Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Poca chicha en la cita electoral

Vienen las elecciones municipales y europeas en medio de la convulsión política local y un auge de euroescepticismo. Desinformación, desconcierto, desasosiego, desconfianza, esto es lo que ve la ciudadanía. Cuesta decidir a quien votar o cuesta aún más ver la definición de posiciones y programas de los candidatos. La política como era antes, con proposiciones concretas, con respeto al otro, se ha diluido y la confrontación amanece en cada tema. Qué más da, de qué se hable: el uno contra el otro, y el otro contra el de más allá. Si las ciudades van a tener en un futuro un rol clave en la constelación mundial, sería lo lógico y normal debatir y profundizar en el modelo de ciudad que la población quiere, en este caso para Barcelona. Pero no es así. Poco o nada se dice y se analiza al respeto, en una ciudad que en su momento fue una avanzadilla en temas de urbanismo, arquitectura y, en ocasiones también, en cuestiones sociales. Poco se dice del modelo de desarrollo urbano y humano que se quiere dentro del mapamundi municipal. Poco se dice del papel de Barcelona como metrópolis mediterránea, su poder geoestratégico y su equilibrio territorial. Poco se dice, de los planes de futuro en una ciudad que ha apostado por la tecnología, pero que tiene que evitar poner en riesgo su tejido social. Actuaciones específicas como creación de vivienda social, regulación de los alquileres, transporte más barato, ampliación de las zonas verdes, etc. conforman las reivindicaciones de los candidatos, pero nadie habla de las complejidades estructurales, del esqueleto de la ciudad cada vez más tecnológica e internacionalizada, que permitan preservar sistemas agrícolas y naturales, y crear una vida social cohesionada. Barcelona ya ha pasado página tras la crisis del modelo post-olímpico, una quiebra que ha dado paso a todo tipo de acciones lucrativas y abusos ( «A río revuelto, ganancia de pescadores»), pero también debería dar paso a replanteamientos. Con un nuevo cambio en la alcaldía (gane quien gane) debería ser el momento de dar a conocer las propuestas y proyectos sobre el futuro de Barcelona, teniendo en cuenta todos los factores (envejecimiento de la población, internacionalización, sectores económicos, aspectos ecológicos, retos tecnológicos, etc).

Nos gustaría escuchar propuestas, con acciones concretas a medio y largo plazo, sobre la Barcelona como urbe moderna, en donde haya cabida para todos, en donde se detenga la gentrificación, en donde se avance en la investigación científica y tecnológica, sin perjudicar el mercado laboral, en donde nadie quede atrás, en donde se realce su identidad frente al resto de las metrópolis del mundo, y en donde se apueste por la cultura como reclamo, no sólo para la ciudadanía, sino para el turismo. En definitiva, una ciudad en la se puedan conciliar los intereses económicos de los especuladores y las reivindicaciones sociales de la ciudadanía. Nadie parece plantear estos interrogantes, teniendo en cuenta que muy pronto, será en las urbes donde vivirá la mayoría de la población. Cabe decir que hay un debate incipiente, pero encerrado entre paredes de instituciones, sin llegar con la potencia de voz que merecería para ser escuchado por la ciudadanía de a pie.

Actualmente, 4.000 millones de personas viven en áreas urbanas y la tendencia es que esta cifra se duplique en el 2050. Ante este panorama, nos encantaría oír hablar y discutir a los candidatos de nuevas políticas urbanísticas, medioambientales y sociales, que permitan afrontar los nuevos desequilibrios ecosociales, en medio de la búsqueda de la sostenibilidad. Pues sí, queda mucho por dilucidar y no parece que esta cita electoral nos ofrezca indicios de lo que está por venir, con propuestas tangibles y con un debate efectivo encaminado a la búsqueda de soluciones.

Lo mismo sucede con los comicios europeos. El debate aún ser dirime entre partidos y los enfrentamientos sobre lo que hicieron o dejaron de hacer las formaciones políticas en el Parlamento Europeo y sus comisiones están al orden del día. Todos apuntan a que pedirán tal cosa o tal otra si son elegidos parlamentarios, pero obvian una cuestión candente y es en qué quieren que se convierta Europa, y en cómo se podría reestructurar o reconstruir desde dentro, ante la decadencia de su proyecto inicial de unidad puramente económica. En un momento en el cual las advertencias continuas de peligro de extinción están sobre la mesa, las elecciones europeas tampoco han dado paso a una discusión sobre el futuro de Europa y la crisis de sus instituciones. Poco o nada se ha debatido entre los candidatos sobre en cómo podría reinventarse Europa y si un espacio federado de múltiples identidades y multiculturalidades podría ser viable, o qué otras opciones se podrían barajar.

Poca chicha informativa para nuestra cita con las urnas. Tal vez sea a propósito.

Hey you,
¿nos brindas un café?