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Adrian Ferrero

Reina Roffé: los paradigmas en cuestión

Reina Roffé (Bs. As., 1951) es una escritora, periodista y docente argentina, radicada en Madrid que estudió literatura en la Universidad de Buenos Aires. Fundamentalmente narradora, escribió novelas y cuentos de una enorme radicalidad. Me propongo partir para el abordaje de su poética planteando tres hipótesis de lectura que aspiro a desarrollar y comprobar en este artículo. En primer lugar, Reina Roffé ya desde sus “narraciones de comienzos” inicia una tarea exploratoria con las formas narrativas, trabajando con modelos experimentales. En segundo lugar, me interesa ver el modo como la poética de Reina Roffé trabaja la experiencia de la lectura, en particular de tres autores, erigiéndose en ejemplo paradigmático de escritora/lectora porque produce ficción a través de intertextos explícitos pero, al mismo tiempo, elaborando modelos transformadores de lecturas de poéticas. En este sentido, la ficción sería productora de nueva ficción. Ficción en segundo grado. Por último, la poética de Roffé procede a una tensión, a una revisión y a un cuestionamiento en el orden de la representación literaria (que reenvía naturalmente a los correspondientes referentes) de distintos planos de la socialización. Desde las relaciones materno filiales a otros como el sexismo y, más concretamente,  representaciones literarias del homoerotismo. 

Respecto de sus comienzos, se podría mencionar como un dato sustantivo que su novela, Monte de Venus (1976) fue prohibida por la última dictadura militar argentina. Antes aún había publicado otra: Llamado al Puf, en 1973, que obtuvo el “Premio Pondal Ríos al mejor libro de autor joven”.  

Roffé manifestó tempranamente un vivo interés por la poética de Juan Rulfo como foco de irradiación que se proyectó hacia su propia poética traduciéndose en la escritura de nuevos libros sobre el autor mexicano (primer caso de escritura a partir de lecturas de otras poéticas). Tal el caso del primero de ellos, Juan Rulfo. Autobiografía armada (1973, luego reeditado en Barcelona en 1992). Este es un libro curioso. Producto de una investigación rigurosa para una revista literaria que la escritora realizara previamente y alumbrada por una sugerencia de Juan Carlos Martini Real, concibe un texto que consiste en un sabio y lúcido montaje de voces de Rulfo en distintos planos. Esas voces, extraídas de entrevistas, reportajes y documentos reales marcan momentos, etapas, compases, hitos, se conjugan y se concentran, se entrecruzan en núcleos sémicos acerca de la ficción pero también acerca de la vida del escritor. El lexema “Armada” remite a la idea de puzzle, de rompecabezas y de urdimbre. De coro también, por qué no. De unidad atomizada que logra universo a partir de la operación de la lectura o de la lectura crítica. De modo que la construcción también de un sujeto escritor corre pareja con la reconstrucción congruente de una poética (y también, dicho sea de paso, por propiedad transitiva de la poética misma de Reina Roffé). La idea de la autora argentina desde el Prólogo es que ninguna obra es autónoma. Propone que ninguna de ellas es independiente ni de sus contextos ni de su autor. Este texto polifónico en su tejido, en su textura, diera toda la impresión de ser más bien una delicada pieza de música de cámara. Roffé va sutilmente hilando la trama de la voz de Rulfo, la releva, la articula y desarticula ensamblando fragmentos al mismo tiempo en un diálogo incesante (e inconcluso) con su ficción. Surge de todo ello un libro personalísimo, que da cuenta también de un continente subalterno y colonizado, según lo señala en el Prólogo. Corren los años ’70 y la disyuntiva (o la consigna) entre liberación y dependencia es una divisa que ese tiempo histórico experimenta con intensidad.    

