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¿Pourquoi suis-je Charlie et pas Nigeria?

A inicios de enero, un atentado contra un conjunto de caricaturistas parisinos sacudió el mundo. La causa del hecho siendo que estos publicaban imágenes satíricas referente al Islam en una revista titulada Charlie Hebdo. La respuesta internacional inmediatamente asumida fue de condena y defensa por la Libertad de Expresión, destacando la consigna Je suis Charlie como modo de identificación con los asesinados. De igual forma, cierta oleada de fobia contra los musulmanes se presenció alrededor del mundo, particularmente en España (1), denotando el atentado como uno de muchos que ha agitado la civilización occidental últimamente. Ahora, así como la cruenta muerte de unas cuantas personas tuvo una repercusión increíble alrededor del globo, vale notar la respuesta casi fantasmal al asesinato de miles de nigerianos a manos de terroristas conocidísimos del área.

No considero que la falta de una reacción contundente a este último hecho, si es de ser comparado con el de París, se deba a un mayor acto de hipocresía humana. (Claro está, no pretendo hacer una digresión sobre qué tan hipócritas somos o no como especie, tal sería un desperdicio de espacio en el texto.) Vale recordar las palabras del sabio Aristóteles cuando certificó que el hombre es un ser social; más aún, las de Viktor Frankl cuando dictaminó que el hombre rige sus acciones por su voluntad a existir, tomando como ejemplo sus propias circunstancias como judío en la Alemania nazi. Quiero decir con esto que, lógicamente, el ser humano como parte de una masa, de una sociedad más o menos engranada, siempre se preocupará de antemano por los problemas que lo acechan con mayor cercanía. Así, un ataque que intenta censurar uno de los derechos consagrados de la civilización occidental, la Libertad de Expresión, repercute mucho más que uno dirigido a una nación cuyos lazos con el mundo greco-latino son relativamente recientes. Pone quien se ha desarrollado bajo los mecanismos de la cultura occidental sus intereses ante los de una comunidad que se le es desconocida, cosa que no ha de sorprender a absolutamente nadie.

Pero Carlos –dirán algunos–, ¿no consideras que el asesinato de una cantidad de gente muchísimo mayor a la que recibió tanta atención vale una recepción universal? Sí pero no. Bien es inquietante que exista un silencio generalizado sobre lo ocurrido en Nigeria, tomando en cuenta particularmente que, hace pocos meses, el secuestro de unas niñas por el mismo grupo que efectuó los asesinatos tuvo una respuesta muy llamativa. Sin embargo, tal asesinato no representa una amenaza mayor a los ideales de la sociedad internacional en la que se han desarrollado la mayoría de las redes sociales por las cuales nos comunicamos hoy en día. (En efecto, aun si Boko Haram, el nefasto grupo nigeriano, representa expresamente todo sentimiento contrario a lo occidental, las acciones que han realizado no han caído directamente sobre quienes lo profesan.) Es duro decirlo, pero un error de timing ha dejado la masacre nigeriana en la intemperie –un error que ha devenido en la priorización de ciertos intereses por parte de quienes estudiaron los avances europeos como base de la Historia Universal.

En cualquier caso, pienso que este es un punto que no merece mayor discusión. Considerado lo previamente argumentado, no es muy difícil comprender por qué el mundo reaccionó a los eventos previamente mencionados de la manera en que lo hizo. Al fin y al cabo, somos seres finitos, que se rigen por el tiempo y sus maldades, y la indignación es una sensación limitada que se reserva para ocasiones específicas (en este caso: para ocasiones que nos perturban de mayor forma). Creo que el debate a darse como consecuencia de los hechos de París debería versar sobre las implicaciones culturales a la larga que tiene lo ocurrido y cómo se debe actuar con base en ello. Lo mencionado en el pie de nota de la página anterior es, quizá, el mejor punto de partida para ello. Después de todo, ¿vale la pena sacrificar uno de nuestros ideales –la Libertad de Culto– para proteger otro? Dejo la pregunta al aire para abrir más espacios de discusión en el ámbito; por los momentos, sea más importante una cosa que la otra, tan solo propongo un largo minuto de silencio –lo suficiente para asumir la mortalidad y comprender que, podamos llegar a acuerdos concretos o no, la vida no es un juego.


(1) En este país, luego del conocimiento de los asesinatos, proliferó en Twitter el hashtag “#StopIslam” (detengan el Islam), mientras que en otros países, como en la misma Francia, fueron más visibles hashtags pro-tolerancia como “#IslamNonEstCoupable” (el Islam no es culpable). Asimismo, artículos de Pérez-Reverte y Vargas Llosa, notablemente contrarios a los ideales de la civilización islámica, han circulado masivamente por las demás redes sociales. 
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