Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Person of interest: El Gran Hermano del siglo XXI 

Es una estética constante de Person of interest la dispersión del suspenso. La llegada de una hacker que se hace llamar Root y que conoce no solo la existencia de La Máquina sino el nombre de su creador (Root Cause – S1E13) hace creer que La Máquina, a pesar de estar bajo amenaza de un sinfín de conspiraciones gubernamentales y extranjeras, continúa enajenada de la población civil.

La aparición del número de Henry Peck, espía y analista de la National Security Agency (NSA) como próxima Persona de interés, vuelve a poner en vilo el argumento de la serie. Peck está en peligro por darle forma a sus sospechas sobre la existencia de La Máquina (No good deed – S1E22) y en aras de hacer pública esta información, se convierte en objeto de persecución de todos los recursos del tío Sam para silenciarlo por ser, cómo no, el espía que sabía demasiado. Un capítulo profético que dibuja -sin saberlo-  una suerte de Edward Snowden con un final más o menos feliz.

El padre de La Máquina, Harold Finch, confiesa a Peck su creación y lo saca del país.

El equipo está a salvo hasta la nueva aparición de Root, quien abundante en recursos logra hacerse pasar por una nueva Persona de interés, secuestrando a Harold con el fin de obligarlo no sólo a revelarle cómo creó La Máquina sino a liberarla.

La contingencia  

Es el nombre del primer capítulo de la segunda temporada. Finch fue artífice de un sistema cuya inteligencia es capaz de espiar y proteger a una nación entera, menos a él. A merced de Root, la serie engaveta sus dotes de acción y combate, asentándose en un plano netamente intelectual donde cada personaje practica una densa introspección en aras de defender sus intereses.

La vida de Finch está en manos de Reese,  quien es la contingencia operativa y que hasta ahora había sido el músculo del equipo, pasando ahora a desentrañar -con no pocas dificultades- los muchos secretos de su empleador. “I gave you a job, Mr. Reese; didn’t say it would be easy”, remeda Reese recordando a Harold mientras busca una primera pista para dar con su paradero.

Siguiendo las huellas para el rescate se dilucida el origen -más no las motivaciones- de Root, quien por inyectar suspenso y argumentos a la serie, logra escapar. Es la archi enemiga de un equipo que, como ella, vive en las sombras.

Inteligencia artificial

De vuelta al ruedo el equipo y con Root en la clandestinidad, La Máquina se sostiene como personaje central de la trama. Toda su inteligencia y perfección se ve vulnerada por fallas propias del sistema que pretende ser constantemente corrompido.

Programada contra infinidad de flagelos, muestra a cuentagotas su talón de Aquiles al ser corrompida por un virus propiciado por una multinacional extranjera llamada Decima Technologies que, en cuestión de meses, la apagará.

Todos son prescindibles

Siendo una narración colmada de elipsis, la trama conduce a un nuevo argumento: un equipo de táctica e inteligencia del gobierno de Estados Unidos que se alimenta de La Máquina para prevenir ataques terroristas de Alta Prioridad operando alrededor del mundo.

A diferencia de Finch y Reese, este equipo desconoce de dónde proviene la información hasta que uno de ellos comienza a dudar del sistema. “¿Crees que los números vienen de un cuarto oscuro en Guantánamo?”, pregunta el hombre a Samantha Shaw, su compañera, músculo del equipo.

En otro coqueteo a la reciente historia de Edward Snowden, el sujeto en cuestión es asesinado y Shaw, apenas viva, continúa protegiendo el Programa al tiempo que se encarga de vengar la muerte de su amigo volteándosele a pesos pesados de las agencias de inteligencia estadounidenses.

A good soldier does both things”, dice.

De la nada surge Reese, quien teniendo el número de Shaw como Persona de interés, se enfrenta a una mujer con sus mismas capacidades, desconfianzas y sangre fría.

Shaw bien podría ser hija de Gatúbela y Jason Bourne: una espía del gobierno víctima del reciclaje de las agencias secretas, ahora pieza inamovible de la trama, transformada, sin saberlo, en una mercenaria del bien que en pro de llegar al último eslabón de la cadena de injusticias del Tío Sam, se unirá a regañadientes a las filas de Finch y Reese.

Instinto de supervivencia

Mientras La Máquina sufre los desmanes de la cuenta regresiva del virus, emite una nueva Persona de interés que responde al nombre de Ernest Thornhill, empresario multimillonario que nadie conoce. Tras su pista, Reese descubre que Thornhill no existe, mientras Finch, en base a los algoritmos de las actividades cibernéticas del empresario descubre que éste no es más que una falsa identidad creada por La Máquina para sobrevivir de sus posibles captores.

Ajena a la voluntad de Finch y el control del gobierno, La Máquina crea un manto de protección antes de llegar al Día del Juicio: todas las cabinas de teléfonos públicos de Nueva York son comprados por Thornhill y quien conteste la llamada de La Máquina tendrá control del sistema de espionaje más sofisticado del mundo.

Buscando administrador

En un mundo donde los malos tienen las mismas -o más- posibilidades que los buenos, Root y Reese tienen el mismo poder sobre La Máquina. Ambos tirando la cuerda para su lado, la inteligencia artificial emigra de su ubicación actual -Hanford, Washington- hasta un destino incierto, sin control ni amo, vigilándolos a todos como una versión renovada del Gran Hermano del siglo XXI.

Ningún personaje de la trama pasa  desapercibido. No obstante, La Máquina continua siendo el epicentro de todas las conspiraciones y sub tramas de la historia que, sin duda, pasará a ser considerada, en no pocos años, como una serie de culto.

Hey you,
¿nos brindas un café?