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Félix J. Fojo - ViceVersa magazine
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Poder duro, poder blando, poder agudo: Poder (I)

“El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo”

                                                                                                                 George Orwell

Una introducción médica

Hace muchos años, en la Unidad Intensiva Quirúrgica del Hospital Calixto García, en La Habana, recibimos y tratamos quirúrgica y médicamente a una adolescente de 16 años de edad que presentaba múltiples fracturas en ambas piernas, en un brazo, en el tórax, en el rostro, lesiones pulmonares y hepáticas, una buena cantidad de heridas profundas y unas extrañas abrasiones que luego comprendimos que eran quemaduras eléctricas.

Aquella niña, eso lo supimos un poco después, amenazó a su madre con matarse si no le permitían mudarse con su novio y no se le ocurrió nada mejor que pararse por la parte de afuera del balcón de su viejo hogar, un apartamento en malas condiciones en el quinto piso de un edificio ubicado, si mal no recuerdo, en la calle Lamparilla o por ahí cerca (los datos no son muy exactos a propósito).

El balcón, o una buena parte de él, construido vaya usted a saber si en el 1900, o incluso antes, se derrumbó junto con la muchacha y terminó hiriendo de poca gravedad a tres o cuatro transeúntes de los muchos que observaban el espectáculo, cortando los cables eléctricos entre dos postes, aplastando el techo y los capós de varios almendrones que estaban parqueados en la calle y provocando un apagón que duró varios días. Y claro, dejó además coja y con una parálisis facial permanente a la interfecta.

No recuerdo bien la cara de la joven, que por demás estaba bastante deforme por la enorme inflamación, pero lo que no puedo olvidar es su inconsolable llanto, una vez despierta y ya fuera del respirador mecánico, acompañado de su tardío lamento: ─!Coño, yo no quería matarme ná, lo que quería era convencer a la pura!

Todo ese evento, que como tantas cosas en la vida, salió mal, muy mal, no fue más que un intento inmaduro y aparatoso de despliegue de poder de convencimiento (manipulación le llamaron los psiquiatras que la vieron y malacrianza lo denominó una perspicaz enfermera de la unidad). O sea, una muy mal diseñada, abigarrada y peligrosísima mescolanza de poder duro, poder blando y poder agudo.

Dejemos entonces, por ahora, ya la hemos trajinado bastante, a la pobre chica lesionada y comentemos un poco el uso actual de estos términos, poder duro, poder blando, poder agudo, en la política, especialmente en la internacional.

Poder duro (Hard power)

El poder duro de una nación, sin importar su sistema socioeconómico, sus instituciones o su escala de valores éticos y morales predominante, está conformado básicamente por sus fuerzas armadas, sus agencias de inteligencia, sus medios electrónicos (detección e intrusión / SIGINT) y la eficacia y volumen de su economía, sobre todo si todas estas cosas pueden proyectarse eficazmente hacia el exterior.

También puede definirse el poder duro como la diplomacia coercitiva basada en el uso de la fuerza (guerra de cualquier clase), las alianzas punitivas, la intimidación, el soborno y la sanción. La tan repetida frase del alemán Carl von Clausewitz (1780-1831): “La guerra es la continuación de la política por otros medios” puede tomarse también como una definición, aunque incompleta, del poder duro. El palo y la zanahoria es una imagen burda pero muy atinada para comprender el concepto de poder duro.

Dejemos claro que sin la habilidad de proyectar el poder (power projection / force projection) el poder duro se vuelve irrelevante, por lo menos en el campo internacional. Un par de ejemplos entre miles: En la época de la guerra de las Malvinas (1982) la dictadura argentina practicaba, hacia el interior de su país, un poder duro mucho más coercitivo que el que practicaba la Inglaterra democrática hacia los suyos. Pero la flota británica supo, y pudo (dicen que con las ayudas encubiertas chilena y norteamericana / alianzas), proyectar su poder duro hacia el Atlántico Sur y por esa razón las Malvinas, las Falkland en realidad, siguen siendo hasta hoy inglesas. Y por supuesto, todo el mundo sabe que los 19 superportaviones y portahelicópteros norteamericanos en servicio actualmente en todos los mares del planeta demuestran la gran comprensión que tiene este país del concepto de proyección del poder duro. La “Teoría de la disminución del gradiente de fuerza con la distancia” (Loss of Strenght Gradient / LSG) estudia desde el punto de vista militar estas correlaciones. Pero no nos alejemos del tema básico de nuestro breve artículo.

Desde que el hombre es hombre ha existido el poder duro y su utilización complementaria aunque el concepto politológico es relativamente reciente. El arco y las flechas, la lanza, el escudo y las hondas pedreras fueron un salto enorme hacia el afianzamiento del poder duro, pero también lo fueron la agricultura y la ganadería, que permitían ofrecer, o negar, bienes de consumo a los que no eran de la tribu, a los otros.

Y en “los otros”, no lo olvidemos, está la clave del valor real del poder porque sin los otros, como aliados, como “más o menos aliados”, como neutrales o como francos rivales y/o enemigos, no somos nada. Y no somos nada porque el poder se basa en lograr los propósitos que hemos diseñado, en este caso en política exterior, e imponer nuestra voluntad política (o la que sea) a los demás, y los demás son los otros.

La chica de la introducción utilizó el poder que ella tenía <!Me mato, me mato!> para intentar convencer a su madre, pero cometió un tremendo error por falta de realismo <el balcón estaba en pésimas condiciones estructurales> y objetividad de análisis. Y es que sin realismo, que no es más que la correcta apreciación del verdadero estado de nuestro poder, del verdadero estado del poder del otro y del verdadero estado del entorno que nos rodea a ambos, el poder duro, por muy fuerte que parezca, puede dejarnos, si abusamos de él, en la estacada. Y algo más. Sin visión de futuro, sin una doctrina a largo plazo, el poder duro se convierte en pura y simple fuerza bruta, una fuerza que termina, a la corta o a la larga, por disiparse o incluso por volverse contra su valedor.

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