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Adrian Ferrero

Sandra Mianovich: una artista argentina a la vanguardia

Para la presente nota realicé una investigación que se basó fundamentalmente en un trípode: entrevistas televisivas a Sandra Mianovich, artista de cuya carrera y de cuya personalidad me ponían en conocimiento y de quien voy a dar cuenta. De un documental relativamente reciente sobre ella. Y, ya desde fines de los años ’80, como oyente remoto (pero esporádico, sin comprar sus álbumes), de sus CDs. o de su grabaciones. En particular inclinado por desentrañar sus letras, en virtud de mi capacidad de interpretar textos por mi profesión de escritor y Dr. en Letras. No obstante, el discurso audiovisual fue útil. Sus shows en vivo con sus declaraciones sobre el escenario, su mímica y su repertorio sirvieron, con noción de conjunto, como fuentes útiles para procesar una serie de materiales a partir de los cuales elaborar hipótesis de lectura, por un lado. Por el otro, de reconstrucción de su trayectoria desde su infancia hasta este presente histórico en que la encuentro en plena producción de nuevos proyectos.

Me gustaría realizar un repaso (y una recuperación), como mínimo somero, de la prestigiosa trayectoria de la intérprete (muy esporádicamente compositora), actriz de cine, teatro y TV, conductora de TV y radio, jurado de programas artísticos de la TV, actriz e intérprete en musicales (muy en particular basados en la cantautora y escritora María Elena Walsh), entre otras facetas no menos sorprendentes de una personalidad que, en vista de sus iniciativas en el campo del espectáculo y el arte se ha revelado como alguien no solo de talento en un sector de trabajo de modo sobresaliente y dominante, sino en una diversidad de ellos. 

Las actividades de esta mezzosoprano naturalmente que no han pasado desapercibidas a las personas que aprecian las dotes y la ductilidad, la plasticidad y el poder de interpelación hacia públicos tan dispares acudiendo a una serie de repertorios tan diversos como de una infinita riqueza y que verdaderamente ofrecen desafíos incuestionables a una intérprete. Sandra Mianovich ha sido una artista que en todo su alcance ha resultado en cada iniciativa, digna de ser estimada y aplaudida.

Antes de comenzar a referir en sucesivas etapas la vida profesional y personal de Sandra Mianovich, quisiera expresar que la misma protagonista de esta nota ha declarado, siempre con altura, pero con total franqueza, poniendo en contexto sus declaraciones, con sinceridad y a su debido tiempo (que no fueron sus comienzos), detalles acerca de su vida privada haciéndolos públicos. Con todo el respeto del que soy capaz y ella merece, procuraré dar cuenta de ellos para que, de modo iluminador, su obra artística también se vea refrescada por aires que le permitan una respiración a ella y a los lectores una mejor comprensión de su persona, de su ética, del perfil por el que optó para manejar su vida privada en el ámbito mediático. De la reserva de la que fue partidaria pero que ahora considera puede conversar en la esfera pública, por un lado. Y, por el otro, para permitirnos llegar a alcanzar la capacidad de entender la resistencia que debió ofrecer frente a una cultura patriarcal hostil que afectó de modo elocuente su estilo de vida y estilos de vida u opciones que no fueran los hegemónicos. De modo que en este marco, que es el mismo en el que ella ha puesto sus declaraciones, hago lo propio con las mías.   

Comenzaría mencionando algunas de las distinciones de Sandra Mianovich (Buenos Aires, 24 de abril de 1957), como mínimo en nuestro país, porque las ha habido también internacionales. Lo haré, por un lado citando esos premios. En paralelo procederé en varias oportunidades, a hacer referencia a con qué motivo le fueron otorgadas dichas distinciones aprovechando para trazar la primera cartografía que informe a los lectores que no la conocen acerca de esta distinguida artista argentina sobre los hitos de su vida y de su carrera. Estoy interesado también en plasmar una silueta lo más completa posible de su personalidad y de sus actividades profesionales para mostrar precisamente de qué arcilla está compuesta esa silueta. Cuál ha sido la materia a partir de la cual su identidad se ha conformado como sujeto mujer desplegando una impetuosa actividad creativa asumiendo cada uno de esos retos con la misma excelencia y condición proba.  

En efecto, se ha hecho acreedora al Premio Konex de Platino 2015, en el rubro de Solista Femenina de Pop, Premio Konex de Platino 1995 como Cantante Femenina de Pop/Balada, Premio Konex 2005 en la categoría Solista Femenina de Pop/Balada, entre otros. Los premios Konex, para quien no los conozca, por lo general están destinados a personalidades destacadas de las humanidades, las artes o la cultura en general. Pero son premios de prestigio en el seno del campo cultural argentino. Hace falta haber recorrido una larga trayectoria para hacerse merecedor de ellos. Constituyen un triunfo profundamente anhelado por muchos creadores o humanistas. Cuando llega simplemente lo celebran como un logro que viene a reconocer un trabajo sostenido en su campo artístico o humanístico de competencia. Puede que no estén pendientes de que les sean otorgados pero si ello tiene lugar será un reconocimiento a una enorme seriedad en el seno del campo en que han desplegado su trabajo de modo sostenido. 

