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Leopoldo Espínola
Leopoldo Espínola - ViceVersa Magazine

Populismo y poesía: de la fe y la lucha, a la decepción y al miedo

El cascarón de estabilidad que contenía la yema de las democracias europeas, a flote entre la incertidumbre expansiva de Rusia, las tensiones islámicas y fósiles de Oriente Medio, y la América del dólar, de Obama antes, ahora de Trump, de Castro y de — todavía — Bolívar, se estira hacia los extremos. El huevo comienza a quebrarse mostrando su clara cruda aún entre las grietas de la crisis, el desempleo, el terrorismo, la inmigración y la corrupción. La debilidad en el corazón del viejo continente ha permitido que líderes populistas (de izquierdas o de derechas, infunden cero confianza, hieden a fascismo), alimentados con el dolor del interior, pero financiados desde el exterior de las cada vez más punzantes alambradas, germinen entre nuestras siempre idealistas juventudes universitarias, y arraiguen en la sociedad camuflados por las clases más desfavorecidas e influenciables. Clases que por causas del desencanto y la necesidad son hoy más numerosas.

El mensaje fácil cala hondo y se extiende rápido por la selva de smartphones, por el inagotable coladero de las redes sociales, en forma de memes, twits y otras capsulitas incendiarias y efectistas, con el apoyo logístico de nuevos estilos periodísticos donde se impone el alarmismo, en medios de comunicación en los que cabe todo, y donde la educación y el respeto ya ni brillan por su ausencia.

Pero los nuevos líderes no solo necesitan microtextos explosivos, también deben acompañarse de la voz de la intelectualidad para hacer más creíble su descontento y su necesidad de acabar con el sistema. Según Joseph Brodsky, (1940 – 1972) poeta ruso-estadounidense de origen judío, “En un poeta, la postura ética, y hasta el mismo temperamento, están determinados y conformados por la estética. Esto es lo que explica que los poetas se encuentren invariablemente enfrentados con la realidad social (…)”. De ahí que los líderes populistas, fuertemente dotados y adiestrados dialécticamente, busquen ayuda en ensayos y poemas a la hora de enriquecer sus discursos con cierto lirismo, con cierta retórica y conseguir así una oratoria deslumbrante, incisiva y magnética. No es raro que en sus intervenciones en medios de comunicación, normalmente afines, en presentaciones de libros de escritores amigos o en sus reuniones y mítines, utilicen citas y nombres de autores con cartera de clientes, vivos o muertos; y hasta en algunos casos se los puede ver acompañados de ellos.

Pero esto no es nuevo. Solo hay que remontarse cien años atrás, a los comienzos del siglo XX, para descubrir cómo poetas e intelectuales entraron a formar parte de estas reacciones sociales, acompañando a los líderes revolucionarios, con sus obras y pensamientos como pilares fundamentales de unas idílicas sociedades y culturas. Poetas e intelectuales que a la larga, por necesidades de ajustes, orden y control desde el poder político, acabarán sobrepasados, apartados, atemorizados… Y si en algún momento demostrasen su desacuerdo: perseguidos, encarcelados, enmudecidos y hasta aniquilados como meros estorbos. Ejemplo es el de los poetas rusos de la Revolución de febrero de 1917, que si bien al comienzo miraban los cambios con la esperanza de la llegada de tiempos nuevos, nuevas libertades con el prometedor socialismo y la caída del imperio zarista, el viraje que dieron los acontecimientos bajo el Stalinismo hacia la vulneración de los derechos humanos en nombre de la causa política, provocó en todos una profunda decepción primero, y luego el miedo, el silencio, el suicidio, la sumisión al régimen en unos; y en otros, indignación, miedo tal vez también, pero valentía y, con ella, el enfrentamiento intelectual que les llevaría en huida hasta el exilio, hasta la prisión, hasta los campos de trabajo o hasta la muerte…. Bulgákov, Block silenciados; Mayakovsky, Yesenin, Tsvetáyeva: suicidio en diferentes circunstancias; el Nóbel Pasternak logró vivir, aunque como un proscrito. Caso singular fue el de Osip Mandelstam, apresado y deportado a Kolymá, en el extremo este de Siberia, a donde nunca llegaría. La muerte lo encontró en un campo de tránsito cercano a Vladivostok el 27 de diciembre de 1938, a los 46 años. Y todo por su férrea y crítica oposición al dictador bolchevique que nunca perdonó en su obra poemas como este Epigrama contra Stalin:

Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,
nuestras palabras no se escuchan a diez pasos.
La más breve de las pláticas
gravita, quejosa, al montañés del Kremlin.
Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,
y sus palabras como pesados martillos, certeras.
Sus bigotes de cucaracha parecen reír
y relumbran las cañas de sus botas.
Entre una chusma de caciques de cuello extrafino
él juega con los favores de estas cuasipersonas.
Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora;
sólo él campea tonante y los tutea.
Como herraduras forja un decreto tras otro:
A uno al bajo vientre, al otro en la frente,
al tercero en la ceja, al cuarto en el ojo.
Toda ejecución es para él un festejo
que alegra su amplio pecho de oseta.

 

En cierta ocasión, Mandelstam escribiría: Poeta, no dejes que la falta de valentía te tuerza los labios. Por frases como esta, estos nombres y sus obras quedan, y vuelven a las calles, y a las trincheras cada cierto tiempo. Como ahora ocurre en la vieja Europa, aprovechando que la necesidad y la insatisfacción mendigan esperanza. Se repiten los rancios discursos: vuelven en la boca del líder que promete limpiar para sembrar su paraíso, o su infierno; llegan y ocupan nuestras mentes en sus falsas redes solidarias o proteccionistas; se esparcen por las paredes del graffiti; se imprimen en los pasquines del reciclado que anotan teléfonos de universitarios… Y se mal usan aquellos nombres de poetas cuyos dueños se revuelven en sus tumbas al escucharse en el grito de la demagogia y del populismo. Palabras de verdad desenterradas por la mentira de un partido, para sustituir a otro, a otra mentira; siglas para sustituir siglas; líderes siempre contra, nunca junto a otros líderes… Hombres y mujeres que se venden con la fe, con la lucha de otros a los que premiarán con la decepción, con el miedo o con la muerte. Y es que la verdad de los poetas en la boca del que ambiciona poder puede ser un arma de destrucción masiva. No es raro encontrarse ahora a poetas sentados junto a hábiles políticos, yo los he visto en España… ¡Poned cuidado, poetas del Mundo, desconfiad del charlatán que construye su discurso sobre vuestros versos!

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