Un escritor se levanta y camina hacia el escenario. Es el doce de agosto del 2022. Está en Nueva York. Lo intercepta otro hombre, se ve poco, la gente se abalanza. Lo apuñala en el cuello y también en el tórax, lacerándole el hígado y casi perdiendo un ojo. Tiene que ser trasladado en helicóptero en estado crítico. El escritor es conectado a un ventilador respiratorio.
Desde su publicación, Los versos satánicos provocó una reacción desmedida y fue considerada una novela blasfema por el mundo musulmán. Es un tomo largo de unas setecientas páginas con prosa barroca, disparatada, alucinante, con muchos adjetivos y comas parentéticas. Inicia in media res mientras dos actores de la India caen de un avión que estalló: …dos hombres vivos, reales y completamente desarrollados, caían desde gran altura, veintinueve mil dos pies, hacia el canal de la Mancha, desprovistos de paracaídas y de alas, bajo un cielo claro.
La clave para entender su impacto como manzana de la discordia teológica es que después de la caída ambos sufren una metamorfosis. Uno adquiere una aureola como el arcángel Gabriel (para el Islam, es quien revela a Mahoma los mensajes de Alá y también el Espíritu Santo) mientras que el otro, recibe cuernos como Satán (es decir, un genio o djinn que incita a pecar). Sin embargo, son las escenas donde aparece Mahoma mismo (aunque con otro nombre) los que causaron la polémica. Escenas de falsos milagros, profecías erróneas o equívocos del profeta. Un musulmán es presentado como enemigo de los libros con una técnica particular: comprarlos y dejarlos que se pudran en los estantes. Además, Mahoma es llamado Mahound, lo que podría indicar un juego de palabras en que hound significa sabueso o bien perro, casi en un sentido infernal (hounds of hell).
El autor, Salman Rushdie nacido en Bombay, publicó esta cuarta novela que lo catapultó a la fama y también a la infamia en 1988. En India, se prohibió bajo el argumento de ser un discurso de odio. Como suele suceder, hubo quemas de libros (recordemos que no hace muchos años se quemaban copias de Harry Potter por incitar a la brujería). Lo más importante: el ayatola iraní Jomeini convocó una fatua (o fetua), es decir, un edicto que ponía precio a la cabeza del autor. En este momento, se estima en 2,8 millones de dólares americanos, contantes y sonantes.
La policía británica resguardó a Rushdie en vigilias de veinticuatro horas. Tuvo que esconderse en ubicaciones desconocidas hasta para sus hijos. El Vaticano condena la novela por blasfemia aunque no apoya la fatua. La cantidad de hechos violentos a raíz de la oposición al libro podrían llenar tantas páginas como la misma novela. Protestas con heridos, atentados londinenses con bombas y hasta en librerías californianas, un ataque al editor noruego Nygaard, el asesinato del traductor japonés Igarashi, treinta y siete personas murieron en un incendio provocado para asesinar al traductor turco Nesin. Salman escribió un ensayo y da declaraciones para apaciguar los ánimos. Ningún intento de armonizar funciona. El efecto fue tan grande que Reino Unido e Irán rompieron relaciones diplomáticas el siete de marzo de 1989.
Su figura se convirtió en un fenómeno mediático y cultural. Un episodio de Seinfield trata sobre un personaje quien cree reconocer a Rushdie en un sauna. La novela vende millones de copias. Inclusive ahora, después del atentado, Los versos satánicos subió a la lista de más vendidos en Amazon.
Hacia finales de los noventa, casi como retando después de años de escondite, Rushdie disfrutó de una celebridad que pocos escritores buscan: la pantalla de cine. Apareció en Los diarios de Bridget Jones, tomando una copa y haciendo un comentario sobre la ficción corta a la que la protagonista solo puede responder preguntando dónde están los baños. En Curb your enthusiasm, la apuesta es aún mayor. Alecciona al personaje de Larry David que también es víctima de una fatua. El remate: que su mayor consejo es que el peligro de vivir escondido funciona bien para atraer mujeres. Bono escribió una canción y el autor aparece en el video musical, melancólico entre candelas y ladrillos escribiendo en papel. En otro video musical junto a Scarlett Johansson. En el 2007 la reina Isabel II lo nombró caballero de la Orden del Imperio, lo que reavivó la ofensa en los países musulmanes.
El doce de agosto fue atacado mientras daba una conferencia por una novela que escribió hace más de treinta años. Sin embargo, da señales de mejoría y logra respirar por sí mismo. Se ha abierto el largo y espinoso debate sobre la libertad de expresión versus ofensa; la autonomía del arte, capaz de tocar cualquier tema versus lo sagrado que pueden ser ciertos temas (en occidente, por ejemplo la discusión ha perdido el enfoque religioso para dirigirse hacia la corrección política). Aún así, ni tocando las fibras de las inquietudes espirituales o éticas, un texto literario jamás debe causar censura, violencia y mucho menos un apuñalamiento, aunque el papa Francisco diga que un insulto a la madre merece un puñetazo. El agente de Rushdie, el chacal Andrew Wylie, dice que le espera una larga recuperación al autor. También afirman que Salman ya puede hablar y eso lo dice todo.