Sandra Mianovich fue una personalidad que en dos palabras definiría como insurreccional respecto del sistema de las representaciones sociales y una semiología que a la mujer la confinaba al rol pasivo del silencio. Ella cantó. Fue la contracara pública de ese silencio histórico. Su fecha de nacimiento señala una coordenada impactante generacionalmente: ella pertenecerá en lo relativo a la Historia argentina a una generación signada por un período autoritario en su juventud que ella como personalidad libre que fue, según entiendo, no debe de haber visto con buenos ojos. Mucho más consagrándose a actividades artísticas en las cuales la libertad de expresión resulta ser una pieza clave. En efecto, confirma esta idea el hecho de que su primera presentación como intérprete tuvo lugar el 20 de mayo de 1976 en “La Ciudad”, mítico café concert de Buenos Aires. Fue la primera mujer en cantar en el Estadio Obras con 2 funciones agotadas. En 1986 participó en el Festival internacional de Viña del Mar, donde obtuvo la Antorcha de Plata. También reconocida con varios premios ACE, Carlos Gardel, y Martín Fierro. Presentó programas de TV para Much Music y TN, y el ciclo de entrevistas “Soy lo que Soy”. Como actriz, participó en las películas “La Isla” y “Los Miedos”, del director Alejandro Doria. En televisión en “Vulnerables”, “Costumbres Argentinas”, “Criminal” y “Gladiadores de Pompeya”. Tiene más de 20 discos editados (hasta la fecha en que realicé la presente nota) y muchos conciertos en el Teatro Ópera. Ha recorrido varias veces el país llevando su voz por todos los rincones de la Nación. Fue nombrada Personalidad Destacada de la Cultura de Buenos Aires. Mencionaré algunos hitos, compases fundamentales, distinciones empezando por un reconocimiento a su trabajo en la década del ’90, durante la cual realiza emprendimientos relevantes, que pasaré a detallar.

En efecto, en diciembre de 1990 viaja a Europa y reside en 1991 con su abuelo materno. Canta como solista en una sala de la UNESCO. En 1992 gana el Premio ACE en la categoría mejor baladista femenina. En1994 aparece su álbum “Cambio de planes”, también ganador del premio ACE en la categoría mejor baladista femenina. En 1995 protagoniza una obra teatral con canciones de María Elena Walsh, “El país de no me acuerdo”. Es conductora de TV en “Latin Music” por Much Music. El programa gana el Premio Martín Fierro 1996 en el rubro mejor programa de música latina. Obtiene el Premio Konex de Platino como Mejor Cantante Femenina de Pop/Balada de la década en la Argentina, y es convocada para participar en el homenaje a Carlos Gardel en el 60 aniversario de su fallecimiento, llevado a cabo en el Teatro Nacional Cervantes interpretando el tango Golondrinas. En 1998 actúa en teatro con la obra “Manuelita de Pehuajó”. Conduce “Otro cantar”, en FM La Isla, junto a su hermano, el músico Iván “Vane” Mianovich, entre otros. En 1999 es citada por el músico Lito Vitle para participar de su álbum “El grito sagrado”, junto a María Elena Walsh, Víctor Heredia, Jairo, Juan Carlos Baglietto,, Alejandro Lerner, Pedro Aznar y Fabiana Cantilo, todos músicos argentinos de reconocido prestigio, interpretando el “Himno a Sarmiento”. Destacaría como un momento importante de esta década la grabación del álbum “Encuentro-Sandra Mianovich/Marilina Ross”, CD compartido con Marilina Ross, de quien grabaría su emblemática canción “Puerto Pollensa”. Como vemos, la década del ’90 se presenta como un despliegue de proyectos y realizaciones particularmente fecunda y activa para esta artista porque es convocada para numerosos proyectos por actores, músicos y ámbitos mediáticos de incuestionable trascendencia, además de proseguir con su carrera musical. 

¿Y qué sucede en los años 2000 en su vida, más cerca de este tiempo actual que el de aquella jovencita que en 1976 debutaba en un pub histórico de la Ciudad de Buenos Aires? Hagamos un sumario recuento respetando su cronología. 

En 2000 se edita el álbum “Todo tiene un lugar”. En 2003 participa como actriz y como solista, en TV, con “Costumbres argentinas”. Ese mismo año se edita el disco “Sin tu Amor”. En el año 2004 se realizaron en el Teatro Maipo una serie de Shows con la Antigua Jazz Band y Opus cuatro que luego fueron editados parcialmente en otros álbumes. En 2005, graba con Patricia Sosa el Himno Nacional Argentino en “Radio Mega”. Actúa también en este año en la miniserie de TV “Criminal”. Obtiene el Premio Konex Diploma al Mérito como una de las cinco mejores Solistas Femeninas de Pop/Balada de la década en la Argentina. En 2006 actúa en “Gladiadores de Pompeya” junto a Andrea del Boca. Al año siguiente cumple 30 años junto a la música y sus 50 años, edita un álbum en vivo grabado en el Teatro Ópera con sus clásicos. En 2008 presenta en el Teatro Maipo el espectáculo musical «Eladio Quiero» con canciones de Eladia Blazquez y libro de Carlos Tarrío. En 2015, la Fundación Konex  le otorga el tercer Premio Konex a su carrera, esta vez el Konex de Platino, en la disciplina Solista Femenina de Pop. Condujo el programa de radio “Soy nacional”, en Radio Nacional. Fue fundamental este programa para Sandra Mianovich porque la música ocupaba en él un lugar capital. La cortina musical fue compuesta por ella. Y se ocupaba de musicalizar ese programa.

