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El poder redentor de la música

La fotografía es la imagen misma de la desolación. En un cuarto que parece arrasado por un vendaval, ventanas y muebles destrozados, escombros por todas partes, y unas pocas cortinas rasgadas y al viento que quedan como testigos mudos del desastre, un hombre sentado en la cama de su dormitorio fuma una pipa mientras escucha un disco. 

El hombre sentado es Mohammed Mohiedin Anis, también llamado Abu Omar, un casi anciano de 70 años. El lugar es el vecindario de al-Shaar, en Alepo, escenario de una de las guerras más cruentas de los últimos tiempos. Su casa acaba de ser bombardeada y Abu Omar se resiste a abandonarla. En lugar de hacerlo, enciende su pipa, pone un disco en el gramófono -que puede funcionar porque es manual- y se pierde en sus pensamientos. 

Abu Omar es un coleccionista de autos antiguos, la mayoría de ellos heredados de su padre. Entre ellos un Mercury Montclair 1957, un Hudson Commodore 1949, un camion Chevrolet Apache 1958 y un Buick 1948, todos los cuales harían las delicias de cualquier coleccionista serio. Todos ellos, sin embargo, están destruidos, lo que no amedrenta a Abu Omar que promete repararlos. 

A un grupo de periodistas que lo visitaba Abu Omar les dijo: “Puedo comenzar de cero. Estoy dispuesto a reconstruir mi casa, mi fábrica, los autos. Nada me descorazonará, me destruirá o me rendirá. Uno tiene que mantener alta la frente”.

Paradójicamente, la imagen de desolación de la fotografía es también la imagen de la esperanza y la valentía. Un hombre viejo con todas sus posesiones materiales destruidas que todavía quiere, en la serenidad de su casa, seguir escuchando su gramófono muestra el poder redentor mágico de la música.

 

cesar chelala

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