Muchos años más tarde llegarían su biografía Juan Rulfo. Las mañas del zorro (2003) y luego Juan Rulfo. Biografía no autorizada (2012). En estos tres libros Roffé recupera la gran tradición de la ficción de América Latina, en sus inflexiones más creativamente innovadoras, de modo que conjuga lo exploratorio con lo propiamente continental (pero se cuida muy bien de ubicarlo a Juan Rulfo dentro de lo regionalista). Y respecto del impacto de la poética de Rulfo, ella declaró en una entrevista que le realicé: “De Rulfo me deslumbró esa manera peculiar de narrar la violencia con un conocimiento tan hondo de la economía verbal, empleando un lenguaje calcinado, directo, sin ningún tipo de rebuscamientos, muy natural, para mostrarnos una realidad devastada por la injusticia social” (Ferrero, 2017, p. 2004) 

Reina Roffé tiene también profundos conocimientos acerca de las poéticas rioplatenses (con especial énfasis en Silvina Ocampo, Felisberto Hernández, Borges y Roberto Arlt, entre otros), de la literatura latinoamericana, así como de la europea (menciona con recurrencia a la escritora Violette Leduc y a Simone de Beauvoir). Es autora de libros de diálogos con escritores y escritoras latinoamericanos contemporáneos, como Espejo de escritores (1984) y Conversaciones americanas (2001, acaba de salir en España un tercero, en 2021), de las más diversas vertientes estéticas, lo que denota su enorme pluralismo y espectro de intereses en lo que a poéticas y temáticas se refiere. Por otra parte, estos dos libros cartografían la literatura latinoamericana de un modo representativo. Quiero decir:  desde figuras del patriciado argentino, hasta otras que se han caracterizado por su militancia feminista o han radicalizado la ficción. Ha entrevistado en ellos a figuras de la talla de Borges, Elena Poniatowska, Ricardo Piglia, Griselda Gambaro, Cristina Peri Rossi, Manuel Puig y a Adolfo Bioy Casares, entre otros, mostrando asimismo, como permiten apreciarlo estos nombres, un sistema de lecturas ávido por reconstruir distintas tradiciones literarias de América Latina que no son unívocas. Sin embargo, esta mirada sobre ella no es sinónimo de adoptar un punto de vista reduccionista o uniforme respecto de la riqueza de un espacio tan dispar sino, más bien, la de indicar las flexiones de una lengua literaria. En estos dos libros, interroga a autores y autoras de modo perspicaz y sutil. Se puede percibir en ellos de inmediato que las entrevistas no han sido realizadas por una periodista (aún con oficio) pero tampoco por una académica. Sino por alguien que conoce la génesis de escritura así como el fenómeno literario en toda su complejidad. La distintas vertientes de la escritura desde sus diferentes perspectivas constructivas. Una productora cultural  que tiene cabales conocimientos acerca también de las  poéticas de los entrevistados, sus biografías, sus clases sociales, sus proyectos creadores y sobre quienes evidentemente de modo previo se ha documentado escrupulosamente.

Otro autor por quien se ha interesado con intensidad es Federico García Lorca. Sobre él escribió un libro, que consiste en una monumental y ambiciosa novela: El otro amor de Federico (2009). Narra desde dos planos narrativos en contrapunto, buena parte de la estancia y las experiencias de Lorca en Buenos Aires durante los seis meses que visitó durante los años ’30 el río de La Plata. Están allí referidas sus puestas, su vida festiva junto a las compañías de teatro, sus amistades, la mirada admirativa, el aluvión de aplausos de los espectadores, cierto acoso de quienes sienten la necesidad imperiosa de conocerlo, la insistencia del periodismo, sus diálogos con la intelectualidad de la época, sus recorridos asombrados por Bs. As., una relación singular con una mujer. Y bajo la forma de discursos alternados, García Lorca da cuenta en primera persona de sus zonas más privadas dirigidas a su madre de manera confesional, poniendo en evidencia las tramas del sufrimiento (fundamentalmente asociadas a la distancia de sus seres queridos además de a la angustia producto de la estigmatización de la homosexualidad: recordemos que estamos en los años ’30, por más celebridad de la que goce). Luego llegaría para el escritor de la generación del ’27, como es sabido, su trágico asesinato en Granada en 1936 por parte de un grupo de fascistas, dato que aporta un valor simbólico y político, por un lado, tanto como emblemático por el otro para la comprensión de esta novela. En efecto, atentos a las premisas ideológicas de la autora argentina, como hipótesis secundaria planteo que ello puede haber constituido el punto de partida, la génesis y el fundamento de la novela. Se trata, como es obvio, de una novela histórica de índole biográfica. Por ese motivo, atento a un fuerte anclaje en el orden de lo referencial. Esta circunstancia otorga al texto una condición afirmativa tan categórica que, dado su contenido, no puede leerse sino bajo la idea de una reivindicación. Pero realizada bajo una cuidadosa forma estética exploratoria, motivo por el que nada podría estar más lejos de lo panfletario. 

