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Razón tenían los Indios

Está en Youtube. Como tantos otros misterios dispuestos en respuesta a tantas preguntas. Tiene 160.152 vistas. Lo montaron en el 2011 pero fue tomado en 1978. Herzog, con bastante más pelo y lozanía, habla de Kinski. A partir de una grabación que él no sabía que existía, tomada por el ingeniero de sonido secretamente, un día cualquiera durante la filmación de Aguirre. Herzog deja correr la cinta, se escucha la voz de Kinski:

– Espera un momento, yo creía que esto era un ensayo. ¡No me dirijas. No lo soporto! Yo lo puedo hacer por mí mismo.

Se escucha un breve murmullo en el fondo. Kinski arremete aun más alterado… digamos que a grito herido y en alemán.

– Si tú piensas que eres mejor ¿por qué no lo actúas tú? Si quieres a alguien excitado, pues ¡deja que se excite! Así que prende la maldita cámara y vamos a empezar…

Herzog se atreve a responder con un hilo de voz:

– La cámara se queda apagada.

– ¡Yo voy a actuar esto como me de la gana! ¡Guárdate tu consejo de a medio pelo. Tú no eres ningún director. ¡Tienes mucho que aprender de mí! Eres un principiante, un enano, no eres director para mí.

Apenas audible, Herzog aventura un…

– No me insulte…

– ¿Insulto? ¿Qué más insulto que tú pretendas dirigirme a mí? Lo que puedes hacer es venir y preguntarme, “Señor Kinski, usted cree que… como hizo David Lean e incluso Brecht, ¡y tú vas a hacer lo mismo!

La voz de Kinski desgarrada, fuera de sí. No le importaba lo que decía Herzog, lo despreciaba, su voz no se detiene, filoso, insultando, hiriente, sanguinario, sus ofensas desmedidas. La voz de Herzog, humillada, pequeña…

El Herzog de 6 años después, apaga la grabación y dice:

– Ahora me da risa pero cuando pasó fue muy serio, nada gracioso. Sobre todo debo decir que toda la histeria que Kinski aportó al momento, terminó resultando muy productiva. Y eso es lo importante. Por supuesto que suena penoso. Para él, o para mí, depende. Pero cada vez que Kinski se ponía histérico como en el infierno, tratábamos de empezar a rodar rápido, inmediatamente, porque él en ese estado aportaba un algo que tal vez nadie en el mundo ha podido darle a una escena. Y yo pienso que eso es lo que cuenta.

¿Lo que cuenta es sacar de sus casillas al actor, convertirlo en un animal, irracional, de crueldad desmedida, salvaje, manipularlo hasta ese punto para obtener la verdad de una escena?

– Esos estallidos de ira a veces podían durar horas, y yo siempre permanecía en silencio. Extrañamente esta vez, me había atrevido a responder. Pero normalmente no decía nada, simplemente soportaba las humillaciones de Kinski colérico, gritándome en la cara. Ahora me parece hasta cómico. Pero tengo que decir que sufrí lo indecible cada vez. Por eso el cine no se mide en dinero sino en noches de insomnio, en estrés y humillaciones. Hay que batallar con todo eso. Y sólo se aprende con las humillaciones. Hacer una película siempre involucra mucha tensión. En estos 14 años he estado haciendo cosas que por naturaleza no están dentro de mi comprensión. He aprendido que para hacer películas tienes que ser capaz de sobrevivir a estos problemas, elaborarlos y transformarlos en algo productivo. Todas esas humillaciones son parte esencial del arte de hacer películas. Y alguien que no pueda asumirlas probablemente tampoco podrá hacer películas. Yo aprendí mi lección.

Esa manera de entender la creación y el arte a través del sufrimiento es la que menos se me parece, debo decir. Entiendo que cada metodología pasa por lo personal y cultural de cada artista. Y que detrás de la aparente armonía feliz y controlada nórdica bien se pueden esconder monstruos que vienen desde tiempos de Thor. También puedo entender que Herzog se enorgullezca de ser autodidacta, de no haber asistido a ningún director, ni acudido a las escuelas de cine… pero que pasar por las humillaciones de Kinski le parezca la mejor vía de aprender a hacer cine, va mucho más allá de lo que me permite mi comprensión Caribe del asunto, que entiende lo creativo indisolublemente ligado al goce. Que la metodología sea a través de la explotación emocional de otros, que en este caso va en los dos sentidos, pues tanto las humillaciones de Kinski como el silencio de Herzog son expresiones de una misma enfermedad: el maltrato de lo emocional… lo comparto aún menos.