Lo cierto es que Sandra Mianovich ha editado más de 20 álbumes, como dije, algunos en vivo, otros en estudio, algunos como solista, otros en dúo o bien con bandas o grupos (con Marilina Ross, con Celeste Carballo, con las formaciones de jazz arriba citadas), pero esta producción sostenida, permanente, también es un indicio de la afirmación de una vocación que evidentemente acarició desde sus primeros pasos, cuando debutó en público, pero que también constituye la  tendencia y la prueba de una señalada trayectoria en torno de varios géneros musicales que, de modo inclusivo en lugar de excluyente, lleno de matices, de posibilidades creativas, de un versatilidad que asombra en una intérprete, le permiten también a ella misma crecer como artista, creo yo. No resulta frecuente encontrarse con cantantes que cultiven, de un modo tan plástico y preparado, con tan buena formación, con tan alto grado de perfección, con voz tan afinada y conmovedora distintos géneros musicales. También que lo hagan exitosamente, con la misma destreza y también que en esas canciones mantengan una coherencia ideológica además de estética, si bien la progresión en la temporalidad siempre señala cambios en los rumbos, en las tendencias, en las incursiones por otros territorios de la experiencia de la condición humana, experiencias que, en su caso particular han demostrado ser siempre innovadoras. La suya ha sido siempre una carrera honesta que demuestra tanto multifacetismo como idoneidad, no solo en el canto. 

El 12 de agosto de 2012 Sandra Mianovich le dona un riñón a una persona cercana a sus afectos y su entorno. Tal circunstancia genera revuelo mediático. Este hecho produjo un impacto que significó una intervención de los medios en su vida con pocos precedentes. La persona a la que se lo donó, tenía la compatibilidad absoluta para realizar tal donación. Y Sandra Mianovich expresó que sintió que a partir de ese momento sí realizaba una arenga, como no lo había hecho en torno de otros aspectos de su vida que bien se hubieran prestado para tal ejercicio. No lo había hecho con la música con el objeto de traducir prácticas o conductas sociales, por citar un caso evidente.

Recordemos que siendo la hija de la ex actriz, conductora y periodista Mónica Cahen  D’Anvers, con ancestros no solo que valoraban y provenían de esa vertiente del arte musical, la cultura y que pertenecían a una clase, por llamarla de alguna manera, patricia, de prosapia, ella eligió proseguir una senda radicalmente distinta. Si bien lo hizo en la línea fundamentalmente musical, la abordó desde una perspectiva que resultaba corrosiva de los signos culturales. Sandra Mianovich no la utilizó como una plataforma ni como una fuentes de celebridad o legitimación (que jamás le interesó, cultivó más bien un perfil que si bien intervenía en la esfera pública lo hacía con un objetivo claro, nítido, que no es el de la obtención de la fama sino para que los discursos sociales, las representaciones culturales de la mujer que planteaban una posición crítica tuvieran un mayor efecto de impacto y persuasión). No con el objeto ni de escandalizar ni  menos aún de ruidosamente hacerse un espacio en la feria de las vanidades. En tal sentido considero que es de destacar el proseguir, nuevamente, la herencia de su madre quien, precisamente, también optó por una vida discreta, sin exposición de su vida privada  pese a pertenecer por profesión a un ámbito mediático. Naturalmente que Sandra Mianovich actuó en shows televisivos y fue entrevistada en numerosas oportunidades por los medios porque por su carrera perteneciente al universo del espectáculo no podía evitar que tales prácticas sociales tuvieran lugar. No podía eludirlas. También debía promocionar sus shows o bien sus álbumes. Pero no hizo de esa práctica un culto de personalismo carismático ni buscó de por sí convertirse en una celebrity. Más bien evitó ese estereotipo tan frecuente en el universo artístico.

