NUEVA YORK: “Entrevistar es como hacer teatro a la inversa: La entrevista es la interpretación actuada que después escribo.” Claudia Dreifus
Meses antes de recibir el premio Nobel de Literatura en 1982, Gabriel García Márquez recibió en su casa de Paris a Claudia Dreifus, hoy periodista del New York Times quién, trabajando para la revista Playboy, logró una de las entrevistas más memorables que le han hecho al Nobel.
La entrevista se publicó en febrero de 1983 tras una polémica espera de meses por parte de Playboy que pospuso su publicación hasta que el premio Nobel fuera otorgado.
¿Por qué entrevistar a García Márquez en Playboy?
Desde los 60’s hasta los 90’s, las entrevistas de Playboy eran las más prestigiosas en el mundo periodístico. Había más espacio para desarrollar el formato y se volvió todo un arte. Entonces estando en Playboy se tenía más espacio y más dinero para hacer cosas que ningún otro medio permitía. Toda la gente importante de esos tiempos pasaba por Playboy. Además la gente que escribía para Playboy era un grupo élite de escritores y periodistas. Yo fui muy afortunada de estar entre ellos.
¿Cómo fue el proceso de conseguir la entrevista y convencer a Gabo?
Había hecho previamente una entrevista en Playboy al actor Donald Sutherland. La entrevista fue un éxito y me ofrecieron hacer el proyecto que quisiese. Yo estaba leyendo Cien años de Soledad y al comentarle a una amiga sobre el libro durante un almuerzo, decidí proponer la entrevista con García Márquez. En el tintero tenía entrevistas con estrellas de cine, cantantes de rock conocidos y Gabo. Mis editores me dijeron, un poco irónicamente, “mire si puede con eso.”
No conocía a nadie que me pudiera llevar a Gabo, pero conocía a alguien que tenía el contacto de su traductor al inglés, Gregory Rabassa. Uno siempre necesita, como le digo a mis alumnos, un rabino que lo conecte con la persona que busca. Sabía que García Márquez era evasivo, sabía que no daba muchas entrevistas y que estaba en una lista del Departamento de Estado que le hacía muy difícil su entrada a Estados Unidos. Entonces invité a su traductor a comer y le hablé de una posible entrevista y de los temas que quería tratar. Entre ellos, su obra y el “descubrimiento” de la literatura latinoamericana en el mundo.
Unos días después de ese almuerzo, por alguna razón inusual, Gabo estaba en Nueva York y Gregory Rabassa me llamó y me dijo que lo contactara en el hotel. Yo salí ahí mismo a buscar un teléfono público y hablé directamente con García Márquez. Rabassa ya le había hablado de mi proyecto y él quiso conversar conmigo a ver si valía la pena. Entre las cosas que hablamos pidió que la entrevista no fuera en inglés porque no se sentía cómodo en ese idioma.
¿Entonces usted le sugirió que fuera en francés?
(Risas) No exactamente. Me preguntó si sabía hablar español y yo le respondí que no. Entonces me preguntó cuál idioma conocía además del inglés, y yo le dije que alemán, entonces nos echamos a reír. Comentó que este principio se parecía a las novelas de John Dos Passos. Al final aceptó y acordamos vernos en Paris. Ocho semanas después de estudiar como si tuviera una sustentación de tesis, me reuní con él y con mi intérprete en la capital francesa.
Tuvo tiempo de pasar momentos íntimos con él. ¿Pudo compartir tiempo con su familia?
Vino a mi hotel el primer día y hablamos por varias horas. Después nos invitó a almorzar y nos habló mucho de los restaurantes de la ciudad, que conocía perfectamente, y de cómo era imposible comer mal en Paris. Sin embargo el lugar donde comimos estuvo terrible, sencillamente atroz. Nada estaba abierto y terminamos en uno de esos cafés donde Sartre y De Beauvoir solían ir, pero la comida estaba horrible. Gabo logró encontrar el único sitio malo en Paris.
¿Pero se lo hizo saber?
Sí, todos nos burlamos un poco de eso, pero él no era muy gracioso, cosa que me sorprendió. Noté que era una persona muy seria como lo son muchos humoristas. Cuando la gente lee Cien Años de Soledad, el libro se les hace divertido y encantador, pero él me pareció bastante sombrío. Entonces traté de alumbrar la entrevista y un día fui a comprar unos de los chocolates más caros en la tienda más famosa de Paris. Empacaron la caja con papel y moño y cuándo se la entregué le dije: “en Cien Años de Soledad, hay un cura que levita con chocolate, hagamos que la entrevista levite con estos chocolates.” Tomó la caja y la tiró a la esquina y dijo que eso solo funcionaba con chocolate líquido, como estaba escrito en el libro.
¿Hubo algún momento en el que dejó conocerse un poco más?