Hay un punto importante en torno del trabajo de su ficción con algunas poéticas previas. En efecto, en sus libros cifrados en torno de otros autores, tanto ella como sus lectores están incuestionablemente condicionados por representaciones sociales previas en torno de ellos. Esta dimensión sería un aspecto que podría afectar de distintas maneras tanto la reescritura como la lectura por parte de su lectorado. Apunto con esta afirmación a que no es lo mismo escribir sobre la más pura invención narrativa que hacerlo a partir de intertextos explícitos, en especial si uno de ellos es de índole referencial y de naturaleza tan afamada. Y si se trata de intertextos conocidos y no secretos.

Y en orden a las lecturas de los autores arriba citados, resulta claro que mediante una operación de transposición Reina Roffé de un México publicado en los años cincuenta que a su vez evoca otro bastante anterior (el de las revueltas cristeras o bien figuraciones imaginativas) o de una Argentina visitada por un escritor español célebre (más una promesa por entonces que un consagrado definitivamente aún) en los años ‘30, trabaja en un presente histórico que de modo envolvente captura algunos de esos recursos, momentos y esos temas. Pero también, de modo adaptativo, los instala en la actualidad de su literatura. Así, Roffé procede a realizar operaciones inesperadas en el orden de lo literario para expertos o bien lectores profanos. También Juan Rulfo, no lo olvidemos, se inscribe, si en caso no lo hace de modo inaugural, en una tradición latinoamericana del cuento y la novela en sus inflexiones más innovadoras. Fue un gran precursor acerca de cómo hacer escuchar ciertas voces preservando su identidad nacional y de hacerlo oponiéndose a determinadas formas de dominación. Ello resulta evidente en su novela Pedro Páramo (1955) y, antes, en ciertos cuentos de El llano en llamas (1953). El tono espectral de varias ficciones de Rulfo, su polifonía, su apego al universo de su espacio de arraigo (una zona de riesgo también en cierto sentido) así como algunos compases históricos marcaron un hito que él plasmó con los sinsabores que suelen irrumpir en el orden de lo real y del que da cuenta a través de una prosa seca, adusta, escueta, pero también polifónica. Voces que el escritor jalisciense se propone construir más que reproducir a través de operaciones de escritura plurales.

Reina Roffé es una destacada cuentista, con relatos en los que suele problematizar el pensamiento totalitario, unívoco e intolerante, con la clara idea de explicitar sus mecanismos de poder, discutirlos, desmantelarlos y desbaratarlos a través de la economía de la representación literaria y ciertos núcleos sémicos. Una prosa filosa y precisa, eficaz, suele narrar episodios en un lenguaje directo, claro, nítido, pero al mismo tiempo literariamente cuidado. Se trata de una escritora inquieta, que está de modo permanente tras la búsqueda de nuevos lenguajes y ello es perceptible de libro a libro. No se repiten ni sus formas de narrar ni sus temas, si bien encontramos ciertas constantes que, por ejemplo desde lo histórico o la socialización, pueden regresar: las dictaduras, la soledad, los vínculos difíciles, la incomunicación, entre otros tópicos. Ello no es sinónimo de incapacidad imaginativa a mi juicio sino decisión de profundizar en torno de ciertos núcleos o llevar al límite de la investigación creativa las estrategias formales. Queda a las claras a lo largo de todo el desarrollo de su poética, desde La rompiente (1987), muy en particular, pasando por El cielo dividido, de 1996 (novela en la que el paradigma de la heteronormatividad se ve puesto en cuestión de modo tan abierto como frontal) hasta sus libros más recientes. Por otro lado, la recurrencia en los libros de entrevistas a escritores. Entrevistas en profundidad, por otra parte, son otra constituyen otra forma de la lectura o de las lecturas. 