– Cuando Kinski alcanzaba esos niveles de histeria arribaba a una suerte de trance que producía momentos de interpretación inigualables, sublimes, majestuoso, irrepetibles. 

¿Y qué decían los demás? El montón de indios americanos convocados para esa película, viendo a este catire de facciones angulosas gritando a otro rubio mucho mas joven, que permanecía en silencio?

– Lo extraño era que cuando este tipo de cosas pasaba y debo decir que era prácticamente a diario, notábamos que los indios se morían de miedo. Habían 370 que venían de las montañas. No entendían para nada lo que estaba sucediendo. Pero por supuesto podían sentir que algo no estaba bien. Ponían todas sus cabezas juntas. Acurrucándose como una manada de animales, susurrando por un instante, y luego quedándose muy quietos y callados, sentados en círculo. Siempre con las cabezas pegadas. Cuando estábamos a punto de terminar de filmar, uno de los jefes se me acercó y me dijo, que lo que los había asustado no era el hombre loco que gritaba, sino que yo me hubiera quedado quieto, sin decir nada.

¿Una manada de animales? ¿Más animales que Herzog y Kinski?

Lo que me parece rescatable de la anécdota, lo que me alcanza de manera conmovedora, es el gesto de aquellos aborígenes americanos, justamente porque muestra lo sano frente a lo enfermo, lo colectivo frente a lo individual. A mí también me espanta más que los gritos de Kinski, que Herzog haya sido capaz de una contención tal como para no responder a semejantes agresiones. Que pudiera calcular y calibrar racionalmente el daño y la herida en beneficio de obtener una buena escena. Definitivamente hay que venir del frío para ponerse en contrasentido a lo que sientes, por obtener lo que imaginas, lo que aspiras, o cualquier otra cosa. Los indios tenían razón: lo que asusta es la contención, el control, la manipulación. Porque no hay nada que justifique la humillación. 

Y me espanta aun mas sospechar que aun mucho de la cultura europea sigue propiciando que sus gentes sean tan controlados, tan bien portados incluso en el ejercicio de su crueldad. En Europa, sin miedo a caer en la banal generalización, puedo decir que no es común ser directo, ¿tal vez porque piensan que sería demasiado primitivo? ¿Para qué ser honesto, si todo se puede decir de manera sesgada? Así no se revelan las rutas ni las intenciones, nadie sabe a qué atenerse, todos sospechan de todos, todos se resguardan, se guardan, todos son capaces de mentir en su beneficio, y eso lo aprenden desde niños, en la casa y en la escuela.

Al final de cuentas creo que el horripilante exceso de Kinski que se muestra tan abominable, no es comparable con la perversión de la contención de Herzog. No hay director que merezca las humillaciones de un actor, pero tampoco viceversa, sobre todo si las maneras son tan ocultas. Creo que Herzog desde su silencio, es mucho mas cruel que Kinski.

– Pienso que la gente con frecuencia ha malinterpretado mi relación con Kinski. El es la única persona, básicamente, que alguna vez me ha enseñado algo… por ejemplo lo que hay detrás de los movimientos de una persona, de suerte que puede caminar eventualmente como si se tratara de una araña o un cangrejo. O su manera de sentir el tiempo, cuándo hacer una pausa, cuándo apurar las palabras. El también tiene un extraordinario instinto para el vestuario…

Por eso tal vez esa película retrata a Kinski y no a Aguirre. Porque Herzog al final no pudo imponerse con su silencio al volumen de Kinski. Porque ambos sufren de una misma enfermedad aunque los síntomas sean opuestos. Porque en ese combo sólo los indios sabían lo que era ser equipo, comunidad cabeza a cabeza, familia, un todo. Porque las películas, necesariamente son trabajo en equipo, se hacen entre muchos, en el respeto. Me quedé con las ganas de conocer a Aguirre.

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