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Nuevas perspectivas para la economía latinoamericana

Se acabó, guste o no. América Latina cierra otro capítulo de su historia económica para comenzar a escribir otro. No sabemos si mejor o peor. De lo que podemos estar seguros es que será distinto. Y se caracterizará por un crecimiento lento. En esto coinciden la Cepal, el organismo regional de las Naciones Unidas, y el Fondo Monetario Internacional, la influyente institución de Washington que los más censuran pero de cuya autoridad pocos aún dudan.

El conjunto de las economías de la región, de acuerdo a la Cepal y al FMI, crecerá a un ritmo inferior al 1 por ciento. Y, el próximo año, lo hará a una tasa no mayor del 2 por ciento. La economía del hemisferio sur, por su parte, sufrirá una contracción del 0,2 por ciento. Responsables de este resultado serán Brasil, Argentina y Venezuela, hasta ayer las locomotoras de América del Sur. Brasil arrojará una caída del Pil del 1 por ciento al tiempo que Argentina presentará un encefalograma plano. Decimos, su economía, de acuerdo al FMI, apenas crecerá del 0,3 por ciento. Venezuela, en terapia intensiva. Su Producto Interno Bruto sufrirá una caída abrupta del 7 por ciento. Tal vez, hasta mayor. Los demás países – léase, Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia, Paraguay y pare usted de contar – seguirán creciendo, pero no a la velocidad con la que lo hicieron en años anteriores. Por otra parte, los países del Caribe experimentarán un crecimiento importante. Mas, aún así, no podrán contrarrestar la tendencia del resto de de la región.

La etapa de crecimiento sostenido de la economía latinoamericana, en consecuencia, ha quedado a nuestras espaldas. Mas, no estamos hablando de recesión. Mucho menos, de crisis. De hecho, esta se manifiesta en América Latina de manera muy puntual. Y tal vez pueda resumirse en un solo país: Venezuela, una nación con un alto potencial económico condenada a sufrir la penurias de una depresión profunda por la ceguera, la negligencia y la incapacidad de sus gobernantes que han despilfarrado enormes cantidades de dineros. Decimos, alrededor de 800 mil millones de dólares, de acuerdo al ex premier español, Felipe González.

El entorno internacional, sin duda alguna, condicionará el desenvolvimiento de la economía latinoamericana. Esta pareciera haber desaprovechado la época de bonanza para llevar a cabo los cambios sustanciales de los cuales necesitaba para asegurar un crecimiento estable. Decimos, no avanzó en la modernización de su parque industrial. Y tampoco lo hizo en la diversificación de la producción. De paso, fue incapaz de frenar y revertir el fenómeno de desindustrialización. El rezago tecnológico se ha vuelto crónico y está vinculado estrechamente al desinterés manifiesto hacia la Investigación y Desarrollo.  Si hay dudas, ahí van algunas cifras, como botón de muestra. Se estima que los gobiernos de América Latina, en su conjunto, invirtieron apenas el 0,38 por ciento del Producto Interno Bruto. Un porcentaje que contrasta considerablemente con el casi 1,8 por ciento, o algo más, de las economías emergentes de Asia y el 2 por ciento y más de las naciones desarrolladas.  Es evidente que nuestros gobernantes están más preocupados en resolver los problemas coyunturales que no los de mediano y largo plazo. Los primeros pueden cuantificarse rápidamente a través de los resultados electorales; los otros, en cambio, no son tangibles en lo inmediato. Oportunidad política

La última “gran depresión” – Krugman Dixit – ha dejado cicatrices profundas en la economía mundial.  Los países industrializados ya no crecen aceleradamente. Y, si damos razón al FMI – y no vemos razones para no hacerlo – la tendencia se mantendrá en el futuro; un futuro a largo plazo. Hasta la economía de China, que en los últimos 35 años ha registrado ritmos cercanos al 10 por ciento, deberá acostumbrarse a un crecimiento entre el 6 y el 7 por ciento. La desaceleración de la economía del coloso asiático era previsible. El “milagro chino” no podía seguir “ad infinitum”. En fin, China no podía seguir creciendo a los ritmos alucinantes en los cuales lo estaba haciendo. La etapa de transición hacia la economía de mercado presenta signos de agotamiento. Por supuesto, China seguirá creciendo. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional, el fenómeno de desaceleración será neutralizado en parte por las reformas estructurales, la caída de los precios del petróleo y de las demás materias primas que “estimularían las actividades orientadas a los consumidores”.

América Latina, en los próximos años, será protagonista de cambios importantes; cambios posibles gracias a una tasa de inversión en la región relativamente importante y a una baja deuda externa. Además, hecha la excepción por Venezuela, país en el cual el gobierno pareciera haberle declarado la guerra y aunado esfuerzos para destruirla, hay un auge de la clase media en la región; clase media que proporciona un pulmón importante al sector productivo. En un pasado reciente,  muchos países carecían de ella o, para ser más precisos, esta era aún muy incipiente. 


Photo Credit: TaxCredits.net

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