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Razones poderosas

The Future is Female… ese es el slogan. Que ese slogan que se imprimiera en las franelas que promocionaban la primera librería de mujeres en NYC en los años 70 siga siendo combativo casi 50 años después, es lo que lo hace remarcable. Un slogan que hace unos meses se ha vuelto viral en Instagram, apelando a un futuro de justicia de género que aún no llega. Después de medio siglo, el slogan sigue clamando por lo que aún no tenemos y estamos llamadas a conseguir las mujeres, aunque hayan pasado estos 50 años haciéndonos creer que se ha hecho justicia, simplemente porque hay algunas directoras mujeres en museos, o artistas mujeres que coincidencialmente exhiben en importantes museos y galerías, o incluso, candidatas presidenciales mujeres, y mises que pasan a la palestra pública no por sus atributos físicos sino por dar su opinión. Aun así no hemos dejado de estar en la retaguardia de la cultura del macho dominante.

Tomo por caso la reunión de un grupo de mujeres directoras de museos de NY: Anne Pasternak, directora de Brooklyn Museum; Holly Block, del Bronx Museum; Thelma Golden, directora del Studio Museum en Harlem y Laura Raicovich, directora del Queens Museum, quienes amparadas en la moderación de la crítico de arte Martha Schwendener, se reunieron recientemente para dilucidar por qué aun es tan engorroso para las mujeres acceder a la responsabilidad de espacios de exhibición de arte. ¿Por qué nos cuesta tanto a las mujeres?, sigue siendo el tema. La lucha de barricadas continúa, en este caso por combatir el estereotipo de lo que se supone debe ser un director de museo, tipo Phillipe de Montebello, el apuesto y presto director, por más de 30 años, del Metropolitan Museum of Art, el museo de museos. Las más optimistas acuden a argumentos como que ese estereotipo está cambiando a favor de una visión “más colaborativa, focalizada en lo que sucede fuera de las paredes del museo, en una dinámica basada en el consenso” (Pasternik)… Es fácil deducir que es ahí donde se cuelan las mujeres, mas entrenadas en escuchar y respetar lo diverso, que los hombres educados para la dominación y la imposición de criterios.

De la audiencia, constituida por un 90% de mujeres, surgió el comentario de Andrea Geyer, artista y profesora de New School, para apuntar que no sólo el futuro es femenino sino que el pasado lo fue, y recordó el trabajo de pioneras como Gertrude Vanderbilt Whitney, fundadora del Whitney, y Juliana Fuerza quien fuera su primera directora, o Hilla von Rebay, la primera directora del Museo Guggenheim, y las hermanas Hewitt, fundadoras de Cooper Hewitt… Lo que es sospechoso es el empeño colectivo en olvidar esos nombres de manera perpetua. Golden responde afinadamente, «creo que este olvido constante es intencional. Es el poder del patriarcado. Este olvido colectivo tiene que ser atacado con una visibilidad constante: el hablar de los nombres, el reconocimiento de la obra y la institucionalización de esas contribuciones».

De allí mi esmero por nombrar a las que asumen el tema de manera pública y desde sus cargos también públicos, con nombre y apellido. Y pienso en la responsabilidad que los “nombres” tienen en vehicular y asentar la historia que queda, que es a su vez la de otros “nombres”. Pero ¿qué importancia tiene? ¿Es que la voz de estas mujeres puede llegar mas allá de las asistentes al foro o las lectoras del editorial de Artsy que lo reporta? Y es allí donde se me ocurre pensar en la importancia que tiene convocar y conciliar esferas del quehacer humano distintas, aparentemente desconectadas sin ningún interés común que las vincule… porque lo humano subyace al oficio y nos iguala; porque la persona es la que lleva el nombre y el cargo es sólo circunstancia; porque mientras más nombres, más voces, más chance…

Cuando Hillary Clinton menciona a Alicia Machado, es como si la devolviera a la vida, redimida con voz y más aun, con voto. Que una gerente gubernamental, candidata a “presidenciar” el imperio, se apoye en una miss latinoamericana, descalificada por su peso y su origen, en la grave presunción de que las gordas son despreciables y las latinas somos todas amas de casa, diluye de manera significativa las fronteras que mantienen la fuerza de la unión, disminuida. No es casual que semejante alianza se haya vuelto noticia de primera página en los periódicos más importantes del mundo. Porque tiene la fuerza de lo que junta a los distintos, por encima de gremios, importancias, educación u origen.

