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omar osorio amoretti

Rómulo histórico, de Germán Carrera Damas (Parte I)

“¿Rómulo Betancourt?, bueno, conocido en el mundo como un gran demócrata, fue un gran tirano, ¿ah?”
Hugo Chávez

“Los cambios de Betancourt quedaron en la superficie (…), mientras que los cambios que está haciendo Chávez son cambios muy profundos”
Antonio García Ponce

Para nadie es un secreto que, en Venezuela, desde la llegada del chavismo al poder, aquello que comenzó a llamarse de manera despectiva como “la cuarta república” ha sido objeto del mayor desprestigio, cuando no de satanización, por parte de los principales personeros del Gobierno. Hechos históricos, actores políticos y pactos celebrados durante la reinstauración de la democracia representativa  en 1958 (la única que ha existido hasta el día de hoy en el país, por más que algunas personas sentencien lo contrario) que resultaron capitales para un cambio definitivo en el sistema político nacional han devenido a lo largo de estas prédicas en antivalores del ejercicio democrático que, de tanto repetirse, han calado en algunos sectores como certezas históricas. La experiencia pareciera darle una vez más la razón a Goebbles: las mentiras dichas varias veces se convierten en verdad. Una verdad que, al menos a raíz de la hegemonía discursiva que ha captado la revolución bolivariana, no ha tenido una réplica lo suficientemente elocuente como para contrarrestarse.   

De todos los posibles elementos históricos que han sido objeto de ataque (Pacto de Puntofijo, bipartidismo, cuarta república, democracia representativa, burguesía, capitalismo, etc.) el nombre de Rómulo Betancourt encabeza la lista. No solo por su evidente protagonismo en los eventos que se suelen criticar, sino también por el significado que ha tenido su vida y su obra como figura pública, ahora utilizado por la oposición como síntesis luminosa de lo que no fue Chávez ni es su sucesor inmediato. De manera que la condena o absolución de su figura ha quedado en el terreno de lo simbólico más que de lo histórico, lo cual ha dado espacio a una exégesis no pocas veces huérfana de criterios precisos o congruentes. Es en este contexto donde surge el nuevo estudio de Germán Carrera Damas: Rómulo histórico, título que expresa por sí solo su interés en evaluar a través de la lupa crítica la personalidad del fundador de Acción Democrática.

Aunque a primera vista parezca una biografía más, en realidad se trata de algo mucho más complejo: el estudio de su “personalidad histórica”, como bien se indica en el largo subtítulo que acompaña la obra. Puede parecer un contrasentido hablar de características humanas sin apelar a la historia de quien ha sido objeto de estudio (solo en el conocimiento de su vivencia, dirán algunos, se pueden visualizar los rasgos constantes del hombre), pero a lo largo de su lectura se demuestra cómo esta tesis no llega a ser del todo cierta. Por más que en ocasiones se haga alusión a eventos de corte biográfico o se realice una exposición de sus conceptos tomando en cuenta su madurez a lo largo de los años, el principal objeto de análisis es el conjunto de ideas doctrinarias que Betancourt construye y desarrolla en su larga vida como político.

Tal vez la prueba más elocuente de esto se vea en la ausencia de un lenguaje plástico con el cual escribir una narración capaz de configurar en el plano simbólico un personaje asequible al lector, como sí está disponible en algunos textos considerados sin ambages como “biografías” [1]. Esto le permite al autor establecer la necesaria analogía temporo-espacial con la cual hallar esas constantes ideológicas que, como hombre histórico que fue Betancourt, requieren otra forma discursiva de abordarse.

Para Carrera Damas, el proceso formativo ideológico de Rómulo Betancourt pasa por una serie de etapas que de manera dialéctica cambia, evoluciona e incluso podría decirse que mejora, en tanto que sus instrumentos teóricos se adaptan a las situaciones históricas específicas para solventar sus problemas. En este sentido, existe una primera fase en el “proceso de decantación ideológica” ligado a la época dictatorial gomecista. Sería la de una aspiración libertaria en abstracto, creándose de esta manera dentro del pensamiento de Betancourt el binomio libertad vs. dictadura, que sería el pilar fundamental en la construcción del resto de su pensamiento político. Sin embargo, esta posición demanda en él una mayor preparación ideológica con la cual poder materializar esa aspiración. Es aquí cuando se hace de una formación de izquierda que le servirá de base doctrinaria (la cual en su momento se vio como la verdadera salida al problema de la dictadura) hasta la llegada de la III Internacional Comunista, que desviaría sus ideales antiimperialistas y de libertad. A partir de ese momento, el joven Betancourt toma distancia del comunismo y encuentra en la democracia una vía alternativa para materializar la libertad en Venezuela.