Respecto de estos antepasados ilustres de los que era heredera, tampoco se aferró a las polleras de esa dama de los medios, que hablaba tres idiomas, comunicadora de los 

programas de noticias, figura de tanta visibilidad y hacia el final de su vida escritora de una autobiografía, para promover su carrera. Muy por el contrario, hizo su propio recorrido por la cultura artística, tomando distancia de la figura de su madre y de sus parientes, poniendo el acento en el universo semiótico musical, sin descuidar otras dimensiones y prácticas artísticas que le ofrecían posibilidades expresivas desde el orden de lo mediático ligado a lo musical, como es su condición de conductora, presentadora o actriz. Fue una personalidad potente que irrumpió en la esfera pública con mensajes claros, enviando a la sociedad una cierta clase de ideología que cruzaba lo sociocultural con lo musical en sus letras pero también en sus dúos. En tal sentido, tal dimensión desde mi punto de vista resulta encomiable. Son pocos los artistas que desde la música popular trabajan con arte de modo calificado y consignas claras pero sin pedagogías o didactismos penosos, sin demagogias, sino con la intención de plantear un debate en la esfera pública a partir de algunas canciones (no muchas) de su repertorio. Sandra Mianovich fue en tal sentido muy directa ya desde sus comienzos respecto de su relación con la sociedad, de las conductas o ideologías con las que entraba en colisión o estaba en disidencia. Promovió otras alternativas, de un dinamismo sociocultural asombroso porque con la mediación de su voz legitimó otros estilos de vida o procedió a neutralizar con una voz poderosa o una participación activa en cuidadosos eventos artísticos la alternativa a estas ideologías unívocas y a estos recorridos lineales por la sociocultura. Pues no. La propuesta que ensaya (y conquista) Sandra Mianovich es otra. Sin efectismos pero sí con sentido de convicción, de persuasión y también de intervención y participación en la esfera pública desde lo mediático pero también desde el intimismo de un pub o un teatro pequeño en el “interior del país”. Promueve una ética del semejante que la vuelven una persona irreemplazable en las artes musicales, escénicas y también mediáticas de Argentina. Desde esas perspectivas, que son plurales pero también son pluralistas que no entran buscando el choque sino más bien se refuerzan la una a la otra, se complementan, la interpretación (en sentido esta vez de los significados sociales y de los sentidos) que ella traza de la sociedad es severa y es crítica. Elabora una respuesta cultural contra la exclusión. No obstante, no se trate de alguien que asista a esa sociedad con el resentimiento de los insurgentes que son perdedores sino más bien con la posición de la resistencia que se pronuncia con palabras sin ambigüedades y sin eufemismos. Por su capacidad de trabajo y por su talento se vio coronada con premios a la excelencia de su quehacer y, ya a cierta altura de su vida, de su trayectoria.

Por otra parte, Mianovich tiene perfectamente en claro que su vocación está en el arte. En el arte de la interpretación dúctil que abarca desde la balada al pop, del rock al jazz. Vale la pena escucharla en sus interpretaciones de jazz. Porque al estar formada en idiomas, su interpretación de clásicos del jazz en inglés, sumada a la perfección de la entonación es perfecta. Tuve la oportunidad de escucharla no en Shows  (lo que espero pronto poder hacer), sino en grabaciones tanto de CDs. como de Youtube en las que pone de manifiesto esta línea de su trabajo de modo intimista pero a la vez haciendo notar que su voz no es la de alguien que no tiene presencia. Se trata de una voz poderosa que de pronto cobra otras particularidades, además naturalmente de hacerlo acudiendo a más repertorios. Se trata de nuevos matices que precisamente la desplazan de la tan transitada balada o bien del pop a los cuales nos tenían acostumbrados sus álbumes más celebrados, hasta esta nueva manifestación cultural. Se percibe exploración en Sandra Mianovich. No se percibe estereotipo. Hay una permanente inquietud con la decisión y la voluntad de crecer. También desde los principios y los valores.

Explica Sandra Mianovich que, cantando en pubs, ella había ido a un colegio bilingüe, motivo por el cual interpretaba sus canciones en inglés. Y en esa misma entrevista se refiere a que para que una persona pueda interpretar en su propio idioma, hace falta primero contar con una reportorio propio, hacerse cargo de un conjunto de canciones del cual apropiarse de modo singular. Ella cita el impacto que le había producido la producción de la cantautora Marilina Ross. Fue así como entre esa enorme cantidad de canciones de a todo lo largo de su trayectoria ella interpretó, “Puerto Pollensa”. Suma a esa canción. “Soy lo que soy”. Manifiesta que no se sintió jamás una revolucionaria, sino que tranquilamente fue alguien que de modo genuino defendió ciertos principios. También que en función de cantar canciones referentes a la libertad de elegir, estaba también cantando acerca de opciones en todos los planos de la vida. Se define con determinación como feminista, porque considera que no se puede no serlo. Alude en esta entrevista a los femicidios y sus cifras escandalosas.

