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Rebaja la barriga en una semana…

… ¡y sé feliz!… Porque si no ganas más dinero del que ganas, eso es asunto del hipotálamo. En una esquina de tu masa cerebral, llevas tatuado de forma permanente y exacta, el sueldo máximo al que aspiras y por consiguiente logras ganar, según la imagen de ti mismo que también llevas pre-establecida en la cabeza. Según John Assarat -New York Times autor del best-seller “Having it all”-, no importa lo mucho que trabajes ni te esfuerces, siempre vas a ganar lo mismo. Porque hay una parte de tu cerebro que predice tu sueldo y estilo de vida, hagas lo que hagas. Para más precisión, el responsable de tu estado de cuenta, es el “frontostriatal pahtway”, donde se esconde la imagen que tienes de ti mismo que es la que inconscientemente dirige tu conducta, y que es mucho más fuerte que las decisiones que tomas o cualquiera de tus deseos conscientes de superación. Queda claro que esto en nada se relaciona con tu inteligencia ni tus habilidades ni talentos. Tampoco con tu esmero. Sino con un ámbito de confort que cargas pre-establecido de manera inamovible en los sesos. 

Según este señor que alega todo tipo de investigaciones científicas de fondo, es asunto del frontostriatal que una persona después de ganarse millones en la lotería, sea capaz de perderlo todo en muy poco tiempo. Y si te ganas cualquier dinerillo extra, no te confíes, inmediatamente se dispara un sistema de alarma que alerta al frontostriatal que hace homeostasis en el hipotálamo para reestablecer los valores iniciales de sueldo máximo. Como si se tratara de un termostato que a la menor señal, te devuelve las finanzas al suelducho que tenías desde el principio, aunque no te alcance para nada. Y sin escándalo ni drama, porque el frontostriatal también regula tus pensamientos, emociones y conducta, y es así que te resignas.

Assarat asegura que lo que llevamos en la cabeza y que nos mantiene estáticos en un poder adquisitivo sin mayores anhelos, responde a un sistema tan sencillo que una vez comprendido, basta modificar la imagen que tienes de ti mismo para que el sueldo que tienes preestablecido ascienda y puedas empezar a ganar el sueldo que mereces. Y es ahí donde llegamos al “click”. Dale “click” aquí y te doy los trucos que necesitas conocer para que te suban el sueldo. Dale “click” aquí para que te deshagas de esa barriga horrorosa en tan sólo 15 días… dale “click” aquí y descubre el secreto para recuperar la cabellera perdida…

Pero no quiero desviarme en melenas y otras grasas. Sigamos con el dinero que es lo que manda: a partir del hallazgo “científico” de Assarat, bien se podría concluir que si estás sin un centavo y/o tienes meses sin trabajo, pues échate a dormir porque eso de todas maneras lo cargas pre-seteado en el cerebro sin remedio. A menos que hagas “click” aquí, ¡te puede cambiar la vida!… después de 40 minutos de habladurías, dibujos animados, testimonios, estás dispuesto a gastar los últimos 40 dólares en el manual que te enseñará a cambiar tu idea de sueldo pre-establecido, o te ayudará a tener la figura de una supermodelo en bikini y sin photoshop en sólo dos semanas, o a recuperar la melena con sólo tres pasos muy sencillos, que por supuesto incluyen la compra de tres productos… 

Es muy difícil, luego de caer en la trampa, y ver media hora de video, al ritmo de un discurso hecho de unas pocas mismas palabras,  recuperar la voluntad y conciencia como para parar, salir del mantra, del estado de hipnosis maníaco del fluido de información que no es información, repetitiva y estéril a la que te sometes sin darte cuenta, para acabar peor que como empezaste.

