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Saber despedirse

Reseña de Don malas noticias de Gay Talese

A Alden Whitman poco le importa que todos los días muera alguien. Poco le importa que en Siria haya niños intentando levantar una vasija para sacar agua de un lago infectado. Y que en Colombia las minas acaben en cuestión de segundos con miles de vidas campesinas. En cambio, está al tanto de las sutiles muertes de los políticos, de los artistas, de los empresarios: está al tanto de las personas que le importan al mundo. Alden Whitman es una vedette de la muerte.

Su oficio es esperar. Trabaja en The New York Times escribiendo las notas necrológicas. Y en el edificio todos aman que sea él quien esté en ese escritorio y no ellos. Sospechan que si algún día se va, las personas dejarán de morirse tan bonito.

Whitman es muy diferente a cualquier redactor de notas: él no quiere hacerse notar. Vive con su esposa, y a ella le parece encantador que él tenga en su cabeza tantos datos curiosos de adolescente y a la vez la muerte de miles de personas.

Siempre está tranquilo. Mientras en el piso de noticias locales los periodistas hablan todos a la vez con ademanes de intelectuales y complejo de Dios y corren por todos lados con un montón de papeles, él está sentado al fondo. Parece que no escucha nada, toma despacio el té y cada tantos minutos se lanza a escribir alguna frase.

Talese supo que el oficio de Whitman no era tan terrible como parece. Talese supo al hablar un par de veces con él que su oficio puede incluso ser divertido. Estar en el escritorio de Alden Whitman es tener el poder de decidir, no una coma ni una tilde, sino la vida. No es ningún hombre bondadoso y tampoco es un indiferente, es sólo que le pagan por escribir de tal manera, que todos creamos que el mundo entero extrañará al muerto, que el mundo entero necesitaba del muerto para seguir.

Lo que hace Whitman es parecido al empujón que dan los padres a los hijos cuando le quitan las ruedas laterales a la bicicleta: no se nota mucho. El oficio de Whitman es contar anécdotas, gustos, odios y lo que sea necesario para que el mundo quede con la sensación de haber conocido y perdido algo bueno. Luego de muchos años haciendo lo mismo, Whitman ha aprendido a hacer algo importante: saber despedirse.

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