Pienso que hay en Sandra Mianovich una profunda vocación de libertad con la que empapa a un público que la sigue desde sus inicios. Pero cuya fidelidad se ha mantenido inalterable. En efecto, Sandra Mianovich goza de una popularidad incondicional, invariable por parte de muchos fans (usemos esta palabra) que no solo la siguen sino que la hacen sentir respaldada en su calidad de artista, la legitiman en su calidad de personalidad de la cultura, porque es alguien cuya voz no solo merece ser escuchada sino resulta ser imprescindible que así lo sea en la sociocultura de la democracia argentina. Esta necesidad de un público que asiste a su carrera con la admiración hacia una persona que no se traiciona ni en su carrera ni en su hacer artístico, pinta el retrato de alguien, en primer lugar, éticamente probo. En segundo lugar íntegro. En tercer lugar, atento a principios y valores que se cruzan con las canciones (el punto más alto en su carrera) la vuelven una voz agente de cambio, como escribí en una nota precedente sobre ella. Resulta ser una voz principal para la cultura de Argentina, no solo en la dimensión artística sino como persona pública con poder de predicamento capaz de emitir mensajes que puedan innovar en la capacidad de ver, de ser, de elegir y pensar no solo el arte sino en distintas dimensiones del orden de lo real.  Y la sociedad argentina se muestra por lo general resistente a tal condición en diversos aspectos de su constitución y de su población. Sandra Mianovich, con un enorme poder de determinación persistió en sostener sin altibajos ni retrocesos ni menos aún contradicciones sus puntos de vista. Subrayaría la coherencia como virtud fundamental de su trayectoria y de su ética.

Las letras de sus canciones sumadas a las melodías conforman discursos sociales que emite con claridad y que, como es obvio para quien las ha escuchado, subvierten paradigmas anquilosados porque sacuden remezones conservadores que sus canciones o intervenciones asaltan sin concesiones pero tampoco con agresividad. Mianovich lee el mapa social no solo tal como se le presenta a ella en su propia vida o se le ha presentado alguna vez o se les presenta a otros, sino también tal como de modo comprobable, tangible se presenta a cualquiera que esté frente a esas formaciones sociales. Frente a tales estructuras sociales pone al alcance de las personas mensajes que son diáfanos en los significados y sentidos, que defienden la libertad de ser, de hacer y de decir, de afirmar y de afirmarse, de pronunciarse acerca de cuestiones centrales en lo que atañe a la vida de las personas en sus dimensiones vitales. Sandra Mianovich hace acto de presencia sin grandes gestos teatrales. En efecto, hay una autodesignación y hay autorrepresentación en las canciones de Sandra Mianovich. En sus canciones: la mujer afronta al orden patriarcal, no se deja amedrentar por el machismo (sobre el que la cantante de rock Claudia Puyó ya había alertado que era machista). Su presencia resulta ser entonces, por un lado, clave, por embestir estas ideologías sociales vinculadas al orden de lo artístico. Y resulta  ejemplar, paradigmática, en particular para el género femenino, el más acallado no solo musicalmente en ese ambiente machista como el del rock sino en términos generales en la sociedad que habitamos pese a ya haber trazado un camino importante y avanzado por sobre la frontera de la segunda década del siglo luego del año 2020. Entre estos discursos sociales nítidos que son enviados a la esfera pública, sobre todo entre los años ochenta y los noventa (que me parecieron los más acuciantes en lo referido a posiciones neoconservadoras en Argentina), pero que prosiguieron, Sandra Mianovich no se prestó a confirmar un status quo cultural sino que, de modo desafiante, se apropió de otros discursos sociales invisibilizados y los mostró, los puso a la luz del día sin la menor clase de intención de retroceder frente a una sociedad seguramente hostil o hipócrita fervorosa de quienes gozaban del favor mayoritario. Personas de esta naturaleza, personalidades de avanzada, a la vanguardia, que se lanzan a la esfera pública, afortunadamente en su caso, con éxito en su carrera, merecen a mi juicio un rescate  de naturaleza urgente por lo admirable que debería ser al menos por parte de las personas que pregonan una sociedad más equitativa, más igualitaria y en la cual las voces se muevan en libertad sin ser censuradas tácita o explícita, con la posibilidad abierta de expresarse. Circulando por la sociedad otra clase de mensajes conservadores o neoconservadores, las cosas están planteadas en términos distintos. Músicos o artistas en muchos casos improvisados. Una artista con la preparación y la formación de Sandra Mianovich no deja de resultar paradigmática para emular y estimar valorativamente en todo su alcance encomiable. Se trataría del comportamiento que habría de tener toda persona renovadora en el seno de una cultura como la de Argentina. 

Yo no estaba al tanto de la estética musical de Sandra Mianovich más que esporádicamente por verla en los medios o asistir a algunas canciones en medios de pasada. No obstante, cierta tarde vi en la vidriera de una disquería un álbum consagrado a la excepcional cantautora Eladia Bláquez. En efecto, en ese álbum Sandra Mianovich interpretaba buena parte del repertorio (diría: lo mejor de ese repertorio) de esta compositora y lo hacía con un arte, con una belleza, con una capacidad expresiva, con una posibilidad activa de transmitir y provocar emociones no solo a través de las letras de las cancones sino por el modo como su voz traducía esa música a la dulzura de la melodía. Esa voz provocó en mí, por un lado, un impacto imborrable. Por el otro, una suerte de magia difícilmente olvidable como oyente. Por otra parte, había un mensaje ético claro por detrás de ese título del álbum y por detrás o implícito en cada una de las canciones. A partir de ese momento comencé a buscar material de ella que, si bien pude apreciar tendía más al pop o la balada, no descuidaba tampoco otra faceta que para mí era más importante aún porque me interesa sobremanera y me inclino por esos géneros con sumo interés: el jazz y el blues. Encontré no álbumes pero sí partes de Shows intimistas en Youtube y eso hizo que la admirara más aún en su condición de intérprete de géneros que percibí resultaban ser tan heterogéneos.  Tal circunstancia no solo habla de alguien con la capacidad de un hacer artístico, esto es, de un interpretar, sino de un elegir con mucho detenimiento, poniendo especial atención y un criterio selectivo de extrema exigencia, el repertorio que va a editar o interpretar en un Show o en la grabación de un álbum. La condición de una sorprendente variedad de inquietudes musicales que se multiplicaban desde sus comienzos, en aquel 1976 en que debutó en un pub hasta este presente histórico en que de modo maduro ya, su hacer se proyectaba hacia posibilidades francamente increíbles. 