En el espacio virtual pululan todo tipo de videos que se instalan arriba o abajo, o de ambos lados de tu ventana, cuando navegas por ver tu email o tienes tiempo que perder en Facebook o haces investigación académica usando la internet. Videos disfrazados de información importante, que se cuelan como termitas hambrientas en la pantalla de tu computadora, tableta o teléfono, prometiéndote resolver como por arte de magia, sin tiempo ni espacio que los detenga, los problemas más comunes de autoestima de cualquiera. Se trata de un mercadeo de productos que atienden las necesidades creadas -entiéndase en términos rigurosamente marxistas-, de las que somos sujetos todos. Un sistema escandalosamente manipulador, esterilizador, aniquilador, tóxico. Un engaño, una mentira sostenida. ¿Cómo es que no existe forma de librarnos de esta inmoral manera de vendernos cualquier cosa? ¿Cómo es que el escritor avalado por el NY Times participa del engaño? ¿Cuánto gana por eso? ¿Cómo es que el engaño pareciera haberse vuelto norma? Porque es a partir del engaño, de la aparentemente inofensiva y útil información de ayuda, que luego de la hipnosis más burda se te revela la verdad de tanta generosidad: otro “click” aquí, como prender la luz, el fin último oculto, ya está sembrado también en tu hipotálamo: todo era para que compraras un libro, una crema, un champú que hará que te suban el sueldo, te quitará 20 años o 20 kilos de encima, y podrás deshacerte del odioso bisoñé.

Por su parte el New York Times, en sus páginas dedicadas a las finanzas, publica con cierta frecuencia artículos sobre la verdadera relación entre el dinero y la felicidad. Sin duda es un “temazo” de interés para cualquiera. En alguno de ellos plantean que ganando un mismo sueldo, si pudieras escoger vivir entre gente que gana más que tú, lo mismo que tú, o menos que tú, la mejor opción es vivir rodeado de gente que gana más porque aunque tú ganes menos, te podrás beneficiar de los que ganan más quienes siempre cuentan con mejores servicios, aire más puro y más agua… ¿Debo entender entonces que es aconsejable vivir entre ricos aunque seas pobre, sin quejarte ni oponerte o esforzarte por cambiar las cosas, porque de todas formas es lo mejor para ti?

En otro artículo reciente, a la sazón de la teoría conocida como la paradoja de Easterlin, propuesta por Richard Easterlin en 1974, economista de la Universidad de Pennsylvania, retoman el hallazgo que comprende que el crecimiento económico no se traduce necesariamente en una mayor satisfacción. Paradoja que según señala el artículo, se convirtió rápidamente en un clásico de las ciencias sociales, citado en publicaciones académicas y los medios de comunicación populares, porque está sembrado en un instinto humano casi espiritual, que es el que nos permite creer que el dinero no puede comprar la felicidad.

La noticia es que la fulana paradoja está puesta ahora en duda, según recientes argumentos de Stevenson y Wolfers de la Institución Brooking de Washington, que aseguran que el dinero de hecho sí tiende a traer la felicidad, aunque no la garantiza. Que el ingreso sí importa.

Después de una diatriba llena de cifras y ejemplos texturados de países pobres, concluye el articulista que el crecimiento económico por sí mismo, no es suficiente para garantizar el bienestar de las personas -según establece lo que considera la gran contribución de Easterlin a la economía-. Porque investigaciones recientes han encontrado que algunas de las cosas que hacen que la gente sea más feliz son los trayectos cortos, el tiempo pasado con los amigos… cosas que poco tienen que ver con el volumen de los ingresos. En el mismo talante, un titular del 2006 del The Financial Times cantaba, «Los hippies siempre tuvieron razón acerca de la felicidad.»

En otro artículo… “Si usted cree que la felicidad se puede reducir a una ecuación funcional de hasta $ 75.000, entonces, ¿cómo se puede explicar todas esas historias de personas en todo el mundo con muy poco dinero y una porción entera de la felicidad?”

No sé… pero algo no está bien. Algo me dice que la razón que subyace a todos estos escritos y publicidad enmascarada, tiene que ver con un interés en que nos resignemos. Que seamos felices aunque no comamos perdices. Y no me gusta.

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