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Qué queremos

Gente a la que aprecio y quiero va a caerme por esto, pero no puedo callar mi voz. No solo porque es mi derecho, sino porque lo creo necesario. A mi juicio, y no espero que crean en mí como si fuese yo un dios griego, la salida electoral en Venezuela está muy cuestionada. Me resulta difícil creer que una élite, señalada internacionalmente de ser violadora de derechos humanos e incluso de participar en la delincuencia internacional (como lo sugirió un reportaje de la Deustche Welle), vaya a dejar el poder incruentamente. De hecho, en un texto escrito por Rafael Poleo con ocasión de la crisis del 2002, cita una conversación en la que José Vicente Rangel le reconoció que en efecto, ellos no perderían el poder incruentamente (Venezuela: La crisis de abril. Un abril en crisis. Antonio Francés y Carlos Machado Allison. Ediciones IESA. Pág. 121).

Michael Penfold hace un minucioso análisis de lo ocurrido el 15 de octubre pasado en Prodavinci. Si bien se pasea por las diversas explicaciones sobre las elecciones regionales e incluso sugiere que hubo crecimiento del chavismo y decrecimiento de la MUD, la trampa y el fraude subyacen en unos resultados que la comunidad internacional y buena parte del país consideran ilógicos. Si con una crisis económica y política que ha generado un rechazo del 80 %, lograron 18 gobernaciones a pesar de que todas las encuestas indicaban un escenario diametralmente opuesto, creer que no van a maniobrar para impedir lo que a su juicio sería el peor escenario, la pérdida del Poder Ejecutivo, resulta una sandez imperdonable.

Ángel Oropeza señalaba en una entrevista ofrecida a Carlos Croes, reseñada por Noticiero Digital, que la lucha ahora es «por destrancar la salida electoral». Me perturbó sobremanera su declaración y en un arrebato, porque soy humano como cualquiera otro, me dije, si el proyecto emergente «Soy Venezuela» les arrebata el liderazgo opositor a la MUD, será su culpa y tomando las palabras de Chuo Torrealba (en otro contexto, desde luego), no hagan como Maduro y responsabilicen a otros de sus propios pecados. La torpeza de los cuatro gobernadores adecos, juramentándose ante un ente que ellos mismo consideran ilegítimo, no solo constituye una falta imperdonable, sino además un daño enorme a la causa opositora.

A mi juicio, no hay en este momento una unidad de criterio en la MUD que permita trazar una estrategia clara y viable para materializar la principal aspiración popular: la transición en un plazo brevísimo. Hay una unidad electoral que en contadas ocasiones ha sido la voz cantante de un sentimiento nacional. Sin embargo, falta coherencia y claridad en el discurso del liderazgo opositor, como lo señalara en su programa de radio, un hombre mensurado y ecuánime como lo es Diego Bautista Urbaneja. Que Oropeza diga hoy, cuando el dólar real – ese que marca los precios de todos los productos – ronde los 40 mil bolívares (40 millones de los de antes) y que la comida escale precios semanalmente, que ahora la lucha es para destrancar la salida electoral contradice lo ofrecido en julio de este año, cuando se planteó incluso la activación de los mecanismos extraordinarios previstos en los artículos 333 y 350 constitucionales.

No creo que sea posible una salida electoral. Que ahora parte del liderazgo político opositor acuse a un hombre que ha sido corajudo en la defensa de la democracia venezolana como el secretario general Almagro me resulta ruidoso, y sin lugar a dudas, irritante. La MUD debe asumir que la crisis no solo empeora diariamente, sino que sobre Venezuela se yerguen como sendas espadas de Damocles tanto un estallido social de magnitudes ciclópeas como un intervención militar extranjera.

Sobre el estallido social poco hay que decir y mucho qué temer. Sobre lo segundo, si bien Estados Unidos no la ha planteado como una opción en el corto plazo, no la descartan y el riesgo de un desequilibrio de poderes en el mundo no es un tema para tomarlo con ligereza y desdén. Por ese desequilibrio de fuerzas se iniciaron las dos guerras mundiales. El BRICS plantea un reacomodo de poderes que afecta a Estados Unidos y Europa y en ese reacomodo de intereses, Venezuela cobra importancia por el uso geopolítico de su petróleo, como lo sugirió Fernando Henrique Cardozo en una entrevista que le hiciera Moisés Naím (la cual puede verse en YouTube:

 

 

Ángel Oropeza insiste, a mi juicio erradamente, en darle a la MUD un carácter electoral que, a todas luces, resulta insuficiente. Aferrarse a una salida electoral como la única salida constitucional y democrática no solo es un error estratégico, sino además conceptual. Hay sin lugar a dudas otras fórmulas igualmente democráticas, pacíficas y constitucionales.

Sobre esto, cabe recordar que en unos pocos meses celebraremos el 60° aniversario de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Salvo para sus defensores, el 23 de Enero de 1958 es una gesta loable, el parto doloroso de nuestra democracia. Ante la imposibilidad de provocar el cambio electoralmente, como se evidenció el 30 de noviembre de 1957, sobrevino el desconocimiento nacional de la autoridad y la huida del dictador. Eso solo fue posible gracias a la tarea del liderazgo opositor de entonces, que, operando clandestinamente, acercó a los factores de poder para propiciar el cambio. No olvidemos que en 1952, la SN asesinó a tiros al dirigente adeco Leonardo Ruiz Pineda. Y que el año siguiente, Antonio Pinto Salinas corrió la misma suerte.

La naturaleza del régimen ha definido su destino. No se trata de un mal gobierno, al que debe cercenársele su capacidad destructora a través de las instituciones. Se trata de un proyecto que busca imponer un modelo castro-comunista que cada día se afianza más en el poder. La salida electoral es la más deseable, pero hoy por hoy, luce improbable. Hay, no obstante, otras fórmulas igualmente constitucionales. Urge, desde luego, emular al liderazgo que en 1957 construyó la salida del dictador Marcos Pérez Jiménez.

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