La interpretación de canciones emblemáticas a nivel nacional, como Himnos o como en otros casos las de Carlos Gardel, que muchos productores depositan bajo su responsabilidad, no hacen sino confirmar el reconocimiento unánime de sus colegas más destacados. Ellos la consideran una voz representativa y autorizada de la cultura musical argentina también necesaria en estas instancias en que representaciones nacionales de naturaleza de íconos fundacionales de la Nación o bien que son de naturaleza representativa a nivel colectivo, son puestas bajo su custodia. De su representatividad en el marco de los artistas musicales de excelencia valorados por sus pares. Esto le confiere una gran responsabilidad a ella como intérprete, esto es, desde la perspectiva de la artista que se hace cargo de representaciones sociales que para un país resultan cruciales porque definen musicalmente su identidad. Sin embargo, también lo es para el público, que puede apreciar el virtuosismo con que Sandra Mianovich se hace cargo de esa misión con sentido de seriedad, con preparación, con una formación que a estas alturas resulta indudable por la cantidad de oportunidades en que ha sido puesta a prueba. Estos íconos musicales representativos de Argentina le confieren precisamente a ella un carácter también emblemático. El mismo con que asumir la responsabilidad de interpretarlos (y el riesgo de hacerlo) la ponen en situación de afrontar con alto sentido de rigor su arte. 

Es cierto. Más intérprete que actriz o conductora. Sin embargo, brillando en cada una de esas prácticas sociales. Multipremiada en su quehacer cultural que pone de manifiesto a una mujer que asume riesgos, se enfrenta a costos, asume la exposición pública. Sin embargo, ese mismo riesgo se ve recompensado por una retribución no precisamente económica ni pecuniaria sino por una investidura de prestigio en su multifacética carrera. 

Si yo tuviera que pensar en las mujeres que se han consagrado a la música en Argentina en distintas vertientes, del rock al pop, del jazz al blues o a la balada (con idéntica plasticidad en cada caso) pondría a Sandra Mianovich en un primerísimo  plano luego de una ya extensa trayectoria en la que ha demostrado dar lo mejor que tiene en un rol protagónico del campo cultural argentino. Destacaría a esta artista en un espacio fundamental en los capítulos culturales de nuestro país por parte del sujeto mujer más disidente en lo relativo a los Derechos de las Mujeres. Estamos hablando de una figura que llega a los escenarios con una preparación preliminar sólida. Hablamos entonces de alguien que se ha criado en un entorno destacadísimo al cual asistían, en la casa de su abuelo, figuras de la talla de Ella Fitzgerald cuando llegaban a Argentina para interpretar sus Shows. Que escuchó lo mejor de la música nacional en ese sótano de ese mítico abuelo. En un sótano que como un espacio de libertad subjetiva ya la preparó para lo que sería en el futuro, una persona signada primero a través de una escucha atenta, como asistente azorada, más tarde como preparada estudiosa en idiomas o en el Conservatorio de Arte Dramático de Buenos Aires. Sus estudios de canto. Cada uno de los hitos en su vida que la formaron de modo contundente para ser la artista integral que es. Recordada por un legado de álbumes que pusieron en cuestión los paradigmas de la sociocultura argentina desde una posición más subversiva aún porque la adopción de esa toma de distancia de ideologías neoconservadoras o compulsivas desde el orden de lo obligatorio no eran convergentes bajo ningún punto de vista con los propios. Ella no estaba dispuesta a acatar mandatos obligatorios. No obstante, esa toma de distancia, tampoco se convirtió en arenga. Jamás usó su arte como una forma de propaganda, sino como una expresión genuina del deseo de realización. Acaso del disfrute y del goce más perfecto.

Sin embargo la trayectoria de Sandra Mianovich no consistió en una actitud destructiva (adoptando, eso sí, por momentos, inflexiones de protesta). Más bien se inclinó por una mirada sobre la realidad en la que comprendió que salir de la trampa cultural y de las tramas del autoritarismo consistía en un quehacer y en un hacer alternativos. Entre esa parálisis de la voz de la mujer, y en particular de un cierto tipo de mujer, la que asumía un compromiso como agente dinámico de cambio y no paciente de inmovilizada, pasaba a la acción por intervención en la esfera pública, pese a que no supeditó a eso su arte. Propuso a cambio la construcción y la reconstrucción de tramas previas progresistas que habían sido despedazadas. Espeluzna por momentos lo atrasada que se manifiesta, en torno de estilos de vida alternativos, la cultura argentina. En otros países sucede exactamente lo mismo. Pero a nosotros nos concierne esta mirada severa sobre nuestra sociedad. Demostrar una perspectiva que no sea concesiva con los argumentos o las ideologías que pregonan o pretender imponer representaciones y una normalización de una vida intolerante. Debemos hacernos cargo de nuestras propias responsabilidades, de asumir nuestras complicidades, empezando por el silencio. 

