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Eneida Farro
viceversa mag

Puedo ser feliz cuando no estoy con mi pareja

Hay una pregunta inquietante que surge cada vez que decidimos tomarnos un tiempo para nosotros, sin nuestras parejas. Es el momento de la crítica social y, lo peor, es que la pasé muy bien. Entonces, ¿Es normal que me sienta feliz también cuando no estoy con mi pareja? Por supuesto que sí y eso no significa necesariamente que hayas dejado de amarle. Al contrario. El enriquecimiento personal fomenta un afecto más saludable, más rico, para con la otra persona. ¿Suena raro, verdad?

La cultura se impone y nos influye, y en las sociedades tradicionalmente conservadoras se nos enseña que eso que llaman “felicidad”, especialmente en la mujer, consiste en tener “pareja”, buscar hijos y, por sobre todas las cosas, no estar solo. Esta influencia cultural nos marca y nos hace sentir “culpables”, cuando decidimos, al margen de nuestras parejas, salir a disfrutar con amigos, invertir tiempo extra en el trabajo, disfrutar de un hobbie, viajar por nuestra cuenta o emprender un proyecto personal, entre muchas de las tantas actividades a las que tenemos derecho como seres individuales.

Contrariamente a la cultura (eso que piensa la gente), la salud y la felicidad de la relación de pareja se sostiene con el aporte que cada uno hace y eso sólo es posible con el desarrollo personal y el amor propio. Un desarrollo personal que se construye desde lo personal y muchas veces, a solas.

Por eso, entre otras razones, es posible que las personas que se dedican exclusivamente a los intereses de su pareja, sin tomar en cuenta los suyos propios, pasando muchas veces por encima de sus genuinos deseos, muy pronto comenzarán a sentirse abandonadas, solas, vacías, y por ende, muy tristes, con el adicional de que su pareja podría estar comenzando a perder interés en ellas.

En la relación de pareja saludable y feliz, cada uno aporta un poco de lo que ha construido de sí mismo. Ese aporte va desde un pequeño gesto, la manera en la que manejamos un error cometido por la otra persona.

En definitiva, la felicidad es autónoma, y por sobre todas las cosas, es una actitud personal, que se construye día a día, en cada cosa que hacemos. Atreverse a ser uno mismo, tomándonos el tiempo necesario para conocer y alimentar nuestro “yo” interno es el mejor aporte que podemos darle a nuestra relación de pareja.

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