señora Roger en su artículo, revelando su tendenciosa manera de ver, definitivamente a favor de la supresión. Pero a pesar de su parcialidad, Rogers no puede dejar de señalar que la gran mayoría de las mujeres piensan que menstruar como Dios manda, es un signo de buena salud. Dice Rogers que este es un pensamiento condicionado, pero no dispone de argumentos científicos como para invalidar la creencia. En la misma encuesta, resulta que el 89 % teme por los efectos que semejante tratamiento de supresión menstrual pueda tener en la salud a largo plazo. Y para el 66 % el asunto es simplemente contranatura.

En todo caso, tenemos rato empaquetadas: el control de la natalidad a través de la ingesta de pastillas, induce artificialmente el período. Es decir que ya eso introduce una alteración importante en nuestro acontecer hormonal. Más aún, son muchas las denuncias de los terribles efectos colaterales que pueden ocasionar las pastillas anticonceptivas. Sin embargo, tomar pastillas sigue siendo el método más popular de control de la natalidad. ¿Por qué seguimos las mujeres maltratándonos en cuerpo y vida? ¡No será para que los hombre puedan economizar en condones!

Rogers se esmera luego en exponer las virtudes y lo fácil que es hacer el tratamiento pues sólo se trata de tomar más pastillas de la cuenta. Claro curándose en salud, recomienda que cada mujer consulte su medico por acertar en el tratamiento que mejor le acomode. Además, los médicos pueden escribir el récipe de una cierta manera para que el seguro cubra las píldoras adicionales. Así, escrito en el NY Times, por todo el cañón.

Digamos que no es tanto la malandrería de cómo darle la vuelta a los controles de la salud pública lo que me escandaliza, pues en el sur de donde vengo, crecemos aprendiendo a sortear los caminos. Lo que me parece grave es la misoginia de todo el asunto, que llega al extremo de proponer alterar las funciones femeninas del cuerpo, para que nos podamos portar como varones. Sin siquiera imaginar que tal vez no sea cuestión de suprimir la regla, sino más bien de adecuar las reglas laborales, las regulaciones del deporte o escolares, incluso las imposiciones en el destacamento militar o estando “perdidas en el espacio”, al respeto que se merecen nuestros cuerpos de mujer.

Rogers, después de hablar de los distintos medicamentos… -no quiero sospechar que los laboratorios tienen algo que ver con este artículo, ni quiero pensar que fue al New York Times al que le suprimieron la regla ética que le ha otorgado la lectoría con la que cuenta, diga lo que diga Trump-… hizo una encuesta entre sus amigas de Facebook:

“en mi encuesta informal, he encontrado que la supresión del período puede ser un proceso complicado que requiere un poco de investigación y pruebas, pero que en última instancia son mayores los síntomas negativos que pueden estar asociados con el período.”

La irritación que me produce la misoginia desatada en la voz de una mujer, me recuerda la ocasión en que a partir de un desacuerdo poco importante en algún detalle de un proyecto que compartía con una amiga muy querida, mujer homosexual, artista maravillosa, compañera valiente, a la que sin embargo le resultó fácil acusarme de “menstrual” para hacer valer su punto… me sentí traicionada por partida doble, porque el insulto venía de una mujer. Triple, porque venía de una mujer que amaba a las mujeres. Es así como termino de leer el artículo de Rogers: sintiéndome insultada.

Sirvan mis humildes líneas para bendecir los cambios de humor de las mujeres, que nos permiten verlo todo desde distintos puntos de vista. Benditos los dolores de vientre que nos devuelven el útero al que nos debemos, que nos confrontan con nuestra capacidad generadora de vida, hacedoras de milagros, mujeres del mundo ¡no se dejen quitar la regla!

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