Fundando en Argentina o, en todo caso, siendo una pieza clave para la construcción de una tradición crítica de mujeres que desde la cultura artística se proyectaban hacia la esfera pública de nuestro país, alentando hacia el cambio social definitivo, Sandra Mianovich fue una figura de naturaleza influyente que tampoco hizo de ello una cruzada personal sino más bien realizó señalamientos puntuales con algunas de sus canciones y a continuación pasó a proseguir con su carrera, eso sí, en momentos significativos tomando partido. Tal circunstancia ocurrió porque en primer lugar destacó. Es una voz autorizada. En segundo lugar porque se mantuvo invariable en sus premisas y principios. En tercer lugar porque se sostuvo en los mismos ideales que al igual que los de sus comienzos no cambiaban acomodaticiamente sino que, muy por el contrario, acentuaban y demostraban, primero, a una joven con una voz disidente de paradigmas unívocos, en segundo lugar proponiendo o mostrando estilos de vida que no eran los  hegemónicos y, por lo tanto, no estaba dispuesta a dejar de ser quien era. A que el sistema le impidiera ser quien eligiera u optara, en principio. El statu quo cuultraul haría lo imposible por desprestigiar esos estilos de vida que ella defendió en solo la parte más exasperada de su discografía. En particular durante esa etapa del dúo con Celeste Carballo llamado “Sandra y Celeste”. Eran finales de los años ochenta, ambas tenían una trayectoria ya consolidada. El tiempo, una vez disuelta esa alianza, demostró que le interesaba hacer buena música. Si ella iba acompañada de una mirada crítica puesta de manifiesto en un repertorio a tono con ella, pues bienvenida fuera. Pero no era el único énfasis que ella quería poner. Sí dejar en claro que se trataba de una intérprete, actriz, conductora de radio y TV que no retrocedía un palmo en decisiones devenidas convicciones. Producto de una honda reflexión, de una vida consagrada a los emprendimientos culturales, de experiencias riquísimas ligadas a su universo familiar y a su universo profesional, al trabajo artístico, al desempeño en contextos, ante todo, donde se privilegiaba el respeto.

La mojigatería o el chiste soez producto de canciones como “Soy lo que soy” (canción en la que el sujeto se afirma reduplicándose identitariamente) o bien “Puerto Pollensa”, de Marilina Ross, fueron canciones difundidas por ella en su máximo punto de exasperación pero constituyeron instancias insulares, no generalizadas. Si bien devinieron emblemáticas, no menos cierto es que su  repertorio se amplió. No abogó jamás por particularismos excluyentes sino inclusivos. Una instancia que consideró necesaria pero no necesariamente representativa de una carrera que aspiraba a proyectarse en varias direcciones fue precisamente la de la unión con el semejante. Esos dos fueron puntos de inflexión de indudables significados sociales, pero que no fueron los que la definieron como artista en un sentido totalizador. En tanto las voces de la censura cultural, aun en tiempos democráticos, se abaten sobre los estilos de vida que no responden a una hegemonía que estos grupos deberían repensar seriamente en sus premisas si pretenden ser tomados como posiciones con las que es posible debatir, aquellos elegían combatir. La respuesta de Sandra Mianovich ha sido una respuesta cultural. No hay nada más altamente insurgente que el una cultura artística dispuesta a afrontar el desafío de la excelencia acompañada de una ética del semejante. Sandra Mianovich da, dio, sigue dando a la talla y lo demuestra.

Lo recuerdo como si fuera hoy. Estaba escuchando un álbum de Sandra Mianovich en mi estudio y mi hermano Diego Ferrero, gran melómano, ex disc jockey, amante del jazz, del rock, del blues y de toda clase de buena música, tanto popular como más académica, entró a la pasada a casa, se acercó junto a mí y me garantizó con un sentido de persuasión que no pude sino asumir como el de una radical comprobación: “Sandra Mianovich es la única que mantuvo la voz intacta de las intérpretes de esa generación”. Su declaración me causó estupor no porque no lo hubiera verificado, sino porque viniendo esa afirmación de un conocedor, resultaba más respaldada aun, lo hacía de una autoridad, reforzada por los conocimientos de alguien competente. Mucho más teniendo en cuenta que no se trataba de una artista que perteneciera al repertorio más frecuente de álbumes en su casa.

