La mayoría de las cosas que había escuchado sobre Interstellar radicaban en su volumen particularmente alto, algunos cines postearon advertencias sobre la inusualmente alta –pero intencional- banda sonora compuesta por Hans Zimmer. También me encontré con chistes sobre la similitud entre el color de piel de Mathew McCounaghey y unos Cheetos. Amigos y familiares viviendo en el exterior (condición que les concedió la posibilidad de ver la película antes de que se estrenara en Venezuela) se referían a la película como “un viaje” y “toda una experiencia”. En páginas web dedicadas al séptimo arte encontré artículos exclamando que la cinta, al haber sido filmada en formato de 70mm, estaba concebida para ser vista en una sala IMAX con Dolby 7.1, algo que como comenté en artículos anteriores, no considero una buena noticia. En Twitter me emocioné al encontrar que Neil deGrasse Tyson dedicó algunas palabras (En su mayoría positivas) a la ciencia detrás del filme, un hecho que, al unirse con un encuentro fortuito con “El Gran Diseño” de Stephen Hawking (texto que reavivó en mí un interés por la ciencia que tenia años perdido) inclinó la “balanza de la expectativa” hacia el lado positivo del espectro. Finalmente, con esa información, más la expectativa natural (buena y mala) que rodea las películas de Christopher Nolan, me embarqué a verla el día de su estreno.
Transcurridos 30 minutos, había olvidado todo lo mencionado (Excepto tal vez por el color enfermizo de Mathew, que me recordó cuando mi hermano, después de escuchar que las zanahorias mejoran la visión nocturna, se comió 30 en un periodo de 48 horas).
Si, Interstellar posee todos los aspectos que esperaba de una película de ciencia ficción dirigida por Christopher Nolan. Exhibió ciencia interesante arraigada a bases reales. (Uno de los productores ejecutivos es también profesor de física especializado en la teoría de la relatividad general de Einstein). Tiene también grandiosos paisajes espaciales, líneas de tiempo paralelas, suspenso bien preparado, un final relativamente ambiguo, una incuestionablemente correcta ejecución cinematográfica. Pero lo que la separó de otros esfuerzos más recientes no relacionados con Batman (Hablo de ti, Inception) fue la profundidad de sus personajes.
Sorpresivamente (y afortunadamente) el filme encuentra su principal propulsor no en efectos especiales, ni en un formato de 70mm, ni en la posibilidad (y no-posibilidad) de algunas de las adivinanzas científicas que propone. Si, es más probable que las discusiones que rodean a la película giren más en torno a la ciencia y dolores de cabeza, que sobre alguna reflexión interesante que tenga como origen la personalidad de alguno de los personajes. Pero el núcleo de su éxito, se encuentra en las hermosas imperfecciones de sus personajes. Sus contradicciones, su ignorancia, su egoísmo y sus miedos. Antes de ver Interstellar, me encontré con una entrevista a Jessica Chastain (Uno de los personajes principales) en la cual definía a la película como una historia, que a pesar de su enormidad, era una cinta sobre un padre y la relación con su hija. Esa declaración, que inmediatamente descarté como genérica, no se alejaba tanto de la realidad, y a pesar de que no es totalmente cierta, tiene su validez en el hecho de que Interstellar es un viaje emocional muy intenso, que además de apoyarse en sus personajes, los utiliza como un medio para traducir jerga científica (y el mensaje subyacente que la película intenta transmitir a través de la misma) en algo interesante, significativo, inspirador, y más importante, accesible para la audiencia. Tengan o no un interés pre-existente en la ciencia.
Mi esperanza, es que además de atraer interés y conciencia hacia el desarrollo de descubrimientos científicos posiblemente revolucionarios, Interstellar sirva también como un recordatorio de algo mucho menos importante. El poder e importancia del desarrollo de los personajes como punto clave en el ámbito narrativo. Que sirva de ejemplo sobre como en la presencia de personajes humanos, contradictorios e imperfectos, la audiencia es capaz de perdonar/olvidar/ignorar las fallas que puede presentar la obra en otros aspectos. Si, inclusive el color de piel de Mathew McConaughey.