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Daniel Campos
Photos by: Flavia Romani ©

Prospect Park con el docente, escritor y filósofo Daniel Campos

Ombligo del mundo, rascacielos, hoyo profundo, 9/11, caleidoscopio, aeropuerto, de kilómetros a millas, desgarre, esperanzas que aterrizan, nostalgias que se enraízan, espacio físico que se encoge, subterráneo, subir escaleras, bajar escaleras, ratas insolentes, ratas resueltas, ratas urbanas, olores que ofenden, grúas, alcantarillas que fuman, ruido, ambulancias, bomberos, policías, pobreza desesperada, riqueza infinita, tribus tatuadas, trabajo, ojeras, sueño, sueño que agota, sueño que despierta, morir de visa, garras,casas compartidas, anhelos compartidos, camas compartidas, encuentros fugaces, amores que nacen, amores que se apagan, culturas, vibraciones, música, vivir sin límites, prejuicios que se desmoronan, libertad a ras de piel, arte que nutre, innovación, movimiento, tesoros escondidos, bares, soledad, amistades, raíces arrancadas y vueltas a reanudar.

Nueva York es eso y mucho más…

 

LAS LECTURAS DE LOS GRANDES FILÓSOFOS, AVENIDAS PARA PENSAR JUNTOS

 

Daniel Campos
Photos by: Flavia Romani ©

 

Brooklyn, área tan grande como París, encierra en sus calles, en total armonía, presente y pasado. Si por un lado está la “movida” con restaurantes para todo paladar, bares, discotecas, tiendas y galerías, por otra encontramos viviendas antiguas, calles llenas de árboles, y pequeños jardines adornados con todo tipo de objetos, testimonios alegres de la vida que se desarrolla detrás de las paredes.

Prospect Park es el parque de Brooklyn. Con sus viales hermosos en toda etapa del año, un lago cuyos colores cambian minuto a minuto, es el lugar ideal para pasear, correr, jugar, olvidar el ajetreo de la ciudad.

Es aquí donde encontramos a Daniel Campos, escritor, filósofo y docente.

“Atravesar el parque es un ritual que cumplo cuando voy y cuando regreso de la Universidad. Pasear entre los árboles, bordear el lago, me aclara mucho la mente, me serena, cambia mi energía. Cuando me dirijo hacia la Universidad voy visualizando lo que tengo que hacer en las clases, y cuando regreso a casa dejo atrás el trabajo y pienso en lo que cocinaré, si voy a salir, etc. Es una transición que me ayuda”.

Campos nació en San José de Costa Rica. Allí cursó sus estudios y allí vive su familia. Una beca para ingresar en la Universidad de Arkansas, cuando tenía apenas 19 años, lo llevó por primera vez a Estados Unidos.

“Apliqué a esa beca más que todo porque tenía deseos de conocer nuevos lugares y culturas diferentes. Nunca pensé quedarme a vivir aquí”.

Pero, como sucede a menudo, la vida nos lleva por caminos inesperados y esa beca cambió para siempre la vida de Daniel.

Empezó estudiando matemática, pensando en futuras posibilidades de trabajo, a pesar de su atracción por las humanidades. Hizo un master en estadística y trabajó dos años en una empresa de software.

“Tras ese tiempo sentí que estaba muy insatisfecho. No me gustaba el trabajo y mucho menos estar en una empresa privada”.

 

Daniel Campos
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Sentía el llamado de las letras, amaba la poesía, la ficción, disfrutaba profundamente con la lectura. Y en ese momento entendió que la filosofía podía ofrecerle un término medio entre las matemáticas, las ciencias, que también le gustaban y las letras.

Se muda a Pensilvania para cursar un doctorado en Filosofía. “Cuando terminé me sentía muy cansado culturalmente de los Estados Unidos, así que me fui a Brasil a estudiar un post doc durante un año”.

Tras esa experiencia se sentía abierto a cualquier oportunidad que se le presentara. Sabía que seguiría en Estados Unidos solamente si podía establecerse en Nueva York o California, así que aplicó a trabajos en todo el mundo, desde Hungría hasta Hong Kong, desde Israel hasta Nueva Zelanda. Y lo llamaron de la Universidad Brooklyn College.

“Brooklyn me gustó mucho desde un principio y el Brooklyn College también, así que acepté”.

La llegada a la ciudad quedó impresa en su memoria. “Empaqué todas mis cosas, las subí a un camión y me vine manejándolo desde Pensilvania. Estaba solo y no conocía el camino. En ese entonces todavía usábamos los mapas de papel así que preparé mi recorrido con esmero. Lo que no podía imaginar era que los camiones de carga no podían entrar a Brooklyn a través de los puentes sino únicamente por los túneles. Me perdí, me paró la policía y fue un momento difícil porque todos estaban muy nerviosos ya que eran recientes los ataques a las torres. Finalmente llegué y no sabía como subir las cosas a mi apartamento. Eran las nueve de la noche de un caluroso verano. Unos adolescentes estaban jugando baseball en la calle. Les dije que pagaría diez dólares a cada uno si me ayudaban a subir todo. En media hora vaciaron el camión. Lo curioso es que nunca más vi a nadie jugando en la calle”.

