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Paris, je t’aime

París es mi ciudad favorita en el mundo. Sé que podrá sonar cliché, pero tengo un amor platónico con ella. Quizás los ataques de la semana pasada no causaron mayor daño estructural, pero el daño contra la humanidad es incalculable. Cada vez que algo de esta naturaleza sucede, no puedo evitar pensar en cómo alguien es capaz de hacer eso. Por mucho que lo intente, no puedo sentir ni una pizca de empatía por aquellos que hacen o planifican este tipo de actos. Más que lanzar una serie de afirmaciones condenatorias, quiero intentar verlo desde el punto de vista humano.

Esa noche, mientras veía la noticia en CNN, le comentaba a mamá que me parecía muy triste, pero que es como lo que sucede aquí. Ella me dijo que este ataque era más triste que la inseguridad porque allí atacaron a ciudadanos que estaban comiendo o viendo un partido. Lamentablemente, es como algunas de las anécdotas de robos o secuestros que uno escucha aquí, salvando ciertas diferencias.

Es cierto que cuando la sensación de inseguridad se vuelve modus vivendi, resulta más difícil horrorizarse ante hechos que en otras circunstancias paralizarían la forma de vivir, pero hay algo en estos atentados que sin importar lo horrible de nuestra realidad, nos mueve. Creo que es porque el terror es el arma más eficaz que puede utilizarse. Apunta directamente a amenazar nuestros instintos de conservación más primitivos.

Me gusta pensar que el ser humano está destinado a cuestiones grandiosas y majestuosas, pero entiendo que estos conceptos no son manejados por igual por todas las personas. No comprendo de qué manera el imponer creencias a los otros conduce a algún tipo de grandeza, y esto es aplicable a cualquiera de las los sistemas de creencias o religiones que intentan convertir al otro sistemáticamente, desde los testigos de Jehová y cristianos a los musulmanes. ¿Acaso es tan complicado creer en lo que quieras y dejar que el de al lado crea en lo que mejor le plazca?

Aunque me parece que los medios están parcializados hacia los hechos que ocurren en algunos lugares, dándoles mayor cobertura, sobre todo por lo que explique antes de la violencia cotidiana y la que sucede más esporádica; tenemos que entender que el terrorismo ocurre en todas partes, de diferentes formas, todos los días: desde los venezolanos que tenemos que encerrarnos temprano en nuestras casas para estar a salvo del hampa, los colombianos cuando temían los ataques de las FARC, africanos que huyen cuando queman sus aldeas, los españoles y lo que era la ETA, París, Gaza, Jerusalén, Nueva York y el 9/11… El terror invade, ataca y viola nuestros espacios, todo con el fin de dominar al otro.

La igualdad absoluta no existe, es utópica. Sólo la relativa es posible. El día que la humanidad entienda eso, podremos avanzar uno al lado del otro en vez de uno por encima del otro.

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