Mientras se forma una turbulencia financiera en el mundo, que muy pronto podría terminar en recesión global, el gobierno mexicano aparenta que no pasa nada y que todo está bajo control.
Varios hechos concatenados indican que se han encendido las luces de alarma en las economías del mundo.
Por un lado, el desacuerdo Arabia Saudita-Rusia en la OPEP para bajar la producción de petróleo desembocó en una caída del 30 por ciento en el precio internacional del crudo; por otro, la crisis del coronavirus introdujo un “sofocón” y ha enfriado los motores de la economía mundial; más acá, según datos del último trimestre, Latinoamérica ha comenzado a sufrir los estragos de la baja en la demanda de materias primas para el mercado global.
Las señales que todo esto envió a los mercados fueron de desconcierto, inquietud, incertidumbre y alarma, lo que desembocó en el “lunes negro” del 9 de marzo en el mercado bursátil, fecha en que el rendimiento de las bolsas del mundo cayó entre 6.3 y 11.7 puntos porcentuales.
De acuerdo con el almanaque de crisis mundiales de las últimas tres décadas, esta es la peor caída del precio internacional del petróleo desde la Guerra del Golfo, en 1991, y el mayor desplome de las bolsas más importantes del mundo desde 2008.
Esta turbulencia financiera, derivada fundamentalmente de la inestabilidad en el mercado petrolero y la crisis del coronavirus, no sólo inducirá un periodo de prolongada volatilización financiera, también aumentará los riesgos previstos de una recesión global.
Estos hechos tendrán un efecto negativo sobre todo en las economías subdesarrolladas, “holgazanas” y emergentes del planeta, entre las cuales se cuenta México, cuyo gobierno se halla muy mal parado y sin saber qué hacer para hacer frente a los desafíos mundiales que vienen.
Es decir que, tomando en cuenta los ingredientes locales de la crisis mundial, México podría verse en muy serios apuros de inestabilidad para lo que resta de 2020.
En efecto, el gobierno federal no sólo ha recortado nueve veces la perspectiva de crecimiento de la economía para 2019 y 2020, que ya suma cinco trimestres sin crecimiento y en recesión real, sino que, además, ya echó mano de lo que podría amortiguar cualquier golpe a la economía y darle un respiro al país: me refiero al Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestales (FEIP) creado en el gobierno de Fox como plataforma de ahorro y soporte de cualquier eventualidad económica, del que México podría disponer para hacer frente a la caída de PEMEX, a una disminución significativa de la recaudación tributaria o a una crisis mundial como la que anuncia el pálido horizonte de hoy.
Tener una cauda de inexpertos e improvisados -así reconocidos internacionalmente- al frente del sector energético del país, implicó que PEMEX tuviera pérdidas por 34 mil 923 millones de dólares en 2019, no sólo por la terrible caída de su plataforma de producción, sino por la disminución neta de sus ventas al exterior, además de la inversión a fondo perdido que significa la refinería de Dos Bocas en Tabasco.
Para apuntalar a la paraestatal más emblemática de México y ocultar sus pérdidas y déficits, el gobierno vio una solución tan fácil como irresponsable: tomar del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestales 3 mil millones de dólares e inyectárselos a PEMEX, para disimular las pérdidas de la paraestatal en 2019 y generar, de paso, la impresión de un superávit primario.
Ya recorrido el camino de “cuadrar” las cifras de 2019 y “vender” la idea de un gobierno eficiente, se hizo lo mismo en 2020: sabiendo que no produce lo suficiente y que es la petrolera más endeudada del mundo, el gobierno le inyectó a PEMEX otros 3 mil millones de dólares en el actual ejercicio fiscal, para disimular lo que todos sabemos: que no es ya la principal fuente de ingresos fiscales del gobierno, sino todo lo contrario: el lastre principal de una economía siniestrada.
Todo esto, lo que indica es que el gobierno se ha quedado sin fondos de estabilización para hacer frente a la contingencia mundial y sin soportes para amortiguar la falta de crecimiento interno en 2020.
Y el panorama parece todavía más negro y complicado, cuando a aquellas calamidades debemos sumar la peor caída histórica del peso frente al dólar, una inflación que se sitúa en 3.7 por ciento (su nivel más alto en siete meses) y una tasa de creación de puestos de trabajo que sigue a la baja.
Lo peor de todo esto, sin exagerar, es que el gobierno de López Obrador -incluido el gabinete económico- sigue sin entender el pantano de problemas en que ha metido al país.
Pisapapeles
En México, a través de la historia, tenemos varios ejemplos del daño que puede hacer un hombre de carne y hueso al país. Según parece, a la lista hay que agregar otro innombrable.