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Paúl Cézanne y su revolución estética

In memorian de mi Padre.

Para Cézanne (1839-1906)  la vida del arte ha de ser de una sola manera, la vida para el arte. Y nunca cedió a realizar esta tentativa, basada en sus principios estéticos; es por ello quizá por lo que alcanzó la esencial relevancia que tiene para el arte moderno. Todo en sus cuadros, no obedece sino a estructuras. No es un estructuralismo racional, sino una eclosión de estructuras formada por la observación, si es que cabe ese término, de las sensaciones. Todo el arte es sensación, para él.

La revolución estética de Cézanne, se relaciona con la nueva forma de observar la perspectiva. Nada de lo formal, le interesaba. Probaba de manera intensa en sus cuadros la incidencia de lo que para él habría de ser la perspectiva. Revoluciona pues, la perspectiva del renacimiento, para proponer una en la cual las sensaciones se puedan hacer visibles, sean evidentes. Y sus cuadros son un tratado de las sensaciones. Pero no, no de las sensaciones en sí, sino, como hemos dicho, de un tratado, que se forma, que se estructura, tras o en medio de la obsesiva observación, que hace sobre la naturaleza, sobre las cosas. Y la más ideal: sobre sí mismo. El arte, es para el conocimiento de sí mismo. Y es, sin duda, para el conocimiento de la naturaleza, de las cosas. Lo esencial, para él, es conocimiento de sí, la conciencia sobre mí mismo, como artista, desde el arte.

Y eso lo dice a Émil Bernard, en 1904: “Permítame repetirle lo que le dije ya aquí: abordé la naturaleza a través del cilindro, la esfera, el cono, todo ello puesto en perspectiva, de modo y de manera que cada lado de un objeto o plano se dirija hacia un punto central. Las líneas paralelas al horizonte dan la extensión, es decir, una sección de la naturaleza o, si Ud, prefiere, del espectáculo que el Pater Omnipotens Aeterne Deus despliega ante nuestros ojos. Las líneas perpendiculares a este horizonte dan la profundidad. Ahora bien, la naturaleza se halla, para nosotros los hombres, más en profundidad que en superficie; de ahí la necesidad de introducir en nuestras vibraciones de luz, representadas por los rojos y los amarillos, una suma suficiente de azulados, con objeto de hacer sentir el aire.” (1)

La misma concentración sobre sí mismo por vía del arte. Es el vivir para el arte, lo que le lleva a decirse esto. Y a llevarlo, de manera violenta al cuadro mismo. Es en el cuadro donde se realiza su tratado del arte, su principio estético. Es irreductible en esa tarea. Nada puede hacerlo cambiar de criterio, de sentido. Cézanne tiene dominio de sí mismo, para llevar a cabo esta construcción de la realidad del arte. De allí, pues, él, da las iniciales indicaciones sobre lo que sería el cubismo. Y sí, se dice que el cubismo es resultado de una invención de Picasso y Braque, sin embargo no lo habría sido, sin la estructura nueva que en relación con el cuadro, intuía Cézanne.

Un artista como Paalen, que para nosotros posee  la misma densidad reflexiva de Cézanne, dice de él: “… Este Moisés de la pintura moderna no quería una tierra completamente nueva. En sus meditaciones plásticas sobre el cilindro, la esfera y el cubo, todavía tiene que encontrar, a cualquier precio –aún al precio de deformar las apariencias contra su voluntad- justificaciones en la naturaleza; por consiguiente, tanto a través de sus dudas como por medio de su obstinación heroica, aparecen en sus pinturas por primera vez esas extrañas líneas espaciales que luego se convertirían en las redes organizadoras de las composiciones cubistas…” (2)

No era solamente esto lo que hacía Cézanne. Quería ir al fondo mismo del cuadro. Extenuarse en la excavación de un cuadro que todavía no había en el cuadro, pero que estaba en él, que lo poseía. De allí el tractatus de Cézanne, aquí halla su sentido, su eficacia. El arte para él, tiene que ser eficaz. Es una invocación, pero en la que es necesario involucrar de manera tensa la razón, la metódica racional. Y en la cual media la sensación. Una sensación racional, era lo que quería hallar Cézanne. En esa decisión insaciable se mantuvo. Es eso lo que le da relevancia sobre nosotros los neomodernos.


Notas:

  1. Correspondencia. Madrid. Visor Distribuciones. 2000. P. 371
  2. Wolfgang Paalen. Introductor de la pintura surrealista en México. Leonor Morales. México. Universidad Nacional Autónoma de México. 1984. P. 102
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