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Jonhen J. Rivas R.

Reflejos y máscaras

Hace unas semanas asistí a una premiere de teatro en Valencia (Venezuela), en la que se presentaba ‘La Puerta de los Herejes’ (de la agrupación VITAM Teatro del estado Carabobo, dirigida por Lizbeth Alvarado y escrita por Igor Martínez), una vez pasada la pompa y protocolo usual de estos eventos, empezó la obra, y desde el principio hasta el final quedé cautivado. Estaba viendo algo que tenía años sin ver sobre las tablas nacionales y sin embargo es algo que todos nosotros percibimos día a día en mayor o menor medida: La Comedia Del Arte.

Esta Stravaganza italiana del siglo XVI remite principalmente a temas sociales, antaño representados por los zanni (criados) los cuales actuaban como sus amos a modo de sátira, poniendo en escena sus vivencias y desventuras, convirtiéndolos a ellos en caricaturas, y convirtiéndose a sí mismos en reflejos de aquello de lo que se burlaban. Portaban exageradas máscaras y maquillajes, transformando así lo cotidiano en entretenimiento, desde la malcriada y escandalosa Colombina ataviada en sus vestidos Rococó hasta el sexualizado y Grotesco Pantalone, estos pintorescos personajes permiten al hombre expresar de manera cómica lo que ven a diario. Su intención no era muy diferente a las sátiras políticas de los diarios, a las parodias televisivas al estilo ‘Saturday Night Live’ y a la infinidad de ‘memes’ que vemos en Internet. El ser humano siempre busca reflejar sus vivencias y venimos practicando ese arte desde tiempos inmemoriales.

Asombra también la ironía artística no solo de la puesta en escena, si no de la sola idea de innovar a través de lo antiguo, de reinventarse, puesto que en Venezuela las producciones teatrales basadas en la comedia del arte se han reducido año tras año y ni siquiera directores de renombre como Levy Rossel o Humberto Orsini montan sobre las tablas este tipo de obras. Pasa lo mismo con la vida cotidiana, ¿Cuántas veces dejamos de hacer cosas por el simple hecho de que parecen anticuadas o pasadas de moda? Si bien la idea es no repetirnos, siempre está la opción de renovarnos, mostrar algo viejo adaptado a lo nuevo, una noción que se ve plasmada en muchas subculturas y tendencias de la moda en todo el continente americano, como son los ‘hipsters’ los cuales reinventan todo lo anticuado y en desuso, convirtiéndolo en ‘vintage’ a modo de rebelión ante las comunes tendencias que consideran ‘mainstream’; se podría decir entonces que el teatro italiano renacentista presentado en la actualidad es una rebelión ante las propuestas postmodernas que vemos usualmente en las tablas.

Un dicho popular reza ‘el arte imita a la vida’. Esto se ve confirmado no solo con el teatro, que si bien es el ejemplo más antiguo y simbólico, se ha dividido en múltiples expresiones artísticas que van desde la lírica hasta el cine, todas con la finalidad de realizar la función característica del ser humano: contar historias. Este simbolismo se representa en lo que decimos, lo que hacemos, lo que usamos y lo que frecuentamos, todo esto con la intención de expresar algo, de contar nuestra historia. Usamos uniformes para indicar a donde pertenecemos, vestimos de ciertos colores para resaltar aspectos específicos, escuchamos música que nos hace rememorar vivencias, y leemos historias a nuestros hijos para mostrarles el mundo y enseñarles moralejas, pruebas irrefutables de que los reflejos del hombre permiten preservar su identidad.

Pasa lo mismo con las máscaras, desde pequeños se nos inculca el rol que debemos cumplir, las funciones que debemos desempeñar, e incluso la cara que debemos poner en cada situación. A veces en nuestro trabajo debemos ser de cierta manera distinta a la que somos en nuestro hogar, o en una fiesta nos permitimos comportarnos de una forma que simplemente no sería aceptable en una primera cita.

Charles Chaplin solía decir que la vida es una puesta en escena sin ensayos. Sabiendo esto solo quedan flotando en el aire mil y un interrogantes: ¿hasta que punto nos representamos a nosotros mismos? ¿Somos simplemente el reflejo de otros? ¿Máscaras ajenas a nuestro verdadero ser? ¿Podremos responder a estas preguntas antes de que caiga el telón y se apaguen las luces?

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