Resulta esclarecedora esta perspectiva pues, a diferencia de la mayoría de los textos que suelen hablar del pensamiento de Betancourt en términos de “antes” y “después” de haber comulgado en el comunismo (como si con ello se hubiese borrado cualquier posible influencia formativa posterior), Carrera Damas establece una unión que, lejos de dividir la vida del personaje hasta la antítesis (como la vida de aquellos santos que, a pesar de su pasado oscuro, llegaron por iluminación a la ascesis divina), le otorga una dimensión más compleja y por ende más cónsona con su tiempo. Más aún: demuestra cómo su afán de instruirse teóricamente en una fuente tan importante como ha sido el marxismo (de la cual se han nutrido intelectuales de todas las tendencias políticas y de todas las áreas sociales) le sirvió de herramienta política para el futuro (su capacidad para analizar la política nacional e internacional; su intuición para ver y solucionar los conflictos es producto en parte de una sólida preparación dentro del humanismo marxista). No sería errado pensar que de no haber vivido esa etapa de estudio no hubiese podido realizar la obra que a su debido tiempo consumó.

Junto con la exposición definitiva del proceso formativo ideológico de Rómulo Betancourt, Carrera Damas desarrolla otro punto importante en el libro: se trata de estudiar cómo con dicha formación el líder de Acción Democrática creó una nueva estructura del poder, otorgándole nuevas funciones y mayor rango de acción tanto en la esfera económica como en la social, dando paso así al nacimiento del Estado moderno en Venezuela y su correlato gubernamental: la república liberal democrática. Con la instauración de un régimen de carácter sociopolítico, en donde se abandona el principio tutelar del ejercicio del poder por el principio pedagógico, y la edificación de aspectos novedosos en él (elección universal, directa y secreta; alternabilidad en el poder; sujeción del sector militar al civil y moralidad administrativa) se sientan las bases de la democracia que permanece hoy en día (si bien desvirtuada tanto en la práctica como en sus principios).

De manera que por una parte se realiza un estudio muy afín a lo que en parte podríamos considerar historia intelectual y por otra una mirada acuciosa al proceso formativo político republicano en donde la figura de Betancourt es convergente. Se ratifica así una de tantas conclusiones que han sido enfocadas en toda su dimensión histórica: “Rómulo Betancourt es el padre de la democracia venezolana”. 

La frase tiene larga data, pero ha propiciado comentarios acerbos por parte de historiadores, como aquellos con que iniciara Manuel Caballero su biografía sobre el mismo personaje:

Durante mucho tiempo, un lugar común entre perezoso y adulador, se empeñó en consagrar a Rómulo Betancourt <<Padre de la Democracia>> venezolana. Se trata de una vieja maña producto de una sociedad con una lacrimosa actitud huérfana; de un cretinismo histórico que no se atreve a actuar si no es bajo una protección paternal: Simón Bolívar es así el Padre de la Patria, Juan Vicente Gómez el Padre de la Paz, y luego vendría este otro padrecito. [2]

Para algunas personas pareciera, pues, que la conclusión (quizá por su talante metafórico y su uso un tanto recurrido en la historiografía nacional) además de banal constriñe el pensamiento. Sin embargo, la lectura del texto nos demuestra que el problema de este postulado no está en su fin sino en los argumentos con los cuales se sostiene.


[1] Mucha tinta ha corrido en el siglo XX para explicar a este personaje, pero pocos libros pueden considerarse propiamente biográficos. Entre los más representativos (por no decir los únicos) que ha habido del género pueden mencionarse el libro Rómulo (1984) de Alfredo Tarre Murzi, alias Sanín, en donde la narrativa llega al extremo de ficcionalizar la figura de Betancourt, convirtiéndolo en narrador de su propia vida (como hiciera a su vez, mutatis mutandis, Ramón J. Velásquez en sus Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez) y Rómulo Betancourt, político de nación (2004) de Manuel Caballero. Este tiene menos elementos narrativos que el trabajo de Tarre Murzi pero al igual que este se enfoca en contar su vida, si bien con mayor propensión a interpretar ciertos eventos. Cabe destacar que el propio Caballero en el prólogo de su trabajo confiesa no conocer ninguna biografía de Betancourt, por lo cual lo considera el primero del género sobre dicha figura histórica.

[2] Manuel Caballero, Rómulo Betancourt, político de nación, Caracas, Editorial Alfa, 2008, p. 15.

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