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Sin mirarnos

Puede sonar a lugar común, pero hay grandes verdades de la vida que las expresiones hechas dicen bien: pensar en mi país es pensar en mis afectos… Mis afectos todos, familiares, amigos y amistades y hasta los desconocidos que por gentilicio reconozco similares, por no hablar del paisaje, las frutas y el recuerdo que también son afectos. El problema surge cuando esos afectos se modifican con los años, las distancias y las dificultades en disfavor del cariño. Porque los afectos se pueden transformar en dudosos, cuando no irremediablemente en adversos.

Si empezamos a entender a los otros con el color de la piel como medida, terminamos por vivir entre iguales, rodeados de enemigos, en este mundo mezclado. Quiero decir que si te basta asumir que porque es blanca, tiene dinero, se opone al gobierno, y es culpable de la pobreza; es porque también te basta saber que es moreno, para presumir que es malandro, inculto, gobiernero y/o golillúo

Y así nos vamos desqueriendo en Venezuela, por estos días que corren por estas calles, sin sabernos y sospechando. Protegiendo el trópico de nuestra mirada, detrás de lentes oscuros, sin reconocernos; encerrados en carros blindados de vidrios ahumados o encascados en motos sin placa y mujer en parrilla. Sin posibilidad de dialogar la diferencia. Y así, sin mirarnos, se nos ha ido socavando la sonrisa, dificultando el abrazo, amapuches y besos sin motivo, que se han vuelto cada día mas raros. Lo grave es que esa alegría de querernos irresponsablemente era nuestra mayor riqueza, mucho mas que el petróleo que nos ha condenado a vivir lejos de la tierra, haciendo dinero fácil.

Es una novedad: en Venezuela ahora no nos vemos. Si pagas el estacionamiento, el señor de la taquilla te habla y te da el vuelto sin voltear la mirada. Si vas a la farmacia tienes que alzar la voz para que la dependienta que conversa con otra empleada, a un par de metros del mostrador, te oiga y decida en tal caso atenderte, aunque sin acercarse. Si sucede el expendio es sin contacto visual, mirando a la derecha si la cliente está al frente. Y si insiste mucho la clienta y pone a la dependienta a trabajar de más, por pedirle que busque el equivalente al producto que la clienta quiere pero no hay, el maltrato puede pasar a mayores verbales.

Lo que sucede es una ruptura, un divorcio. De los unos con los otros y con la realidad que ellos representan y al revés. Nos estamos separando hasta en los mas mínimos gestos, a toda hora, en todas partes. Todos contra todos.

Cuando vuelves a la casa y te proteges del afuera lleno de peligro, te queda la tristeza, el agravio del desprecio del que te habla sin mirarte, el sinsabor del desencuentro. Y piensas que es mejor refugiarse entre conocidos, en el cariño de los amigos de siempre.

Y es cuando descubres que los amigos no son impunes: entre cómplices de toda la vida, ahora cualquier adjetivo se puede fácilmente volver irritante, desconsiderado, traicionero e imperdonable. Cualquier distracción, signo de desprecio, petulancia, perorata. De modo que cuesta abrir la boca. Pero si no abres la boca, y sonríes, tampoco está puesto a salvo el cariño, pues cabe sospechar que tu prudencia está escondiendo cosas peores de las que dices, de modo que tampoco el silencio se vive en paz. Entre amigos también nos hemos dejado de ver.

No voy a hablar de Capuletos y Montescos, de los dramas de parejas y familias separadas porque no comparten una manera de asumir la realidad que los golpea o los favorece, pues tanto es que nos hemos convertido en el reino de los puntos de vista opuestos, que sería llover sobre mojado. Lo que sí se me antoja es establecer paralelismos con las culturas sajonas, esas que se suceden al norte del trópico. Porque la tendencia es que los nórdicos andan buscando una manera de acercarse y de mirarse por superar el frío y la lluvia, con nuevos procedimientos. Mientras nosotros nos estamos separando. Pareciera que una vez mas, nos estamos moviendo en sentidos opuestos, norte y sur.

Treat your threesomeces like humans!

No quiero hablar de la bisexualidad, a pesar de que es un plato que tiene atestados los menús afectivos de los mas jóvenes, tal vez porque piensan que así tienen mas chance de evitar la soledad y el desamor.

Quiero hablar de los tríos, un clásico desde los principios del erotismo, que se revisita con furor reciente. En el Vogue de esta semana aparece un artículo sobre la relación sexual a trío, como si se tratara de una técnica de maquillaje para perfilar la nariz, o una receta para hacer el atún sellado. Quiero decir que el desparpajo cotidiano con que el articulista asume el tema, me dejó modosa y sin vista, mi guayuco en evidencia.

El todo de la conseja consiste en que hay que tratar que las relaciones de tres sean equitativas, que todos den y obtengan igual atención sexual en el encuentro. Porque en los tríos, los celos son muy fáciles de convocar.

También apunta que lo mas aconsejable es alejarse de los amigos y conocidos por evitar entuertos y ser mas libres. Pero a su vez, es importante no ir cazando o acosando solteros y solteras por ahí para proponerles de una vez que compartan la cama contigo y tu pareja. Lo mejor es irlo cocinando: una cena, otro día pueden ser unos tragos, un paseo… hasta llegar a las sábanas. Muchos parecen coincidir en que es mejor si se threesomea sin drogas ni alcohol, porque es muy bizarro lo que sientes cuando te despiertas después de una orgía que sucedió en la inconsciencia del consumo en exceso de estupefacientes.