Y por ahí me pongo a pensar en la importancia que tiene convocar a los hombres, con nombre y apellido y agallas, en la defensa impostergable de la equidad de género. Cuando Edgar Ramírez se planta con un lucido discurso en la tenida de HeforShe en la ONU, lo hace desde su condición de género y no con la condescendencia de un hombre sensible que se compadece de las miserias que viven las mujeres en un mundo injusto. Desde el reconocimiento de lo que ese mundo segregador le hace padecer a él, su discurso adquiere la fuerza de la honestidad que le hizo merecer la ovación de pie de los asistentes. Porque el asunto de los daños colaterales y no tan colaterales, que nos hace padecer la sociedad patriarcal, atañe a mujeres y hombres; no por igual sino a cada quien lo suyo: la exigencia del éxito económico y notoriedad a costo de cercenar los sentimientos, son huellas indelebles que marcan a los hombres egresados de la educación sentimental que les prohíbe llorar y fracasar. Ellos son la otra cara de la moneda. Ramírez entiende que haber sido educado para dominar es tan erosivo como ser educada para ser dominada, y es así cómo lo que hace infelices a las mujeres tiene el mismo origen que lo que hace infelices a los hombres. A sus ojos, la equidad de género tiene la dimensión del interés común, la conveniencia mutua.

No era fácil montarse en el escenario frente a la ONU y decir alguna cosa no dicha mil veces acerca de la desigualdad entre hombres y mujeres. Ramírez lo logró atreviéndose a hablar desde lo que le duele, aunque no fue lo que aprendió en la escuela ni son cosas de macho. Tampoco era fácil sobrellevar la agresiva estupidez de Trump. La paciente tolerancia de Hillary, de tan acuciosa administración emocional, dotada de un cinismo casi imperceptible en su sonrisa bien administrada, es sólo posible en una mujer pues hemos sido educadas en eso. Y que justamente esa capacidad de aguante la hayamos convertido en arma de ataque, nos otorga una fuerza difícil de vencer.

Quiero decir con todo esto que la manera de luchar por un mundo de equidad de género transita por caminos insospechados, que se vuelven cada vez más eficientes y alentadores. Porque ya no es la queja de mujeres reunidas alrededor de anhelos feministas intramuros, que no trascienden el ámbito de las que están de acuerdo. Esto va más allá, mucho más allá del enfrentamiento frontal y la legítima demanda aguerrida; más allá de las nacionalidades, rangos y razas… más allá del género. Crece la convocatoria, unidos en la fuerza que tiene lo justo cuando es humano, a Hillary la ofende lo que ofende a Alicia y así es que les conviene lo mismo: sin inocencias. Clinton necesita desesperadamente el voto latino que promueve Machado y Machado, en apenas 48 horas, encabezó 150 artículos de la prensa impresa; fue referida en TV mas de 6.023 veces y mencionada en twitter unas 200.000; apareció en los shows de televisión “Today” de NBC, “Good Morning America” de ABC, en CNN, MSNBC, Fox News, Univision y Telemundo; lanzó su perfume al mercado el martes, y anuncia el lanzamiento de su libro “Trump y yo” próximamente…

De suerte que incluso cuando los intereses últimos son completamente distintos, se trata de conciliar los puntos de coincidencia para juntar fuerzas. A Edgard Ramírez le importa la equidad de género, legítimamente por razones distintas a las mías o a las de las directoras de museos reunidas en NY. Pero si a él lo maltrata lo que maltrata a millones de mujeres, se diluyen las diferencias que nos separan en favor de lo que nos une: las razones humanas que cuando se juntan, son poderosas.

Porque ponen de acuerdo a gente distinta que se une en un esfuerzo. Cuando las razones son poderosas… pienso en los neonatos que mueren en los hospitales de Venezuela por falta de insumos, los ancianos que mueren sin acceso a las medicinas, los transeúntes que pierden la vida simplemente por salir a la calle, el sonido de los que se acuestan sin comer en Venezuela… esas son razones poderosas… y Venezuela es el país que nos convoca a todos sin distingos, conciliados en la coincidencia de la temeridad de esas razones poderosas.

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