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Daniel Oliveros

Quo Vadis? (Parte I)

Frente a la poesía es necesaria una pregunta. Siempre que uno se acerca al fenómeno de la creación poética o a un poema específico, el misterio debe estar presente, la indagación, el cuestionamiento frente a lo que desconozco, pues, el poema, debe consistir en buena medida de una materia inexplorada para su autor y para el lector. De cara a un libro de poemas, una de las interrogantes que me salta a la mente es ¿Quién va?, y por esta pregunta no hago alusión a la vida personal del autor o sus detalles, sino más bien, ¿quién es el poeta que escribe esto y qué dudas me propone con su poesía? Con este Salvoconducto, Adalber Salas Hernández se extiende en dudas y preguntas fundamentales para él que sirven como ejes temáticos dentro del libro. Luego de las dedicatorias, Salas Hernández coloca un epígrafe que, en buena medida, explica gran parte de la obra:

e dietro le venìa si lunga tratta
di gente, ch’i’non averei creduto
che morte tanta n’avesse disfatta

Perteneciente al Canto III del Infierno de Dante Alighieri, esta cita no sólo refiere al poeta florentino, sino también a un poeta que Adalber ha usado a lo largo de su obra, T.S. Eliot, quien en su Tierra baldía hace un llamado al terceto antes citado en The burial of the dead:

A crowd flowed over London Bridge, so many,
I had not thought death had undone so many.

De buenas a primeras nos recibe con dos grandes referencias de tiempos ahora en apariencia remotos. Salas, en el espíritu de Eliot, dispone de un discurso poético ya existente para transformarlo en un elemento que alimente al libro, y por si no fuera suficiente, si nos vamos al principio del canto al que hace referencia el epígrafe, podemos establecer una relación más estrecha con el título, pues es en el tercer canto del Infierno que Dante nos cita la inscripción grabada en las puertas que dirigen al reino de los muertos:

Per me si va ne la città dolente,
per me si va ne l’etterno dolore,
per me si va tra la perduta gente.
Giustizia mosse il mio alto fattore:
fecemi la divina podestate,
la somma sapienza e ’l primo amore.
Dinanzi a me non fuor cose create
se non etterne, e io etterno duro.
Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate.

La Real Academia Española, en su acepción menos extensa, define la palabra Salvoconducto como Libertad para hacer algo sin temor de castigo, este epígrafe pues, establece el enlace entre las puertas del Infierno y este Salvoconducto que funge de Virgilio, permitiéndole a Salas Hernández transitar por el Inferno que él narra a lo largo de su más reciente publicación. Adalber desciende los círculos de su ciudad natal sin miedo alguno, manteniendo sus preguntas y afirmaciones vivas a lo largo del recorrido Caracas, los que van a morir no te saludan.

Con este libro, el poeta hace una especie de arqueo de sus trabajos anteriores. Varios de los poemas contenidos en Salvoconducto dialogan constantemente con poemas publicados anteriormente. En VIII, Salas nos presenta un elemento con el que ha trabajado en varios de sus libros: el padre.

[…] No sabe cuántas veces ha muerto, ni en
qué poemas o cuáles esquinas. No sabe
cuántos padres ha sido.

Estos tres versos nos refiere a los distintos poemas en los que incluye esta imagen, en Extranjero (2012), por cierto dedicado a su padre, Salas escribe:

Padre,
de madrugada en madrugada
voy arrastrando tu cadáver,
tu grito sedimentado,
tu hora imposible en todos los relojes […]

En Extranjero abundan otros rasgos comunes con Salvoconducto, su epígrafe, por ejemplo, nos refiere al Paraíso del mismo Dante y, a lo largo del libro, hay ecos dispersos por buena parte de las páginas que hacen referencia a The hollow men, nuevamente, de Eliot. Es ésta una reducida muestra de pequeños llamados que el poeta utiliza para conectar su obra a un libro que representa una nueva etapa de maduración y exploración. Pero Salvoconducto no sólo está compuesto de referencias a trabajos anteriores, es con este libro que Salas da otro paso en dirección a lo desconocido, a pesar de la aparente familiaridad con los elementos de los cuales se nutren los textos. A lo largo de su obra, Adalber habla desde sí mismo, en muchos casos, para sí mismo. Una poesía intimista, que no hermética, que busca establecer una conversación para sí, reflexionando sobre temas que le son inmediatos y fascinantes. Con este libro más reciente, al igual que con Extranjero, el poeta hace un salto hacia el otro, es ahora que se busca comunicar algo a una segunda persona en el poema. No es la disertación solitaria sobre la mortalidad o la existencia, por ejemplo; es la compulsión por hablar de ellas, compartir la inquietud, la ansiedad y la tranquilidad que genera un tema que nos afecta y atrae como seres humanos.