Es en la relación entre poética y política, tomada en su más amplia acepción en donde  a mi juicio se organiza como sistema y se juega la poética de Reina Roffé como un gran relato. Ello ocurre con la clara convicción de poner en entredicho las ideologías sociales de la dominación  y la violencia física y simbólicas en los distintos planos de la existencia de los sujetos mujer o varón, comprobando que efectivamente existe una realidad que la escritura, si es vehemente, radical y honesta, no puede eludir. Existe una hegemonía del poder, que totaliza la experiencia social, la normativiza. La escritura está llamada a poner en cuestión estos paradigmas. Reina Roffé busca que esos sistemas cerrados de ideas hagan crisis, desestabilizándolos, no mediante la provocación sino una infracción sutil (pero explícita). Asimismo, en buena parte de su poética hay un claro señalamiento orientado a la ética tanto pública como privada en orden al respeto hacia el semejante. Y Reina Roffé propone pensar el mundo a partir de perspectivas amplias, utópicas, desprejuiciadas, en las que la libertad subjetiva sea puesta en ejercicio y señalada en su amplitud. Pero perspectivas también cuestionadoras. Y lo hace también narrando situaciones o acude a los contextos distópicos. Roffé sabe perfectamente que el mundo no es como debería ser (y que no dejará de serlo, al menos en lo inmediato) en ningún plano del orden de lo real. En tal sentido, estimo valiosos además de valientes sus aportes al sistema literario argentino y, más ampliamente, mundial así como su impacto en el orden de lo real. Un proyecto creador que resulta infrecuente, porque de hecho lo es encontrar autoras que tomen decisiones firmes, audaces y, al mismo tiempo, de riesgo de modo contundente por revertir lo que consideran fuera de lugar (literalmente).  

Escribir para subvertir desde la radicalidad del plano de la escritura reenviando al orden de los referentes, escribir para transgredir (pero no para escandalizar, lo que es algo muy distinto) para socavar la tradición desde la insurrección podría ser el principio estético/ideológico y constructivo más señalado de las ficciones de Reina Roffé porque ello se desprende de las formas y los contenidos de su poética tanto como del resto de su producción. Y si bien se inscribe en una cierta incuestionable tradición crítica y de indagación narrativa hispanoamericana (y se pliega a numerosas autoras y autores, empezando por el propio Rulfo, que, por supuesto quedaron todos ellos  relegados del  “boom”, donde hubo listas de inclusiones y exclusiones que bueno sería analizar), su poética no me parece que se preste a encasillamientos.     

Reticente a la exposición, más bien Reina Roffé guarda un perfil bajo pero al mismo tiempo activo desde sus diversas zonas de las prácticas culturales. Desde las redes sociales mantiene un espacio de intervención y desde el periodismo cultural, en ciertas ocasiones así como eventos culturales sobre todo en España, su trabajo sin embargo no se caracteriza por la exhibición sino más bien por la discreción.

El diálogo desde la sinceridad en el plano de lo ideológico es una de sus zonas de mayor riqueza. Impugnar la hipocresía que encubre conflictos privados y públicos también resulta particularmente perceptible. Pero al mismo tiempo lo hace con eficacia

Hay también toma de distancia de la literatura escrita por mujeres en su variante más estereotípica. Temas reiterativos, cristalizados, previsibles, típicamente considerados femeninos (como el matrimonio y la maternidad idealizadas, la vida doméstica) y abordados desde esa misma mirada tan sujeta a expectativas previsibles (sobre todo por la ficción burguesa), Roffé no condesciende a plegarse tampoco en esa vertiente y disipa toda posible inscripción.

