¿Qué sucede en el cerebro en tiempos difíciles?
Estamos saliendo de la pandemia y ya están causando una nueva psicosis con otra enfermedad, la viruela del mono. Dicen que viene de los monos, hipótesis similar a la del murciélago. También se habla de una hepatitis en los niños. Lo que nos parece muy sospechoso es que quieran aplicar otras vacunas. ¿Ya vieron el negocio?
Además tenemos la guerra en Ucrania. Putin enfermo de poder no va a parar hasta ver destruida Ucrania y derrotado, de rodillas a Zelenski.
Son tiempos de presión social y tensión emocional. Las causan son varias: duelos, la pérdida de un negocio, del trabajo y hasta las crisis de pareja. Los procesos neuronales para los estímulos pequeños disminuyen significativamente cuando atravesamos un conflicto. La atención divaga entre 30 y 70%. Una preocupación hace que la idea se recicle de manera repetitiva, obsesiva, impidiendo su solución. El miedo y el estrés son respuestas del sistema nervioso ante cualquier problema o agresión. La adrenalina agudiza el pensamiento ante estímulos peligrosos, es la energía que nos pone en alerta para la defensa: correr o pelear son la respuesta. Los efectos secundarios se perciben con aceleración del corazón, aumento de la pérdida de líquidos, disminución de la motilidad intestinal y de la frecuencia respiratoria. También se incrementa el cortisol, la hormona del estrés que favorece el aumento de la glucosa generando el estado de alerta y una alteración del sueño. El resultado es mal dormir, mal humor, irritabilidad, además de incremento de peso. En el proceso disminuye la serotonina, químico encargado de la atención y el placer y se agudiza el pensamiento obsesivo. El miedo, la angustia, la incertidumbre cambian la percepción de las cosas. La sensación de soledad, pobreza, la preocupación por las deudas crean un panorama que nubla la solución. El cerebro se siente agobiado y el cuerpo falto de energía.
Las preocupaciones, el miedo, los problemas de salud dan por resultado que las redes neuronales cansadas nos vuelven más atarantados, se cometen más errores, se pierde la disciplina, se cambia el orden de las cosas, se altera el sueño, incluso disminuyen la autoestima y la motivación.
El sueño al igual del alimento es vital. Es necesario dormir entre siete y nueve horas, pero en estos tiempos de tecnología la mayoría duerme entre tres y cinco sin ni siquiera llegar al sueño profundo, es decir sin descansar, lo que da como resultado la falta de respuesta a estímulos. Aumentan los accidentes, se altera el estado de ánimo, disminuye la libido, se incrementa el deseo de beber alcohol, fumar o ingerir drogas.
Vivir con tantas cargas causa depresión, trastornos de ansiedad, diabetes y eventos cardiovasculares. Todo este panorama se agudiza por el uso excesivo de los dispositivos electrónicos, aparatos que están relacionados con el insomnio.
El cambio climático con el consecuente aumento de la temperatura, también, impide un buen descanso. El sueño puede resultar alterado asimismo al dormir con alguien que ronca. Los varones tienen el doble de probabilidades de roncar que las mujeres, debido a algunas alteraciones como las alergias, el envejecimiento, el tabaquismo y la obesidad.
El envejecimiento, el aumento de peso tienen consecuencias en los tejidos de la garganta que pierden el tono y tienden a obstruir las vías respiratorias. Rn la apnea del sueño hace que la respiración se detenga y por lo tanto la persona no logra conciliar el sueño.
Un factor que, aun siendo muy común en niños y adultos, pasa desapercibido es el reflujo gastroesofágico. Las personas que sufren de esto pueden despertarse de pronto alteradas en la madrugada como con un ataque de pánico.
Dormir boca arriba, beber alcohol, comer demasiado antes de irse a dormir tiende a agudizar los ronquidos, los músculos se relajan y permiten que la lengua obstruya la garganta. Algunas recomendaciones para que los ronquidos disminuyan: duerme de costado, práctica ejercicios con la lengua, baja de peso, revisa que no tengas un problema de tabique desviado o sinusitis.
Una paciente sufrió durante años de depresión sin que los antidepresivos y medicamentos milagrosos carísimos que le ofrecían dieran resultado. Revisé los detalles, hasta que pregunté si su esposo roncaba. Tan simple y complicado, ese era el problema, le recomendé que se cambiara de habitación, cosa posible ya que los hijos se habían casado. Al comienzo tuvo muchas dudas hasta que lo logró y la ganancia fue un sueño reparador sin fármacos.