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¿Quién no quiere el Proceso de Paz?

Desde fuera el Proceso de Paz en Colombia se ve como la esperanza de la ciudadanía, a lo que aspiraríamos si viviésemos allí. Lo que querríamos a toda costa tener. Pero lo que la ciudadanía anhela es la paz y la no violencia. El Proceso de Paz puede ser uno de los caminos, el que a todos nos gustaría desde fuera, pero quizás no. Y es que no hay un plan claro desde las autoridades para dirigir la inserción en la sociedad de las personas que antes estaban en los grupos armados. El temor es que las personas que ya no están en los grupos armados no encuentren un espacio entre la ciudadanía. Generarían entonces nuevos grupos armados, pequeños, a modo de célula, que trabajarían de manera independiente. Serían entonces más difíciles de conocer y entender y, muy probablemente, se dedicarían a obtener recursos vía actos violentos hacia el resto de la ciudadanía, dado que el tráfico de drogas y armas amerita de un estructura ya no tan sencilla como antes. “Al menos hace un tiempo estaban todos juntos”, me decían el otro día. “Al menos antes, cuando formaban parte de las FARC, sabías dónde encontrarles, cómo trabajaban. Sabías dónde se podía ir y dónde no se podía. Pero es que ahora no se sabe: ni cómo funcionan esos grupos, ni cómo se relacionan”. Y claro, ahí una se para a pensar en para qué sirve ahora el Proceso de Paz, si es que va a traer más o menos paz y después de eso decide si lo apoya demandando a los autoridades más y mejor compromiso o no.

Cuando sorprende, desde fuera, que la ciudadanía colombiana no genere más presión sobre los gobiernos para que el Proceso de Paz avance, toca revisar de quién y para quién sería ese proceso de paz, y cuánta paz traería a quienes la buscan. Si para la ciudadanía significaría enfrentar a uno o a un sin número de enemigos y si al final necesariamente tendría que llegar a pensar que más vale malo conocido.

Son las autoridades las que tienen que generar la propuesta de inserción que a pesar de todo funcione. No es fácil, desde luego. Puede que a muchos no les guste, pero para eso están ahí. Y es que al final, con ellos, con las autoridades, sí que no se debe pensar “más vale malo conocido”.

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