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Toni Garcia Arias
Toni Garcia Arias - viceversa magazine

Recuperar la ética en la educación

A principio de esta semana, salí de casa para ir al hospital a hacerme una prueba, nada importante. Justo al salir del garaje con el coche hacia la calle, me encontré detrás de un enorme vehículo -un monovolumen de esos que por el brillo ya se ve que es carísimo- que circulaba muy despacio. Después de recorrer medio kilómetro detrás de él a una velocidad inferior a la de un caracol con lumbago, el vehículo se detuvo en mitad de la carretera y -unos segundos más tarde- el conductor puso el intermitente. Entonces, cuando comenzó a girar, pude observar que se trataba de una conductora que iba hablando por el móvil a carcajada limpia, como si estuviese viendo un programa del Comedy Channel, con dos niños sentados en sus silletas en la parte trasera. Impresionado por su comportamiento, le pité suavemente y le hice saber con un gesto de la mano en forma de teléfono que no se podía conducir hablando por el móvil, esperando que la mujer pidiese disculpas. Se me olvidó que estaba en España. La mujer no solo no pidió disculpas, sino que aún tuvo más que decir y -tras la ventanilla- comenzó a hacerme gestos descontrolados como los de un gorila enfadado detrás de una cristalera. Sin lugar a duda, su nivel económico y su nivel cultural no iban a la par, y ya se sabe que no hay nada peor que un imbécil con dinero. Seguramente, incluso imagino que esa madre, tan bien vestida, con ropa de marca tan elegante, será de esas que protestan porque en la escuela no les enseñan a sus hijos a usar correctamente las nuevas tecnologías. En fin.

Puede que algunos solo vean en esta anécdota una simple historieta, una curiosidad, pero es el reflejo de un tipo de conducta -muy extendida- que se ha contagiado en nuestro país gracias a una educación -tanto familiar como escolar- sin ética. Ya sé que, a algunos, cuando se habla de ética, les sale un sarpullido por el cuerpo, pero la ética es básica en la educación de cualquier individuo. La ética es la disciplina filosófica que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano, lo apropiado y lo inapropiado, lo correcto y lo incorrecto, lo debido y lo indebido y lo moralmente bueno y lo moralmente malo. Su estudio es básico para la formación de todos los seres humanos y es el centro sobre el que se sustenta la convivencia social y ciudadana pacífica. Si no existe ni bueno ni malo, ni moral ni inmoral, ni correcto ni incorrecto, cualquier acción es justificable, por muy despreciable que sea, ya que no habrá ningún código con que valorarla.

En España, desde que los gobiernos consideran que las ciencias sociales no son importantes para la formación de los alumnos, llevamos tanto tiempo sin ética en las aulas -y también en las casas- que parece que el comportamiento natural es el del sinvergüenza, el de aquel que -haga lo que haga- nunca le pasa nada, el del granujilla, el del mentiroso. Si echamos un vistazo al panorama social y político, nos damos cuenta enseguida de que -por falta de una ética común- en nuestro país se ha generalizado ese tipo de conducta: el que nadie dimita por sus engaños y triquiñuelas para conseguir tal o cual máster, el que nadie reconozca abiertamente su error y pida perdón por tirar a otro piloto de la moto en una carrera sin necesidad de justificarse, el que nadie se sonroje por aparcar en zona de minusválidos, el que nadie baje el volumen de su radio por si molesta a los vecinos, el que nadie tire las colillas a la basura, el que nadie cumpla las normas de la comunidad o el que nadie guarde silencio en el cine. Y eso es se debe a que, tanto si lo haces bien como si lo haces mal, obtienes el mismo resultado. Incluso mejor, si actúas mal.

La mujer de la anécdota demostró con su actitud que le es indiferente poner en riesgo la vida de los otros conductores, conduciendo mientras hablaba por el móvil; también demostró que no piensa en el resto de la sociedad al no poner los intermitentes a tiempo y, por último, también demostró que ella no se siente responsable de nada de lo que pueda suceder por sus actos. Como ciudadana, es absolutamente despreciable. Pero lo peor es su ejemplo como madre. Como dice el proverbio africano, “se necesita a toda la tribu para educar a un niño”. Lo malo es cuando la tribu es la que no está educada.

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