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Paola Maita

¡Shhh!

Al fin había llegado el día. Para los venezolanos, el martes 26/07 significaba que por fin obtendríamos una pronunciación definitiva sobre la siguiente fase del referéndum revocatorio que se está gestando hacia el presidente Maduro. Era el momento de saber qué pasaría con el proceso después de un mes de espera.

En la mañana y en la tarde no se dijo nada, pero eso no me extrañó. Sí, rumores volaban, pero nada cierto. Después de todo, los venezolanos estamos acostumbrados a las ruedas de prensa de la rectora del CNE tipo late night show, algunas veces bien pasado el horario de late night. Terminó el día, y… nada. Seguimos sin fechas para la siguiente etapa, la recolección del 20% de las firmas del electorado que finalmente activaría el Referéndum Revocatorio. Lo pospusieron hasta el 1º de agosto.

El silencio del ente rector comicial es inaudito en comparación con el ruido que hay en la calle. Los venezolanos nos hemos caracterizado por ser un pueblo escandaloso y parrandero, pero lo que se escucha en estos días en la calle no tiene nada que ver con eso. Sobra decir que la situación de los alimentos va para peor, pero algo que me llama la atención es la necesidad de expresión que impera.

Hace unos días, haciendo unas compras, varias personas se ponían a conversar espontáneamente entre ellas sobre la situación que hay en el país, como sucede en cualquier congregación de más de 3 personas en este momento. Comentaban sobre cuánto pagaron por tal producto, o cuánto subió otro. No pasó mucho tiempo antes de llegar al tema macro: situación país, Maduro, inflación…

Contrastando ambas situaciones, el país se me hace como un gran chiste malo y cruel que no termino de entender. El reclamo de la población vs. el silencio de las instituciones o las respuestas inadecuadas o las negaciones o… Sinceramente, no me alcanza la imaginación para prever las movidas del Gobierno.

Así que aquí seguimos, peor que una novia de pueblo, esperando una respuesta que podría ser que no llegue nunca, porque vivimos en un país donde el papel de baño es más valioso que la ley, una patria con una realidad paralela y tergiversada.

Siempre intento creer que cada quien desde su trinchera puede aportar algo para construir o mejorar su entorno, pero la realidad de este país se devora las buenas intenciones. Aun así, seguiremos informando. Mientras se pueda.

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