Polly Ferman es una mujer libre y dedicada. Pianista y gestora cultural ha sabido encauzar las vertientes para transitar su vida como artista. Cuando habla todo su cuerpo lo hace. Inquieta, emprendedora, transgresora siempre está a la cabeza de proyectos que trascienden. Su vida musical se mueve entre la música clásica y el tango.
Nacida en Uruguay pero residente desde hace tiempo en Nueva York, el piano es su interlocutor. Es tan expresiva en su interpretación, que pareciera que sus manos hablaran. Cuando toca, cada nota imprime una impronta que hace que la cadencia fluya y la melodía se luzca. Con los años, la gestión cultural también ha sido su ámbito de crecimiento para generar nuevos espacios de conciertos y exhibición.
Ferman es Directora Artística de PAMAR (Pan American Musical Art Research) y de Latin American Cultural Week que organiza desde 2006 en la ciudad de Nueva York para mostrar lo mejor de las Artes. Este año se llevó a cabo del 13 al 21 de noviembre.
La Semana de la Cultura Latinoamericana en NY estuvo dedicada, este año, a la Mujer Latinoamericana en las Artes, ¿qué papel crees que ocupa la mujer contemporánea en el mundo artístico?
Creo que se está viendo cada vez más a la mujer descollar en las artes y en cualquier ámbito. Si bien en el tango haya sido el canto la primera manifestación femenina, en la actualidad hay mujeres muy famosas como cantantes, como instrumentistas o como bailarinas. Sin embargo, en el mundo de las artes, en América Latina, las mujeres no ocupan el lugar que merecerían. Por eso, este año hemos querido sacar a la luz a artistas mujeres que permanecían ocultas. Hoy en día estamos más unidas, las mujeres tenemos un don que es el de la amistad y del compañerismo, antes la mujer era más competitiva porque los espacios eran pocos, tenía que luchar para llegar a algún lugar. Hoy sabemos que la unión hace la fuerza. Las mujeres somos solidarias, hay un esplendor femenino.
Como pianista mujer imagino que te ha costado abrir caminos…
En mi época los pianistas eran todos hombres. Cuando era chica mi madre me hizo aprender piano para complementar mi educación pero sin pensar jamás que iba a transformarse en mi profesión. El arte es para los bohemios, decía mi mamá, el destino de la mujer es el matrimonio. Empecé a tocar de muy chica, a los tres años, di mi primer concierto a los siete, me case a los dieciséis, me separé a los veintidós y hasta los treinta dejé el piano, porque tenía hijos y trabajaba de periodista. Un instrumento como el piano, necesita de mucha dedicación, de silencio, de horas de estudio. Es difícil hacerlo con una familia, con chicos que corren y que juegan. Cuando volví al instrumento, me dije: “no lo dejaré más”. Sabía que estaba en desventaja con mis colegas hombres porque tenía que atender mi casa y a los hijos, pero, aun así, no lo dejé nunca más.
¿Cuándo fue que decidiste convertirte en profesional de la música?
Hace mas de 40 años, si los años tienen importancia. Desde el mismo momento en el cual decidí no dejar nunca más de tocar, a pesar de todo. Me dediqué esencialmente a la música clásica. Con Daniel Binelli empecé a tocar tango a nivel profesional. Él es un artista verdadero, toda su vida ha girado alrededor de la música y para mi ha sido un gran ejemplo. Con el tiempo he aprendido a dedicarme a la música con felicidad. En los primeros años lo hacía con culpa.
Háblanos de esos primeros «pasos» en el tango
Yo era pianista clásica y con Binelli ingresé a un género musical nuevo, el tango, que no conocía. Él me invitó a ser pianista de su quinteto, Tango Metrópolis. El aprendizaje fue durísimo porque todos los otros músicos venían del tango y siempre decían: “es la pianista clásica que quiere tocar tango”.
¿Cómo es la experiencia de moverse entre dos lenguajes musicales como son el tango y la música clásica?
La música clásica te permite mayor libertad. En el tango hay otras reglas y el determinante es el ritmo. La responsabilidad del piano en el tango es enorme porque junto con el contrabajo, y si no hay contrabajo más, es el que tiene que dar la firmeza rítmica para que los instrumentos que cantan, como el bandoneón o el violín, puedan entrar y salir con la melodía. También tuve que aprender los estilos diferentes de cada compositor de tango. Ahí radica la riqueza del tango, en su diversidad.
Glamour Tango: con este proyecto ubicas a la mujer en el centro de la escena, ¿por qué contar la historia de las mujeres a partir de la historia del tango?
Glamour Tango es un espectáculo teatral y lo que quiero mostrar es la evolución de la presencia femenina en el tango, por lo menos en el Río de la Plata, en los último cien años. Al comienzo el tango era solo para hombres, podían bailarlo únicamente las mujeres que estaban en los burdeles. Es un relato que encierra muchas similitudes con la vida de las mujeres en general. Antes, había cosas que eran prohibidas, eran tabú. En los años ’60 empezó el cambio, la mujer se atrevió a transgredir, como hice yo, y a tener un estilo propio. En esa misma época también cambió el tango, aparecieron las grandes orquestas y todas las mujeres pudieron bailarlo. Glamour Tango cuenta la historia de la mujer con la música del tango, porque sé que, si bien visto desde afuera, parece más ligado a lo masculino, en realidad el tango tiene alma de mujer.
Tu trayectoria musical es muy rica, ¿qué sientes cuando te sientas frente al piano y debes tocar en vivo?
El piano es mi interlocutor, tengo una relación amorosa con él. Le hablo y me responde, entiende y comparte lo que siento. Vivo cada pieza del repertorio con un estado anímico diferente. Si toco “Oblivion” de Piazzolla me emociono pensando que le dedicó ese tema al padre que tenía Alzheimer. Si toco “Brejeiro”, que es un tango brasilero, pienso en Ernesto Nazareth quien, en 1850, tocaba el piano para el cine mudo. Lo que me interesa es transmitir emociones, dialogar con el público. Si la gente me dice “me hiciste llorar”, sé que toqué bien.
¿Qué lugar ocupa el tango en Nueva York?
En la danza el tango tiene sin duda un lugar importante. Hay mucha gente sola y el tango es un abrazo bailado. Si antes iban a bares ahora van a los espacios en los cuales pueden aprender tango. Lo musical es más esporádico. Hay muchos buenos músicos jóvenes en Nueva York pero no hay espacios. Esta es una ciudad mucho más complicada de lo que uno se imagina, porque, para poder vivir de la música, hay que tener mucho dinero o tocar tres, cuatro veces por día en distintos lugares. Con la Semana de la Cultura Latinoamericana estamos tratando de mostrar lo mejor de Latinoamérica. Facilitamos a todos un lugar donde presentarse y les garantizamos la promoción, que es lo más caro. Ha sido un trabajo de hormiga. Cuando fundé la organización hace 34 años la gente conocía solamente México. Ahora ya todo es muy distinto aunque las dificultades continúan. Sin embargo vale la pena seguir, cada año hay más público y nuevos artistas muy talentosos. Con la presencia de Jan Hanvik como productor ejecutivo, estoy segura que el proyecto va a crecer y a lograr las metas que todos deseamos.
Photo Credits (video): Jimmy Baikovicius ©