Sandra Mianovich afirmó, en entrevista con Silvina Chediek (de quien se podría decir cualquier cosa menos que no es sobria) frente a la pregunta de su interlocutora de si había pensado que alguna que vez se casaría, explicando que le hubiera resultado inconcebible o ello no hubiera tenido lugar jamás. Pero de hecho sí sucedió. Y habla de una relación recíprocamente respetuosa, de aceptación y de un profundo amor de ese mujer con la que comparte su vida, con quien han optado por legitimar su vínculo antes la ley, sino de la aceptación de dos familias que las respaldan en su opción y en su decisión.

Transformador, reparador, restituyente, instituyente, un valor que la inviste de una poderosa vitalidad ejemplar para ella y para otros, llega el canto, llega para, mediante una doble estrategia de interpretación pero también de devolución a la creadora, recibir otra clase de distinción. Aquella correlativa que en su vida le brinda la vocación descubierta, asumida y por fin cumplida en plenitud. Aun estando en actividad en este presente histórico, satisfactoriamente de modo superlativo porque ha habido sentido de responsabilidad en su desempeño. Desde este presente histórico en que su nombre es sinónimo de calidad musical, actoral, de desenvoltura en el arte de la conducción televisiva y radial, Sandra Mianovich no debe demostrar sino mostrar lo que siempre hizo y no dejó de ejercer nunca. De modo invariable, es y hace lo que quien siempre fue e hizo.

Hay un particular morbo en la cultura de Occidente (la única que conozco en profundidad), ese que procuré evitar en la presente nota, en particular cuando se trata de estrellas del espectáculo, que consiste en indagar de modo insidioso en sus vidas privadas, en particular si la opción sexual a la pertenecen no es la heteronormativa. En esta posición incómoda en la que se coloca asimismo a su entorno afectivo, que se ve afectado por tal proceder. Y lo hace con la vida, por propiedad transitiva, del grupo de sus seguidores y fans. También de las personas con modales, quienes al asistir a semejante espectáculo no pueden sino experimentar sino repudio frente a esta invasión y este acoso que coloca a la artista en un lugar de outsider cuya condición no es tal en los hecho y de derecho. Sino que consiste simplemente en otra manifestación de la sexualidad o de opción sexual. 

En 2015 tiene lugar un momento trascendente en la carrera (y la vida) artística de Sandra Mianovich. En efecto, en el Teatro Colón estrena un Show en el que interpreta los grandes clásicos de las damas del jazz, Ella Fitzgerald y Sara Vaughan. El Show, dividido en dos partes, fue definido por Sandra Mianovich como “el día más importante de mi vida”. Tal circunstancia brinda la pauta del valor simbólico que adoptó, bajo la forma de una coronación a una vida (no solo de una trayectoria profesional), porque además fue la música con la que ella se crió escuchándola desde muy pequeña en el ya citado sótano de su abuelo. De modo que este Show fue “la gran noche” de su vida en un Teatro que constituye un escenario para el acceso de pocos de la cultura artística argentina en lo relativo a la música académica, el ballet, el teatro, la ópera, entre otras manifestaciones. Mucho más a la música popular. Destacándose como uno de los Teatros más importantes del mundo, el Teatro Colón la albergaba, la destacaba como una artista sobresaliente. De modo que recuperando una genealogía vinculada al orden de lo familiar en directa relación con la música, también lo hacía a la cultura familiar en la que se había formado o educado.

Me parece que este país tiene varias deudas con Sandra Mianovich. Es hora de comenzar saldarlas. Por lo pronto, estas dos primeras notas que escribí durante los meses de noviembre y diciembre de 2021 en distintos medios en torno de su trayectoria son un primerísimo acercamiento y mínima tentativa por reconstruir las tramas de un itinerario que ante todo deja como saldo un riquísimo legado y un anhelo de libertad enviando un mensaje claro a una sociedad pacata. La obra de Sandra Mianovich constituye el patrimonio para de una parte sustantiva de la cultura artística argentina. He procurado ensayar la recuperación de una herencia que la ubique en el merecido lugar que a mi juicio se merece. Se trata, no obstante, de un legado que está en plena consagración (pero todavía abierto, todavía activo, naturalmente en plena circulación y vigencia) el de esta mujer sin un solo doblez en una carrera destacada porque Sandra Mianovich no se ha traicionado. Pero también llevando adelante una cultura del desacatado. Invariable, se manifiesta firme en sus principios. Agregaría a ello su naturaleza valiente, como otra ética que concibo ante todo como una virtud en cualquier persona, mucho más si es una personalidad pública y la pone en diálogo con la sociedad de su tiempo histórico, consigo misma, con la cultura familiar en la que se crió, con el círculo de sus afectos más íntimos. Y que ha aportado a la cultura argentina momentos culminantes de sus capítulos culturales. Es hora de que a las personalidades se las rescate otorgándoles otra clase de premiaciones. Las del consenso en su hacer cultural, en su ética cívica, en su decir, en su discreción ejemplar, en su bajo perfil y su hacer también social que no ha cesado de realizar aportes como promotora de una cultura artística progresista para una sociocultura argentina que ella hizo lo imposible porque progresa. Toda vida a la vanguardia, toda una vida a la avanzada, en la primera línea. También, en la primera de una línea de riesgo y de peligro.

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