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Resistencia inédita hecha en Venezuela

Hay una gesta amorosa que palpita como quien no quiere la cosa, como el renacer de la hierba bajo las piedras después de un deslave, en Venezuela. Un surgir de lo mejor en los peores días, sin futuro imaginado, con presente elaborado. Ante la persistencia de lo opaco, brota como por generación espontánea, un brillo indeleble, un rumor sin aspavientos, sin verdades absolutas ni enunciados, sin color partidista mucho menos poderes y contrapoderes negociados… es el rumor de la resistencia del ciudadano de a pie que insiste en lo bueno a pesar de lo malo.

Suerte de amores tibios que nacen de lo mejor que somos sin darle espacio a lo malo que sufrimos. Me refiero al profesor que insiste en dar clases, aunque el sueldo no le alcance ni para pagar el transporte que lo lleva al aula. Al color que pinta el asfalto deshecho de la esquina del miedo, que adorna la santamaría oxidada de olvido y resignación, a manos de brocha de artistas y ciudadanos que se ejercen y se pintan de colores antes que entregarse al encierro de la amargura. Hablo de la lectura en la acera a pesar del miedo y el asalto, y que junta a vecinos en la métrica de los poetas, cuando la librería se ve obligada a cerrar sus puertas. Así como el baile que mueve los cuerpos en dicha a pesar de las tristezas, en los intersticios del mercado. Un baile que no amaina, que se desplaza a la plaza cuando los mercaderes le apagan la música. Juntos se le gana la batalla al cada uno solo encerrado y desactivado por la desesperanza. En Venezuela, está floreciendo una resistencia inédita, a la venezolana.

Son muchos los gestos ciudadanos que avanzan poquito a poco, pasito a pasito, suavecito y despacito como dice la canción que nos habita, aunque se vaya la luz. Y así se está multiplicando, el compartir que ya no necesita de militancias y rabias para hacerse de razones. Porque surge de la vida que somos y queremos y que no se negocia ni en los días más crueles.

Una actitud ciudadana que simplemente le da la espalda a la Radio Rochela gubernamental. Pues ya nadie quiere hablar ese lenguaje vulgar y agresivo, construido a partir de la cólera, la impotencia, la sospecha o los miedos. Ya nadie cree que los análisis políticos “sesudos”, dibujan el futuro de nadie mucho menos de la nación. Y es en ese vacío que surge el discurso ciudadano del bienestar. Un discurso que no forma parte de la agenda de la historia que pretende imponer el Estado que no toma en cuenta la voluntad de los gobernados. Pues los ciudadanos empiezan a dejar de tomar en cuenta al gobierno.

Ya el asunto no pasa por discutir si votamos o no votamos, si manifestamos o nos vamos, la esperanza se encuentra mucho más acá que lo que cuenta el apoyo internacional; la valentía mucho más recia que la que se necesita para esgrimir la rabia hasta las últimas consecuencias. Definitivamente en Venezuela ha empezado a construirse una forma de lucha que pasa agachada, para decirlo en venezolano. Lo mejor de cada uno restituido, entre pocos y los otros que se van sumando, va creciendo con los días, hechos los pendejos.

Y la escala de la persona, cuando el cada uno se junta, es imbatible.

Creo que estamos ante el renacimiento de un país que se niega a morir a pesar de los brutales embates de una dictadura pequeña y brutalmente voraz. No. No han acabado con todo. No es verdad. Seguimos siendo lo mejor de nosotros.

Hay los que dicen que no se explican cómo es que los venezolanos no han salido del régimen que los oprime. En reciente artículo publicado por El País, (02-08-18), Rosa María Payá, opositora cubana hija del disidente Oswaldo Payá, comenta que Nicaragua y Venezuela equivocan su movilización social y desobediencia civil y pacífica, porque no han sabido obtener el apoyo internacional que es necesario para hacerse de la protección que ofrece estar bajo la mirada del mundo, por evitar la pérdida de vidas. Piensa que solo con el apoyo internacional se llega a derrocar las dictaduras, pues la necesaria presión internacional es la que hace respetar el derecho de los pueblos a decidir sus gobiernos. Mal informada está la señora Payá. En Venezuela se ha hecho de todo y con ganas. Y esa barajita del apoyo internacional ya la tenemos. Tenemos la manifestación no violenta en la calle hasta la muerte. Las elecciones de todo tipo a toda hora, con sol o con lluvia, con trampa y sin descanso. Los organismos internacionales y gobiernos muchos, fijando posición en contra de los excesos que suceden en Venezuela… Lo que es inédito es lo que está pasando, ¡que ni Gandhi ni Mandela! A la venezolana, pintando de colores, recitando y bailando, esta nueva manera es la del que no se resigna y propone mucho más que sobrevivir, insistir en el buen vivir.

La luz de la luciérnaga que vence la noche. No hace falta el cocuy, ahora que no hay whiskey. Tampoco gasolina ni carnet de la patria. El ciudadano que no se deja, que se junta y se ejerce en la esquina de su barrio, que se resuelve y resuelve vivir como quiere, aunque corten el agua y la electricidad. Ya no es cuestión de twitters contestatarios ni denuncias aireadas, transitado ese camino, atendemos el llamado que nos invita a asumir la fisicalidad que impone estar juntos en lo que estamos. Y eso se alimenta de la esencia de lo que somos, en la generosidad del compartir, de la manera en que lo sabemos hacer. En Venezuela se baila, porque no nos pueden robar el ritmo que surge de las ganas ¡ni que nos corten la corriente!

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