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Respecto a La primera tentación de Cristo

Antes de comentar la película La primera tentación de Cristo, debo referirme al artículo Zapatismo de mediocres de Avelina Lésper, la lúcida crítica de arte autora de El fraude del arte contemporáneo. Abre con un concepto decadentista citando, por supuesto, al siempre citable Wilde, dándole la apreciación estética su lugar preponderante sobre la moral. El cuadro que desató un maremoto de diatribas y justificaciones, presenta a Emiliano Zapata desnudo (rodeado solo por una banda con los colores de la bandera mexicana), en una posición sugestiva, sombrero rosado, tacones negros sobre un caballo blanco, cuyo cuello alargado parece darle la elegancia de un cisne hasta que notamos su miembro erecto.

Lésper llama la atención a tres puntos: el autor sin capacidad simbólica, la denigración de la sexualidad y la “moda de bajar a los héroes de su pedestal”. Me interesan los últimos dos puntos.

Asegura que sexualizar no es humanizar. No puedo decir que estoy del todo de acuerdo con este punto, sin embargo, sí en el hecho de que en este caso es degradante. La orientación sexual es un sistema complejo de valores, una variación de eros, una serie de subjetividades y no podemos caer en la simpleza de retratar la homosexualidad como un par de tacones. Por otro lado habla de esa moda que es un método de visibilidad: crear algo que va a ofender y, como dice la autora, después sentirse víctima de la censura, y así llevándolo a un lugar mediático al que una obra que solo por su valor intrínseco (es decir, estético) no llegaría.

La película del grupo cómico brasileño (que es una continuación) retrata a un Jesús que presenta a su familia a su novio. Es evidente la relación entre el Brasil ultraconservador de Bolsonaro y esta parodia.

Sin embargo, caemos de nuevo en un arte que se dirige ad hoc a la ofensa, no muy diferente a los panfletos políticos. Recordemos al Titanic de los Nazis, donde solo los alemanes son sensatos y heroicos, las películas de propaganda soviética o cristiana. Indiferente de su posición política, de su ideología y nuestra opinión al respecto, sea neutral o en contra de forma determinada, o que la hallemos inspiradora, un producto artístico es mediocre cuando es solo un vehículo.

En este caso, la película ni siquiera resuena con una idea concreta más allá, como ya dije, de molestar a cristianos. Asimismo, (esto parece menos intencional) es ofensiva para la comunidad LGTB. Nos muestra a la pareja de Jesús con una serie de estereotipos gastados, usando una peluca rubia. Es solo cuestión de ver el afiche para comprenderlo, ambos en gestos ridículos.

Nada tiene que ver con humanizarlo, como, por ejemplo, hace Saramago en su Evangelio o Lawrence en El gallo escapado. Ni es un análisis inteligente, ni un comentario sobre la sexualidad, ni una forma sofisticada de desmitificar. Es usar la homosexualidad como chiste y aplicarlo a la figura más sagrada en occidente para causar una ofensa gratuita. ¿Cui bono?

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