 

Daniel Campos
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No fueron fáciles los primeros tiempos para Daniel Campos. A pesar de apreciar la diversidad de personas que vive en Nueva York le costó construir una red de amistades. “En Arkansas y en Pensilvania la población era mayoritariamente anglosajona y los extranjeros vivíamos en una burbuja, nos relacionábamos entre nosotros para tener una conexión cultural. Las comunidades locales no eran muy receptivas. En Nueva York es muy distinto y eso me encanta. Lo malo es que a veces conoces personas con las cuales sientes una conexión inmediata pero resulta difícil mantener el contacto por la lejanía y el ajetreo de la ciudad. Por otro lado, hay un servicio de trasporte público que facilita la movilidad y, si bien los neoyorquinos parezcan muy reservados, si buscas ayuda la consigues y si uno se expresa, la gente responde”.

La Universidad Brooklyn College y la enseñanza han sido su gran refugio desde el primer momento. Apasionado de los seres humanos en sus complejidades y diversidades, Campos, a través de la filosofía, estimula el debate, la discusión, el embate de ideas.

Hay una escuela de pensamiento que considera la filosofía un área abstracta que estudia ideas y que esas ideas son universales y no dependen del contexto histórico y social. Yo no comparto esa teoría. Entiendo la filosofía como una búsqueda de sabiduría para el buen vivir que sí tiene herramientas lógicas epistemológicas y métodos que ayudan, pero que no puede desligarse del contexto histórico social. Esa búsqueda del buen vivir es personal y social. Está arraigada en una cultura, en una sociedad. Enseñar en el Brooklyn College ha sido muy positivo porque hay una gran diversidad entre los estudiantes. Diversidad cultural, religiosa, étnica, de clase social y de edades. Hay inmigrantes que han trabajado durante 15 – 20 años para lograr una posición que les permitiera pagar la inscripción a la Universidad. Tienen un bagaje de vida muy valioso y valoran enormemente la posibilidad de estudiar. Percepciones tan diferentes, a veces contrastantes, enriquecen el debate y me nutren muchísimo. Para mi, las lecturas de los grandes filósofos de la historia son avenidas para pensar juntos”.

 

Daniel Campos
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La experiencia de enseñar a personas tan diferentes además de abrirle una puerta hacia culturas de países hasta el momento prácticamente desconocidos, lo ha cambiado profundamente. “Por formación familiar fui muy latinoamericanista. Sin embargo, aquí se me han abierto posibilidades de identificación y de conexión a través de culturas y lenguas de muchas partes del mundo. He dado clases a estudiantes del sur y este de Asia, de África, de Europa, de toda Latinoamérica. Eso me ha motivado a conocer más su literatura, el pensamiento de sus filósofos. A veces incluyo un libro, un texto, un artículo de esos países en mis clases y los estudiantes que vienen de allí se sienten empoderados, validados. No es muy común para ellos toparse, a lo largo de su educación en los Estados Unidos, con textos que vienen de sus regiones. En este momento, por ejemplo, estoy leyendo la novela “Celestial Body” de Joka Hakarti, una escritora de Oman, porque tengo a muchas alumnas del medio oriente”.

Si bien en sus comienzos le atraía el sistema filosófico que trataba de estudiar los procesos creativos en ciencias y matemáticas, poco a poco fue cambiando y acercándose a temas más contemporáneos. Su primer libro en inglés «Living with Immigrants in a Context of Difference: Exclusion, Assimilation, or Pluralism» analiza una de las temáticas que más le apasionan: las migraciones. “Me interesan las experiencias de vidas transnacionales, de gente que vive vinculada a varias comunidades y naciones. Siento que la nacionalidad ya no es un elemento importante de su identidad. Yo por ejemplo ya no soy costarricense y estadounidense sino más bien mantengo vínculos culturales y personales con Brooklyn y San José, pero también con Sao Paulo en Brasil, ciudad muy importante para mi. Me gusta investigar la experiencia de otras personas, filósofos, escritores que tienen esa misma vivencia transnacional y descubrir cómo han ido evolucionando y cambiando”.

 

Daniel Campos
Photos by: Flavia Romani ©

 

En su escritura Campos también ha modificado el estilo. Se va alejando de una forma filosófico académica para acercarse más a la literatura. Ahora está en su año sabático. Un momento importante para desarrollar ideas y proyectos.

Estoy escribiendo dos libros en español, uno bastante personal que es una reflexión sobre el vínculo con mi país de origen. Se desarrolla a través de crónicas unidas por un hilo conductor. Refleja la transición desde un vivir con la nostalgia del emigrante hasta el sentirse en un tránsito que te permite ir y volver sin la herida del desarraigo. El otro libro también se desarrolla a través de crónicas escritas a raíz de un viaje a México. Alrededor de esas crónicas estoy experimentando mucho: incluyo poemas míos relacionados con el viaje y una parte narrativa sobre el cambio que ha ocasionado en mis relaciones, aquí, con amigos y estudiantes originarios de México”.

Paseamos entre árboles sin hojas, ardillas arrojadas y un manto de nieve que cubre los senderos de Prospect Park. Daniel con entusiasmo nos indica un camino de tierra casi escondido. Nos adentramos y la naturaleza nos envuelve, fuerte, caótica, libre y desordenada. “Aquí está el último bosque primario de Brooklyn, un bosque que nunca han cortado y tampoco reforestado. Caminar por aquí da una sensación diferente, me recuerda San José que está muy cerca de una montaña en la cual hay ríos y una naturaleza maravillosa. En Nueva York ese contacto con la naturaleza no es tan fácil así que me siento privilegiado al poder vivir cerca de un espacio que me permite ese vínculo diario. Creo que sin este escape me hubiera costado mucho más vivir en esta ciudad”.       

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