El fue muy abierto durante toda la entrevista. Me dijo que su hijo lo había convencido que aceptara la entrevista con Playboy, porque era de altísima calidad y me contó el fondo de todas las historias mágicas de Cien Años de Soledad. Una de las cosas personales que me dijo fue que entre sus amigos él era el más práctico de todos y también que tenía unas visiones que le permitían predecir los accidentes y las cosas malas que pasaban. Mientras me decía esto una pintura se cayó y le pregunté si había predicho eso y me dicho que no, que eso había sido un accidente aislado.
Usted hace referencia a la relación íntima que Gabo tenía con Omar Torrijos y Fidel Castro. ¿Pudo identificar la obsesión por el poder que varios de sus críticos mencionan?
Yo creo que él estaba interesado en los poderosos y en su impacto sobre Latinoamérica. Escribió una novela sobre un dictador como muchos otros escritores latinoamericanos. Eso pareció ser un ritual que involucraba relatar la realidad de la región. En cuanto a la obsesión por el poder, no lo identifiqué así precisamente. Creo que él estaba muy confiado de sus habilidades como escritor. No soy la única persona en afirmar que Cien años de Soledad, es probablemente la obra de literatura española más grande que hay después de Cervantes. Lo que él hizo fue de alguna manera poderoso: contó la historia de América Latina usando el lenguaje, un lenguaje propio.
Ahora, usted me pregunta por sus amistades. Yo no sé cuán genuino fue Gabo al decirme que su relación con Fidel Castro era sólo algo personal. Castro es una persona interesante, entonces debió de parecerle intrigante. Yo creo que eran solo personas geniales que se querían. Aunque pongo entre comillas personas geniales, quiero decir que eran amigos que resultaban interesantes el uno al otro. Pero no creo que su relación fuera motivada por el poder per sé.
Durante una charla con el poeta chileno Pablo Neruda, Gabo le pregunta si el periodismo es la manera de conectar al escritor con la realidad. Usted menciona en la entrevista que el objetivo de Gabo era encontrar una conexión entre el periodismo y la literatura. ¿Cree usted que eso es lo que lo diferenció de otros escritores?
Él tomó la realidad y la movió un paso afuera de esa misma realidad. Un poco más, pero de una manera creíble con el fin de que el lector crea que mariposas amarillas entran al cuarto cada vez que las personas sienten amor. Lo que él hacía era contar cosas grandiosas, difíciles de creer, contándolas con tal realismo que uno terminaba creyéndolas.
Gabo mencionó en pasadas entrevistas que es el poder del amor lo que lo motivó a escribir. ¿Logró percibir eso en su entrevista?
Sí, terminó la entrevista de esa manera y seguramente fue muy querido. Personas de todas partes del mundo lo querían y sentían que Cien Años de Soledad era su historia. Koreanos y japoneses, encontraban el libro fascinante por la universalidad de la historia familiar. La gente puede ver a sus familiares en los personajes del libro. Él hizo algo fenomenal cambiando la percepción de América Latina y abriéndole el camino al desarrollo de la literatura regional. Sin duda ayudó a que varios artistas como Julio Cortázar y Carlos Fuentes tuvieses más repercusión y más nombre.
Un profesor que tuve dijo que Gabo se ganó el premio Nobel porque describió una cultura. ¿Cree que esto sea cierto?
Yo creo que él movió la cultura entera hacia delante. Mucha de la literatura en los países en desarrollo tenía dificultades en ser leída y valorada en el mundo. Él trajo América Latina a todo el mundo. Pero no creo que se haya ganado el premio Nobel sólo por esa razón. Yo creo que obtuvo el Nobel porque es un gran artista y su literatura necesitaba reconocimiento.
Gabo dijo alguna vez que para ser un gran escritor hay que ser buen periodista, ¿pero para ser un buen periodista se necesita ser un buen escritor?
No, lo opuesto no es verdad. Yo creo que para ser un buen novelista, lo que se escriba tiene que ser creíble, a no ser de que no sean libros de ficción. Pero para ser un buen periodista hay que ser preciso, veraz, honesto, observador y buen escritor. Eso es mucho. Yo creo que puede ser más difícil ser periodista que escritor porque hay que lograr que todo combine sin poder ajustarlo a la realidad ni un poquito. Hay que contar lo que es.
Muchos la comparan con Oriana Fallaci que fue una de las grandes periodistas del último siglo. ¿Nos podría compartir unas técnicas de entrevista que hagan parte de su secreto?
Yo compenso mi timidez preparando con mucho trabajo mis entrevistas, y recomiendo a cualquiera que se prepare muy bien antes de hacerlas. Después dejo que las cosas cojan su rumbo e improviso sobre la base de una buena preparación. La otra cosa es que escojo bien a las personas a las que voy a entrevistar. No entrevisto a alguien solamente porque es famoso o tiene poder, lo entrevisto porque siento que es una persona que puede contar buenas historias.
Claudia Dreifus es periodista, académica y escribe semanalmente “Conversaciones con…” en la seccion de Ciencia del New York Times. Es conocida por sus entrevistas con grandes líderes de la política mundial y recientemente publicó un libro con su esposo, Andrew Hacker, que titula:
“Educación superior, como las universidades están malgastando nuestro dinero y maleducando a nuestros hijos – y qué podemos hacer al respeto.”