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¿Puede renunciar Sudamérica a la UNASUR?

Lo regional nunca fue tan importante como ahora. Son muchos los procesos regionales que han tratado de implementarse en Sudamérica. Propuestas que aspiran a crear la Unión Europea pero en Sudamérica. Que se compran como el proceso capaz de saltarse un sinnúmero de pasos porque tiene un modelo a seguir, el europeo. Al no explicarse bien, al no aclarar que una cosa es el objetivo que se tenga en el largo plazo y otra el camino que se seguirá para alcanzarlo, niegan ante la sociedad civil su capacidad para aprender de sus errores sin complejos.

Se dice que los procesos latinoamericanos han fracasado, que no han sido lo suficientemente buenos, que no han logrado las metas inicialmente propuestas. No es de extrañar. Hubiera sido un milagro generar una feliz, estable, ejemplar y sin fisuras Unión Sudamericana con moneda propia, políticas supranacionales y libre circulación de bienes y personas.

Es, desde luego, políticamente rentable firmar acuerdos magnánimos capaces de aunar los objetivos multipaís para generar una región de renta alta sin explicar a la ciudadanía que los procesos de integración nunca deben dejar de cuestionarse a sí mismos y que no conocen el camino que van a seguir. Que no pueden ni deben forzarse ni dejar de estar al servicio de las necesidades y voluntades de los pueblos que los forman, aunque a veces parezca que puedan contrariar el objetivo final de integración. Aquí el fin, nunca justifica los medios.

No puede ser más acertada la comunicación de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú de suspensión de su participación en la UNASUR. No pueden ser más legítimos sus reclamos de una organización más eficiente y eficaz, más transparente. Solo se me ocurre felicitarles porque es imprescindible apuntalar la mejora. No aplican las voces que se erigen sabedoras a priori del fracaso de la UNASUR, esos “cuñaos”, de los que siempre hay uno en cada tertulia. Lo que es necesario, “cuñaos”, son las contribuciones para lograr abordar de manera eficaz y eficiente cuestiones de carácter nacional que los países sudamericanos no pueden resolver solos. Qué solo pueden abordar como región.

Es cada vez más evidente la necesidad de tratar de manera regional el reto del narcotráfico, una de las principales lacras de las naciones latinoamericanas, que se empeñan en tratar, como buenamente pueden, a nivel país. Un problema que, cuando toca, cada país lo empuja a las fronteras con los países vecinos. Y es cuestión de tiempo que les llegue a todos. También aquí el “cuñado” aparece para reclamar que son los EEUU y Europa los que deben hacerse cargo de un problema que genera su consumo. Es necesario que contribuyan, los “cuñaos” digo, a generar una política regional común de fronteras, un ejército para la lucha contra el narcotráfico regional, unas legislaciones y un sistema judicial relacionado común transparente y rápido. Si no es para garantizar la seguridad de la sociedad civil, ¿no es un problema de todos?, ¿para qué queremos la UNASUR?, ¿para qué la integración?

Es imprescindible contar con una UNASUR que gestione las cuestiones regionales de forma eficaz, eficiente y transparente. Llámele organización de integración, organismo multilateral o ente supranacional. Pero algún organismo debe ser capaz de gestionar los temas que sólo pueden resolverse desde lo regional.

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