Uno de los elementos más relevantes a tomar en cuenta es la gran cantidad de referencias que se manejan en este libro, en la mayoría de los casos, no citadas, lo que recuerda a las prácticas de autores clásicos como Joyce, Eliot e incluso Shakespeare, quienes disponían de las obras universales como elementos para nutrir las suyas. Uno de los mejores ejemplos de este recurso, se puede encontrar en el poema XXXI, donde la piedra negra sobre la piedra blanca de Vallejo aparece para imprimir un sentido adicional al poema. Más adelante, Salas incluye llamados a Burnt Norton, poema con el que Eliot da inicio a sus famosos Cuatro cuartetos y que con el verso Tiempo presente y tiempo pasado nos comunica que el tiempo y la eternidad son conceptos que no se pueden distinguir el uno del otro. Finalmente, el poeta cierra el texto con el primer verso de la antes citada Divina comedia. Estos tres poetas no aparecen en XXXI de una forma casual, de hecho, el mismo Adalber deja una pista dentro del poema:

Otro, que aún no conozco
y que ostentará mi partida de nacimiento como una
insignia obscena, habrá envejecido en mi frente
y atravesando a tientas mi sombra.

Estos cuatro versos nos dan a entender la conciencia del poeta sobre el recurso que está empleando para este texto y que él mismo se suma al diálogo entre estas tres voces. La imposible distinción entre tiempo y perennidad establecido por Eliot, un primer verso del mayor poema de Dante colocado al final del poema y la tristeza y nostalgia de Vallejo proyectada hacia el futuro, son elementos que armonizan conjuntamente con las palabras de Salas para establecer una idea única y concreta.

A lo largo del libro, también vemos los hallazgos del poeta, que no son pocos. Entre los que más captan la atención, está en el lenguaje narrativo de algunos poemas, característica que no le resta esencia poética teniendo como precedente, por ejemplo, al célebre Cuervo de Edgar Allan Poe y muchos otros extraordinarios poemas narrativos. En textos como II o III —entre algunos otros— el poeta despliega una serie de imágenes y circunstancias que va hilvanando a través de lo que podría asumirse como una narración altamente poetizada, enlazando el sentir no escrito de la vivencia con lo expresado dentro del poema:

Recuerdo la última vez que fui con mi madre
y mi abuela a limpiar la tumba de mi
abuelo. Lo recuerdo nítidamente cada vez que,
durante la tarde, la luz cae así, arropada
por la tierra que levanta el viento.

Si bien es posible afirmar que lo escrito en estas cinco líneas se podría decir en prosa, sería un error ignorar el trabajo riguroso del verso, característica que define en buena parte la poesía de Adalber. La disposición de estas cinco líneas, por ejemplo, se justifica con la musculatura de cada verso, su sonoridad, su musicalidad y la generosidad de su extensión. Otro claro ejemplo del uso de lo narrativo al servicio de lo poético está en VII (Planto por la muerte de Maese Don Domingo) donde el autor unifica el mundo que le rodea (lo que es) con lo anecdótico y sensible de su mundo interior (lo que para Adalber es) a través de un monólogo que simula un diálogo con un interlocutor que se esfuma entre la bruma:

Ven, entra, pasa con lo que traigas, con tus nombres
/ deslucidos, lavados
con cloro, con tu nuca besada por las raíces, con tus
/ venas como una lluvia
Estrecha e innecesaria.

Cada poema es un segmento de vida atravesado por el uso de un lenguaje que apunta hacia la pulcritud y la precisión. Si bien Salas nos despista con imágenes de un mundo confundido que nos es muy inmediato, lo hace a través del uso de una herramienta con la que desea experimentar y seguir redescubriendo, estableciendo así esa armonía entre la potencia de lo escrito y la forma en la que está escrito.

Era difícil encontrar en ellos un rasgo, una
línea que los uniera. Sus pieles eran una cartografía
mutilada, como si todos hubieran sido escritos por
la misma mano temblorosa. Los brazos, las piernas
dispares, las cabezas sin ojos, sin boca o a medio
formar. Ninguno de ellos tenía el descuido
de poseer una historia.

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