Y para cerrar el capítulo vinculado a su poética que acude a otras  producir nueva ficción me gustaría detenerme precisamente en otro hito en esa misma línea. Hito que pongo aparte porque no se trata exactamente de una obra literaria que remita a la lengua española y que además lo hace a un contexto anglosajón. Concretamente en uno de sus cuentos de Aves exóticas. Cinco cuentos con mujeres raras y uno más, de 2011 (reedición de su anterior Aves exóticas. Cinco cuentos con mujeres raras -2004- al que agrega un nuevo relato). El cuento, titulado “La madre de Mary Shelley” aborda la relación conflictiva desde varios ángulos entre una madre y su hija. Tanto el abandono como la falta de afecto y de diálogo tienen lugar entre ambas. La figura de  Mary Shelley y su madre, no casualmente son evocadas en un intertexto explícito por Reina Roffé. Se trató de otro vínculo nada simple, sembrado por la emoción de culpa y por una natural sensación de orfandad que podría haber sentido Mary Shelley. Porque a pocos días de que la diera a luz, su madre, Mary Wollstonecraft, muere de una septicemia producto del parto. Ello le sirve a Reina Roffé como figuración para en verdad retomar el significante de la maternidad en primer lugar. Otro diálogo entre madre e hija en tiempo presente. Esa remisión intertextual explícita del pasado concreto que realiza Reina Roffé claramente ilumina esa zona de la experiencia literaria (y toda una relación vincular sustantiva junto con ella) de la maternidad así como del mandato intelectual para la reivindicación de la mujer. La madre de Mary Shelley fue una feminista destacada (su conocido libro Vindicación de los derechos de la mujer fue precursor, de 1793) y la misma Mary Shelley, como su alter ego puede que haya sentido la obligación compensatoria de la escritura, con una voz distinta de otra clase de textos. Esta vez, sobre una sociedad en la cual quien también termina por ser el monstruoso es un varón: un científico que experimenta nada menos que con humanos. Eso por un lado. Por el otro, la criatura producto de ese experimento también siente la falta de afecto y la incomprensión tanto de su “padre” como de la sociedad. Mary Shelley, asimismo, fue una gran transgresora. El llamado de la escritura es siempre un gesto revulsivo (lo sabemos) en cualquier sociedad para una mujer, en particular para el siglo XVIII. En segundo lugar, su vida estuvo marcada por la desdicha, la pérdida de hijos, la existencia electrizante que le producía vivir de modo precario con su marido, el poeta Percy Shelley. De modo que el cuadro que pinta Roffé no puede ser, por un lado, más consternador. Por el otro, más extremo. Esta sería la tercera de las relecturas que formula Reina Roffé a mi juicio del pasado literario. En este caso del vínculo materno/filial.

De modo que, ya vemos, la experiencia de la poética de Reina Roffé de modo crucial, potente y especular elabora ficción partir de “textos fuente”, con intertextos explícitos, tanto literarios como de que remitan al orden de lo referencia que llegan a “textos meta” que los transfiguran al punto de mantener algunos de sus temas, de su espíritu pero raramente su forma. Es fiel e infiel a la vez. Por último, trama novedosas formas narrativas que articulan y desarticulan formas discursivas que organizan la ficción. En tercero, cuestionar el paradigma heteronormativo. 

Como un “espejo de escritores” o  “espejo de lectores”, quienes se internen en ella pueden reencontrarse con lo mejor de la literatura latinoamericana, sin caer en folklorismos, localismos, regionalismos ni en un realismo paralizante. Su ficción irrumpe, impetuosa, dando lugar a una erupción donde los significantes y los significados entran en fricción para dar cuenta dar experiencias estéticas novedosas. 

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