Los diez relatos de la narradora uruguaya Vera Giaconi, Seres queridos, fueron finalistas para el premio de Narrativa Corta Ribera del Duero y fueron publicados por la editorial Anagrama (2017). Son una colección de escenas de la vida privada regida por el epígrafe de Lispector que habla de la crueldad del amor, la maldad de la búsqueda de la felicidad y la ferocidad del juego. Voy a destacar cinco relatos.
Survivor es un estudio sobre las pasiones amorosas y las rivalidades fraternas mediado por la pantalla. El que envidia siempre es un espectador y en este caso es un espectáculo doble el que se vigila. Una mujer se entera del noviazgo de su hermana con una estrella de reality show a través de videollamadas. Para conocerlo mejor, se dedica a ver el programa donde aparece el hombre. No solo observa el amor que parece faltarle, también ve el show casi con obsesión: no puede evitar entretenerse y sufrir mientras lo hace.
La pantalla reflejando el conflicto, sirviendo como espejo, se va a repetir a través del libro. En Tasador, se transmite un programa de acertar precios a antigüedades. Entretanto, un hombre va tasando la vida y propiedades de su madre anciana mientras ésta duerme.
En Pirañas se presenta una familia de habitantes del séptimo círculo de Dante, aquel donde los centauros castigan a los violentos. Un niño quedó sin dos dedos por el ataque de unas pirañas y su hermana parece torturarlo con el recuerdo. En el televisor se proyecta la imagen de los peces carnívoros mientras los hermanos se atacan. Antes que la violencia llegue a su punto álgido, cambian el canal a una pelea. Conforme se acerca el final, las descripciones son más infernales, «como si toda la cabeza se le estuviera incendiando», «es una oleada de calor y tirones», «gime como un perro ahogado», y los padres replican la agresión a puertas cerradas.
A oscuras, uno de los relatos más breves pero que mejor cumplen, tenemos, en vez de una pantalla, un departamento que funge como reflejo del conflicto, el silencio y la confusión. Dos niños quedan a cargo de su vecina mientras su madre no está. La descripción de los niños tiene una de las mejores líneas del libro: «no escucha todo lo que dicen, pero sí trata de escuchar todo lo que no le quieren decir a ella». La vecina trae a Miguel, su marido, lo que le causa consternación a los niños. La oscuridad pierde a los personajes en una cueva de Polifemo, pero también al lector: ¿Miguel ha hecho algo que no entendemos?
Bienaventurados no solo tiene título bíblico, sino que parece basarse en la parábola del camello y el ojo de la aguja. La relación entre una patrona sin redención y Rosa, cuyo nombre místico carga con la bienaventuranza, se tranza con hilos sutiles pero acaba con una humillación inesperada y una decisión de Rosa, igual de inesperada.
Es Reunión el más extenso, peculiar y el que le da cierre a la colección. Aunque parece ser otro relato de envidias y rivalidad, en este caso con una amistad, conforme avanza se aleja de los demás textos, acercándose hacia lo perturbador. La desesperación de los padres infértiles, la lejanía de sus viajes, la cantidad de huevos mencionados y el adverbio en exclamación imperativa final, parecen dar la idea de un homúnculo monstruoso. Lo que no es extraño en la serie de relatos es que el final nos deje interrogativas, apenas se nos vislumbran las peores situaciones.
Los personajes de Seres queridos están envueltos en una serie de estrategias de aguante y por eso se olfatean como perros, meditan sus movimientos antes de hacerlos o saldrán perdiendo en la batalla naval de sus días. El vínculo afectivo es, dentro de las diez narraciones, un trago que envenena las almas.