Además es bueno saber que cuando una pareja se junta con un tercero, no arregla sus problemas, ni abre una puerta que ilumina las verdades de su sexualidad mas profunda ni su ser interior. No. Muy por el contrario, si no están bien como pareja, no es aconsejable que se busquen a un tercero o tercera porque puede terminar con desgracia. En el mejor de los casos el threesomeo alcanza para que la pareja estable comunique y hable sobre el amor, sus miedos, sus confianzas… ayuda a que se miren por dentro y que miren al otro de alguna manera. Pero este resultado aunque deseable no es tan frecuente como apetece.

Otro aspecto importante es que hay que evitar que el tercero en cuestión, el que no cuenta, al que después no miran ni vuelven a ver, o ni se imaginan lo que siente, ni les importa, se sienta usado como un accesorio que se deshecha luego que se usa. Se aconseja pensar que el tercero que metes en tu cama “es un ser humano, una persona”.

Semejante advertencia me escandalizó tanto como cuando supe que los africanos eran expuestos como animales de circo en la París de 1878 y 1898, cuando la gente los iba a ver en familia, por descubrir el mundo de los salvajes. Estamos hablando de 28 millones de personas que visitaron la Feria Internacional de París, que exhibía a 400 “indígenas y aborígenes” como una de sus mayores atracciones, por decirlo en números. Y por no hablar mal de los franceses, debo acotar que estos zoológicos humanos o exposiciones etnológicas como se llamó a esta tendencia del siglo XIX hasta tan recientemente como principios del XX, tuvo sus primeros antecedentes en Monctezuma, que gustaba de exhibir enanos, albinos y jorobados. Los Medici llegaron al exceso de tener una colección de humanos de diferentes razas en el renacimiento.

Las poblaciones consideradas exóticas por los occidentales europeos, eran exhibidas popularmente y con mucho éxito no sólo en París sino en Hamburgo, Barcelona, Londres, Milán, Varsovia, Nueva York… exhibían sin pudor a personas desnudas o semidesnudas encerradas en pajareras. En el zoológico del Bronx en 1906, sin ir mas lejos, se llegó a exhibir un pigmeo del Congo de nombre Ota Bengaput, en una jaula entre monos. Según el New York Times fueron pocas las voces objetantes de semejante abominación. Sin embargo la controversia surgió cuando un clero afro-americano alzó su voz ofendida:

«Pensamos que nuestra raza está lo suficientemente depreciada sin que sea necesario exhibir a uno de nosotros como si se tratara de un simio», dijo el reverendo James H. Gordon , superintendente del Asilo de Huérfanos de Color Howard, en Brooklyn. «Creemos que somos dignos de ser considerados seres humanos, con almas «.

El comentario en el artículo de Vogue (Culture/Opinion/ “Breathless: how to have a Threesome”, Marzo 11) me recordó ese episodio cuando aconseja pensar que el tercero en tu cama es un ser humano, una persona.

Like, match, chat, date!

Y si  no son tres ni dos sino que andas solo por la vida,  para eso te bajas Tinder. Una nueva manera de mirarse, de aparearse, de buscar afecto, de querer. Sin correr riesgos, escoges a los que te gustan sin que ellos sepan que fueron escogidos a menos que ellos a su vez te escojan. De modo que sólo si tú también le gustas, sucede el match, luego el chat y si sigue, pues el date. El problema es que la oferta es entre los que viven en un radio de pocos kilómetros a la redonda de tu casa. Lo que quiere decir que podrías terminar durmiendo con todo tu barrio. Aunque hay que aclarar que no todos los dates terminan en sexo.

Los mas inteligentes aunque es muy difícil que se sobrepongan a la tentación de postear las fotos donde mejor salen, mostrando sus atributos conductuales que más aprecian aunque no sean los que más los definen… prefieren sí mostrar su fuerza de carácter desde un principio. Una bella y joven amiga me refiere que se preocupa porque el tinderinging que carga la puede engordar: demasiado restaurante, demasiado vino. Por eso decidió likear un tipo mas outdorsy. Cuando le pidió el date, le dijo que quería verlo de día, y más aun, le precisó: get creative!Soy mandona, mejor es que lo sepan de una vez y así no perdemos tiempo ninguno de los dos. Yo no pierdo nada porque no lo conozco. Así que si sigue jugando es porque sabe a lo que se atiene y le interesa. A mí lo que me interesa es que me quieran como soy.”

Las vueltas que da el mundo: los que siempre se habían querido, de cortejo y serenata, de chiste fácil y conversación como si de toda la vida, entre desconocidos, ahora no se abrazan ni sonríen, tienen miedo, desconfían y desprecian. Y los que concretos, sin tapujos y directo al grano, sin importar que me quieras o no, yo igual estoy seguro y me satisfago y “si te he visto no me acuerdo”, acusados de fríos e insensibles, empiezan a explorar nuevas maneras de ejercer el amor que, aunque no sabemos a dónde nos va a llevar, por lo menos muestra una necesidad de resolver el problema de estar tan solos y vivir sin mirarnos.

No me gusta mucho decirlo pero una vez más, aquello de que norte y sur vamos en direcciones opuestas, garantiza la permanencia del desencuentro entre culturas que le ha hecho tanto daño al mundo.

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