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Say No More

Hablar de Charly García es como hablar de Pablo Picasso. Era apenas un crío, cuando hizo discos memorables, impresionantes, como “Pequeñas anécdotas sobre las instituciones”, con Sui Generis.  Charly pasó hace rato la curva más alta de su carrera, pero se mantiene en forma, trabajando de manera muy consistente. Ha perdido casi del todo aquella voz de arcángel; eso no importa.

Siendo un quinceañero, cayó en mis manos un material de Sui Generis: fue un encuentro cercano del tercer tipo. No podía creer lo que estaba escuchando. Me hice adicto total. Fui a ver a Charly al Poliedro de Caracas, y me interesó poco el tramo del concierto que abarcaba su obra reciente. Pero cuando arrancó a tocar un tema de Sui Generis, bajé al foso totalmente enardecido.

Charly me vio desde el stage, se dio cuenta de que estaba totalmente enloquecido, y me lanzó el pic de su guitarra, con un gesto de “cálmate mocoso”. No pude atraparlo, se perdió entre la masa. Pero me quedó el tesoro del momento.

Años más tarde, cubrí un par de ruedas de prensa de Charly. Le pregunté qué se podía hacer para combatir la piratería, y me disparó, casi con asco: “que no hagan más discos”. Un periodista le preguntó si quería fuego, para encender su cigarrillo, y le espetó: “No, quiero publicidad”. La ley venezolana prohíbe fumar ante las cámaras de televisión.

La obra de Charly es colosal, inmensa, no hay muchos ejemplos parecidos en América Latina. Tal vez Frida Khalo, el Gabo, Armando Reverón, qué se yo. A partir de la placa “Cómo conseguir chicas”, García comienza a experimentar con los teclados, para decorar sus temas con especies de fantasías niponas, que tocaban de cerca su pandemonio interno. Me refiero a rolas como “No me verás en el subte”.

Eso revienta del todo en el álbum “Say No More”, ese disco loco, de plástica demente, de colores pantanosos. Muy poca gente lo entendió. Mucha gente dejó de seguir a Charly. Pero es la época en la que más me interesó su trabajo.

Spinetta dijo una vez que Charly era “un inmenso talento, inmensamente desperdiciado”. Eso no deja de ser verdad. Creo que a Charly se le fue la mano con las drogas, pero incluso en sus momentos más revoltosos, hizo joyas como “Rock and Roll Yo”, “Influencia” o “El Aguante”. Es mentira que se andaba por las ramas. Todavía hoy está la placa “60×60”. Una muestra clara de que se mantiene arriba.

Para quienes queremos a Charly como si fuera un padre, sin haber hablado siquiera con él, fue un golpe muy doloroso saber que lo habían amarrado a una cama. Un total exabrupto. El video de la rola “Deberías saber por qué”, fue un gran tranquilizador, al menos para mi. Fue un alivio saber que García había salido de ese duro trance, si bien estaba bastante gordo, y era obvio que estaba muy medicado.

Por lo que veo, hoy García ha recobrado el equilibrio. Me cuenta gente cercana a él que sus hábitos son muy sanos, y que su talante es jovial y ligero. Charly es un hombre joven todavía. Podría ofrecernos muchos discos de lujo todavía. Hago votos por que su disciplina no se quebrante, que no baje línea, que no llame al Diablo, porque llamarlo es fácil; lo difícil es verlo llegar.

En una entrevista muy vieja dijo que su método de composición era colocar una grabadora sobre el piano, porque le parecía que las máquinas eran tontas. En una de las ocasiones en que vino a Caracas, en los 90’s, dio la casualidad de que mi chica era parte del staff de prensa, así que nos fuimos a un bar con Charly, después del show.

Había unos músicos de cartón piedra, que le abrieron paso sobre un teclado de calidad barata, y le colocaron un clip de ritmo: “Sí, prendé la maquinita esa”, lanzó. Cuando terminó de tocar, dejó el saco sobre la silla. Yo tendría 18 años. Muchacho no es gente. Le dije: “Charly, tu saco”. Y ni siquiera me miró. El saco lo tomó la Bruja Suárez, agradeciendo con mucha gentileza.

Luego Charly volvió a su mesa, pero en el trayecto casi se estrella contra una pared de vidrio. Siempre andaba volado. Luego trató de bailar merengue con mi chica, con muy poco éxito, honremos la verdad.

Parece que Charly ha hecho buenas migas con Yoko Ono. Es justo y necesario. Me parece que está en esa línea, en ese ring. Charly no tiene nada que envidiarle a Lennon, a Dylan, a Lou Reed. Lo que pasa es que los mercados latinoamericanos son más austeros, más pequeños.

Charly es, by far, uno de los 20 mejores artistas de América Latina. Muy poca gente ha tocado el Primer Mundo con tanta solvencia. El que cierra, y el que apaga la luz. Ahora está bien, y eso se agradece. Qué seríamos hoy sin él. Ojalá no vuelva a andar de boludo, porque sería una lástima, un tremendo desperdicio. Charly está a tiempo de todo. Todo dicho, y todo por decir.

Say no more. La entrada es gratis, la salida vemos. Don’t follow leaders. La película te la montás vos. Todos aquellos signos y señales, eran los primeros indicios de su revolución telepática. Loco lindo, que te comes las veredas: no te cierres el camino tú mismo. Hasta los gatos de metal, se pueden pegar muy duro.

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