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Resentimiento migratorio

Perdona a todos y perdónate a ti mismo, no hay liberación más grande que el perdón; no hay nada como vivir sin enemigos. Nada peor para la cabeza, y por lo tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica (agotadora y vana tarea), que te hace juez y cómplice de lo que te disgusta”

Facundo Cabral

Son muchos los países que han pasado por crisis económicas, conflictos sociales e incluso guerras que han motivado a muchos a salir de su país en búsqueda de nuevas oportunidades.

Venezuela históricamente ha sido receptor de inmigrantes de todas partes del mundo. Desde judíos luego de la Segunda Guerra Mundial; portugueses, italianos y españoles en los setentas por la guerras civiles y guerras de descolonización en África hasta peruanos por el terrorismo y colombianos por los conflictos de la Guerrilla y el narcotráfico.

El tema migratorio para mí y para muchos hijos de inmigrantes es algo bastante natural y común. No olvido las palabras de mi papá cuando me dijo en mi despedida sobre el piso de Cruz Diez “No serás ni la primera ni la última de la familia en irse de su país”.

En mi caso, mi familia es portuguesa y muchos de ellos han sido inmigrantes incluso más de una vez en su vida. En los años cincuenta mis abuelos se fueron de Madeira a Curaçao, lugar en donde vivieron muchos años, aprendieron papiamento y algo de holandés y luego, a causa de una crisis social se vieron obligados a dejar su trabajo y buscar un nuevo rumbo con una hija pequeña (mi madre) y un bebé en camino. El lugar elegido fue Venezuela, que en los años setenta era lo mas parecido a un paraíso terrenal lleno de oportunidades. Allí les tocó aprender español y comenzar desde cero por segunda vez.

Siempre estuvimos en contacto con la familia y los amigos que se quedaron atrás. Nunca escuché reproches de su parte contra mis abuelos o aquellos que decidieron irse por haber dejado la patria sino más bien todo lo contrario: admiraban el valor por haber salido a buscar una mejor vida y un mejor futuro para sus hijos. Contrasté esto con la experiencia peruana, preguntando a algunos amigos limeños he podido constatar que no existe resentimiento contra aquellos peruanos que se fueron durante los años 80 y 90.

Desde la llegada de Chávez al poder en 1998, la emigración venezolana se ha acentuado mucho mas que en décadas anteriores. Se estima que al menos 1.5 millones de personas han salido de Venezuela en los últimos 16 años. Esto es un fenómeno bastante nuevo ya que los venezolanos estaban acostumbrados a recibir gente, pero nunca a despedir a sus connacionales.

Esto ha desencadenado un fenómeno nuevo que atemoriza a los que estamos afuera: el nivel de resentimiento expresado por aquellos que se quedaron en Venezuela hacia los que se fueron. He escuchado cosas que van desde “tu te fuiste, no puedes opinar” pasando por “los que se fueron no tendrán ningún tipo de oportunidad cuando regresen”, “los que nos quedamos somos los que vamos a reconstruir el país, el que se fue lo abandonó” hasta “los que se fueron son unos cómodos que no se quedaron aquí luchando por su país”… y pare usted de contar.

Todo condensado en una cachetada de nacionalismo barato, ignorancia, prepotencia y odio. Las más grandes civilizaciones del mundo se han construido sobre movimientos migratorios, es innegable el valor que agregaron los extranjeros al crecimiento venezolano en su momento y como hoy en día, el mundo apuesta a flexibilizar cada vez más las leyes migratorias.

Yo me pregunto: ¿Es que acaso el resentimiento que sembró Chávez también llegó a este nivel en donde incluso amigos y familiares se juzgan de esta manera?

Muchos de los que nos fuimos seguimos conectados con el país y nos preocupa lo que allí pueda ocurrir, algunos nos mantenemos hasta más informados que los que están en Venezuela y son demasiados los que guardan la esperanza de volver.

El resentimiento, la violencia, el enfrentamiento continuo y la constante división se ha vuelto una dinámica tan común y tan natural entre los venezolanos que hasta donde no hay diferencias, la buscamos y nos confrontamos.

El que se quedó no es mas venezolano que el que se fue y el que emigró no es mas echado pa’ lante que el que se quedó.

De esta crisis tenemos que salir todos juntos. Los que están en Venezuela aportaran su valentía y esfuerzo por haber aguantado de primera mano las pésimas condiciones en las que se encuentra el país, la escasez, la violencia y el desanimo. Los que están afuera brindaran los conocimientos adquiridos, visión de mundo, buenas prácticas de costumbres aprendidas en el exterior además parte de la experiencia de lo que es empezar desde cero como lo tendrá que hacer Venezuela en algún momento.

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