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Cesar Chelala

Psicología detrás de la guerra con Iraq

La muerte reciente de Colin Powell, quien en un principio fue defensor de la guerra de Irak ¾ tal vez, una de las decisiones de política exterior más desacertadas de una administración estadounidense ¾, lleva a examinar ciertos factores ocultos. Dejando de lado la política y la codicia, esta decisión se vuelve menos complicada si se aplican algunos principios de la psicología social y se retorna a la literatura clásica.

En 1895, Gustave Le Bon, un psicólogo social francés, publicó La psychologie des foules ¾ La psicología de las multitudes ¾, un libro fundamental sobre psicología de masas, que se convirtió en un clásico en su género y una fuente de inspiración para Sigmund Freud cuando se ocupó de este tema. Pertinentes hasta el día de hoy, las ideas de Le Bon sentaron las bases para las hipótesis de autores posteriores, en el intento de explicar acontecimientos históricos trágicos, como el papel de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de haber escrito Le Bon principalmente sobre la psicología de las multitudes, sus pensamientos también pueden aplicarse a las poblaciones. Aunque diferentes, ambos conceptos comparten algunas características comunes. Las multitudes son transitorias y tienden a congregarse, siendo homogéneas en sus creencias sobre temas o eventos específicos. Las poblaciones son grupos de personas con diferentes formas de pensar, que viven en un lugar geográficamente definido, pero que, al igual que las multitudes, son susceptibles de ser influidas por los medios de comunicación o por un líder.

En su análisis de la obra de Le Bon, Sigmund Freud escribió: “Una multitud es confiada y fácilmente influenciable; no es crítica. El concepto de improbabilidad no existe… Quien quiera influirlas no necesita presentar argumentos lógicos. Solo es necesario pintar las imágenes más seductoras, exagerar y repetir el mismo concepto varias veces”.

Según Le Bon, las ideas contrarias pueden coexistir y ser toleradas en la medida en que sus contradicciones lógicas no generen conflictos. Esto puede explicar por qué las acciones contra Osama Ben Laden en Afganistán fueron esencialmente abandonadas cuando existía una gran posibilidad de capturarlo, y cómo se inició una guerra contra Irak sin una oposición seria en Estados Unidos.

Según Le Bon, las multitudes están sujetas al poder mágico de las palabras, que pueden provocar las tormentas más graves en el alma de sus integrantes, o pueden contribuir a calmarlos. En este sentido, ¿qué mayor insulto se puede aplicar contra un país, que llamarlo parte de un “eje del mal”?

Como se sabe ahora, la guerra de Irak se llevó a cabo bajo premisas falsas, algo que se hizo cada vez más evidente con el correr del tiempo. Como señaló Le Bon, “las multitudes nunca están sedientas de la verdad. Exigen ilusiones a las que no pueden renunciar. La irrealidad prevalece sobre la realidad, actuando casi con tanta fuerza como la realidad. La tendencia visible de la multitud es no diferenciar entre ellas”.

La administración Bush utilizó con gran eficacia el concepto del imperativo de eliminar a un tirano y llevar la democracia a Irak. Saddam Hussein, el déspota iraquí, fue eliminado. Pero Irak está aún sumido en el caos, haciendo evidente al mundo, el mal de la intervención. Colin Powell terminó lamentando su papel en la guerra.

Tanto las multitudes como las poblaciones están sujetas a la influencia de las ideas de sus líderes. A través de acciones y palabras, un líder juicioso puede traer la paz a un país, y cuando ese país es el más poderoso del mundo, al resto del mundo. El legado más devastador de un líder descarriado puede resultar, como se demostró en el caso de Iraq, en una guerra injustificable y devastadora.

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