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Pierre Cardin en Brooklyn

La retrospectiva “Pierre Cardin: Future Fashion”, que estará abierta en el Brooklyn Museum hasta enero del próximo año, no pudo haber escogido un mejor título pues el icónico modisto francés sigue, a sus 97 años, inventando el futuro de la moda. El recorrido por esta extensa muestra nos lo refrenda. Sus creaciones siguen tan vigentes hoy como cuando fueron concebidas décadas atrás, y sus recientes colecciones continúan incorporando las nuevas tecnologías. Ello, del modo en que hace más de medio siglo empezó a utilizar tejidos sintéticos, plástico, plexiglás, metal, piedras semipreciosas y vinil para inventar un look acorde con el desarrollo industrial moderno.

De hecho, Cardin formó parte de esa revolución, siguiendo las directrices de Walter Benjamin en su seminal estudio The Work of Art in the Age of Mechanical Reproduction (1935), según las cuales la obra de arte está sujeta a las fluctuaciones de valor en los mercados cuando es reproducida en serie. Como pionero del prêt-à-porter y de licenciar su apellido, el diseñador industrializó sus trajes, además de patrocinar nuevas líneas de productos asociados a sus directrices estéticas. Perfumes, cosméticos, cigarrillos, automóviles y aviones empezaron a llevar su marca lo cual, para muchos puristas, le quitó exclusividad; si bien, por otro lado, democratizó la alta costura y redundó en grandes beneficios que le permitieron expandir el negocio y fundar el “Espace Cardin” que promueve hoy, no solo a los diseñadores, sino a los artistas, músicos y autores contemporáneos.

Como artista que siempre ha sido, convirtió los pases de modas en auténticas performances al llevarlos a lugares inexplorados anteriormente, como la muralla china y el desierto de Gobi; al tiempo de combinar el espacio urbano con sus vestidos y filmar a las modelos en calles, edificios y parques, a fin de examinar el sincretismo entre arquitectura y moda. En tal sentido, adquirió un palacio y, con ayuda del arquitecto Antti Lovag, lo transformó en una casa burbuja donde la geometría circular es el tema recurrente en las distintas estancias, muebles, tejidos, objetos y jardines.

Tal renacimiento creativo, sumamente apreciado en esta contemporaneidad de la especialización y la precisión tecnológica, ha sido incluido en la curaduría de la muestra en el Brooklyn Museum. Instalaciones, videos, fotografías, trajes, accesorios, muebles —en 1975 abrió su propia boutique con diseños originales para muebles y lámparas— bosquejos, películas y revistas conforman una panorámica amplia y elástica donde épocas, estilos, avances científicos y manufactureros dialogan con el público asistente y proporcionan una visión muy completa del artista.

“Mi nombre es más importante que yo mismo”, apuntó una vez, enfatizando la distancia entre lo creativo y lo comercial que al mismo tiempo son en él causa y efecto, pues uno es consecuencia del otro, tal como sostiene el curador de la exposición. “El diálogo entre la estética y el negocio es lo que le ha permitido a Cardin disfrutar de una larga carrera”, refrenda; y es esta visión de largo alcance, con miras siempre hacia el futuro, la clave de su éxito.

A diferencia de otros diseñadores, más inclinados a encerrarse en su personal universo, Pierre Cardin siempre ha mirado hacia el firmamento, metafórica y literalmente, al haberse encantado desde joven con los viajes exploratorios a la luna. “El cosmos siempre me ha fascinado, antes incluso de la Era espacial. Siempre imaginé que el hombre algún día caminaría sobre la luna”. De hecho, en 1970 hizo un tour por la NASA en Houston, donde se probó uno de los trajes espaciales, cuya fotografía forma parte de la exposición, diciendo que aquella fue una de sus más hermosas memorias, además de crear un traje espacial para la NASA poco tiempo después.

Diseños para los trajes de las asistentes de vuelo de la línea aérea paquistaní, el traje oficial filipino, la tapicería de una línea de automóviles de la American Motors Corporation han sido otras de sus aventuras creativas. Ello, sin olvidar sus aficiones gastronómicas como buen sibarita y gourmet, que le llevaron a adquirir el famoso restaurante Maxim’s de París y abrir sucursales del mismo en Nueva York, Londres y Beijín; amén de licenciar una amplia variedad de productos alimenticios con su nombre.

La influencia de Cardin en la cultura popular está presente dentro de la muestra mediante escenas de películas, como la serie televisiva Star Trek (1966-1969), cuyo vestuario estuvo inspirado en los trajes futuristas del artista; además de incluir fotogramas de actrices luciendo sus creaciones en escena, como Mia Farrow en Rosemary’s Baby” (1968). Igualmente, las entrevistas y documentos alusivos a su estancia en Japón, a fines de los cincuenta, siendo el primer diseñador en abrir el mercado asiático a la moda europea, nos permiten apreciar en todas sus ramificaciones el ascendente del artista a nivel global. Y, con la muerte de Hubert de Givenchy el pasado año, se constituye en el último gran modisto surgido de la postguerra europea todavía activo, habiéndose formado con Paquin, Elsa Schiaparelli y Christian Dior, de cuyo atelier fue director en 1947 cuando Cristóbal Balenciaga le negó trabajo.

La última sala de la exposición, donde pueden observarse sus creaciones más recientes que incluyen microchips para que las luces cosidas a las prendas iluminen el conjunto, culmina exitosamente el recorrido, no solo por la obra de Pierre Cardin, sino por las metamorfosis de la modernidad en un sentido amplio, de cuya inspiración este prolífico artista sigue nutriéndose incansablemente.

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