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Alexander Anchía
viceversa magazine

A propósito de las canciones de Arjona y su vinculación con la realidad

El mundo literario aún no se acostumbra a la idea de rendirle honores hasta octubre de 2017 al cantautor Bob Dylan.

Los más liberales y sincronizados con la cultura light, la cultura posmodernista, o modernidad líquida como el pensador polaco Zygmunt Bauman recién fallecido dijo, están a favor de esta medida por el reclamo a la literatura elitista que se ha posicionado con el dogma de ser la única posible, la misma que condena a los escritores “ light” como Coelho, Jk Rowling, o Isabel Allende, a ser parias de la literatura.

Están los muy conservadores que llaman a Dylan y a los escritores antes mencionados como mercenarios de la literatura, aparecidos, etc.

Lo cierto del caso es que el Premio Nobel a Dylan puso de moda a los trovadores, a los cantautores tales como Facundo Cabral, Alberto Cortez, Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa y Ricardo Arjona; así estos se expresaran en otra lengua diferente a la de Dylan.

Al parecer el distinguido jurado del Nobel considera que la Poesía aumenta su fuerza si se le añade una música de fondo.

Será irreconciliable la posición de los que buscan una literatura más encumbrada e intelectual, con los que abogan por algo más cercano a la masa.

Pues en mi país, Costa Rica, después del Nobel a Dylan en un tono de broma y en forma de meme, corrió la voz que Ricardo Arjona se había disgustado, pues el Nobel debería haber sido para él y no se le había tomado en cuenta como candidato.

Pero ¿qué tienen las canciones de Arjona para que merezcan siquiera este breve análisis? Bueno aparte de contar con una rima forzada y gastada, diría algún compositor serio, están llenas de un inmenso contenido social.

Las canciones de Arjona no son quejas, poemas, canciones de amor, simples cursilerías, sueños, pensamientos. Los cánticos de Arjona derivan de historias muy cercanas a la gente común.

Debo confesar que en mi inmadurez me parecían soeces y muy crudas, pero conforme he ido conociendo al mundo y alcanzando la madurez le doy toda la razón. No se trata de sugerir esta reflexión para promover sus canciones que, literariamente, no serán la Octava Maravilla, a diferencia de las de Dylan quién según el jurado es la Panacea de los poetas en lengua inglesa. Arjona adopta un papel cercano a la gente y si bien, como todos los cantantes de nuestros días apunta a vender, sus historias están llenas de realismo y crudeza, como por ejemplo las canciones Historias de Taxi, Si el Norte Fuera el Sur, el Mojado, Ayúdame Freud o Jesus es Verbo No Sustantivo.

Otras historias hablan del amor y sutilmente en esas canciones exhorta a los oyentes a desprenderse de convencionalismos. Algunos de sus títulos en este tema son: Señora de las Cuatro Décadas, Dime qué no, Ella y El, etc

Y finalmente las que representan al nuevo Arjona, las que sugieren la autenticidad del ser humano en contra del materialismo.

Si bien sea cierto que las Canciones de Arjona no serán un tratado poético, ni literariamente notables, y que sus imágenes no tienen originalidad, hay que admitir que sus letras son descarnadas, llevan un mensaje y tienen el valor de poner a pensar al ciudadano de a pie, como decimos en mi país al ciudadano común. Sus canciones le dan la potestad al oyente de cambiar de actitud o de no hacerlo; en otras palabras ponen el dedo en la llaga.

No se le critica a la poesía de nuestros días el haberse vuelto tan elitista que no logra enganchar al lector común.

Al menos hasta octubre de 2017 cuando se designe al nuevo Nobel de literatura, que vivan los trovadores reales o sus aprendices:

“Tengo un aguacero para mi verano
Y una ola para surfear
Una sombra que me sigue a donde voy
Y 2 pies pa’ caminar”

Ricardo Arjona.

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